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Esto, por si no lo revela ya la portada, es en referencia a una ilustración de Horikoshi del 4/7/22:

Esto, por si no lo revela ya la portada, es en referencia a una ilustración de Horikoshi del 4/7/22:

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(que por supuesto no me pertenece)

Aunque el texto se basta por sí mismo, tiene por intención acompañarla (y aliviar la crisis togachako que me provocó). Feliz lectura^^





— Hoy me ha costado encontrarte.

La voz precede al chirrido metálico de la puerta del cobertizo al abrirse. En el haz de sol que se derrama sobre el material antiguo y las colchonetas polvorientas, la silueta de la delegada de clase — Ochako-chan — se perfila a contraluz, hecha de bordes dorados y líneas definidas, mechones en caos y hombros firmes.

Toga no se mueve de donde está. Ha escalado la montaña de mesas rotas y sillas de patas torcidas que se amontona en una esquina, ahí donde la penumbra ofrece la soledad más fresca y a salvo del verano. Aunque los bordes astillados de un escritorio se le claven bajo las rodillas y se le enreden en el pelo cuando apoya la cabeza, esta es su mesa. Esta es su aula — la de los muebles descarriados. Si pasa la yema de los dedos por la madera puede sentir los trazos obsesivos que alguien grabó un día en ella (tsumaranai-tsumaranai-tsumaranai-), repitiéndose como una letanía de quejas.

— ¿Qué hacías?

Ochako cierra tras ella y se acerca. Esta vez, la penumbra que se instala en el cobertizo es más liviana, como si Ochako dispersara a su paso las nubes de polvo y el peso de los años.

— Dormía — miente Toga. Cualquier excusa es válida para escapar a las pistas de atletismo; a las carreras, las caídas y los arañazos que provocan. El olor a sangre fresca la vuelve loca.

A Ochako le basta con eso. Cuando empieza a trepar por las sillas, lo hace sin dificultad, izándose hasta sentarse en el mismo escritorio que Toga. Ingrávida y hermosa.

— Entonces sigue durmiendo. — Ochako toma su cabeza entre las manos, presionándole apenas la sien con la almohadilla de sus dedos, y la obliga a acostarse en su regazo. Si desliza los dedos por la mesa, Toga puede recorrer los trazos aburridos que alguien grabó un día en la madera, el nylon de unas medias y la calidez de sus piernas —. Oye, Himiko.

— Hmm...

— No debes esconderte en sitios como este.

Toga aventura, sin moverse, un vistazo perezoso tras su flequillo. El tacto de Ochako es un cosquilleo en su nuca y su mirada es una expresión inquieta inclinándose hacia ella.

— Pero siempre sabes dónde estoy.

— Hoy me ha costado encontrarte.

La voz precede al aullido lejano de la brisa. Tras el haz de luz que ilumina de pronto el almacén abandonado, tiñendo de blanco los palés a medio roer y la hiedra que crece por las esquinas, la silueta de Ochako-chan — una heroína — sujeta una linterna.

Toga no baja de donde está. Ha apilado las cajas olvidadas hasta construirse una caseta. Esta es su guarida — la de los aparatos defectuosos y los muebles descartados. Aquí, sirviéndole de apoyo a sus piernas y de almohada a su cabeza, todo recupera su función y vuelve a la normalidad. Si pasa la yema de los dedos por el cartón, puede leer la letanía impaciente (Ochako-chan-Ochako-chan-Ochako-chan-) que ella misma ha grabado con el cuchillo, mientras se aburría.

— ¿Qué hacías?

Toga se endereza para dejarle sitio sobre la caja donde se ha tumbado. Cuando Ochako aterriza junto a ella, en un toque invisible de almohadillas, el movimiento crea torbellinos en el polvo que la linterna revela.

— Soñaba — ronronea. En ocasiones se pregunta cómo sería, si se hubiesen conocido en secundaria. Con corbatas a juego y la misma falda, y no este uniforme robado y esa ropa de heroína que tanto contrastan. El traje de Uravity resplandece en la penumbra. Toga quiere probárselo. Recorrer la piel de Ochako y respirar el aroma que deja en el interior de su casco.

— Oye, Himiko.

— Hmm... — Toga se despereza y se instala sin previo aviso en su regazo. La mano de Ochako queda atrapada bajo su pelo, enredándose en él cuando traza su nuca y baja por su cuello.

— No deberías esconderte en sitios como este.

Agachándose hacia ella, Ochako la reprende con una mirada serena. Toga responde con una sonrisa perezosa que le estira los labios y le hormiguea en las mejillas. Cuando toma el rostro de Ochako entre las manos y la atrae hacia un beso, con apenas una presión hambrienta acercándole la cabeza, ella no se lo niega.

— Nadie más sabe encontrarme.

— ¿Y si lo hacen?

Toga entrelaza sus dedos con los de Ochako y se entierra en la seguridad que ofrecen sus piernas.

— Siempre eres la primera.







(esto no tiene ningún plot, sólo necesitaba escribirles algo jksjskj) (gracias por leer^^)

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