CAPÍTULO III

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[🌻: Escuchen la canción para mejor experiencia]

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[🌻: Escuchen la canción para mejor experiencia]

Perspectiva de Skarlet:

Si tendría que describir a Connor en una palabra, sería perfección.

Si tuviera que catalogar mis sentimientos hacia él en una palabra, sería refugio.

O dependencia, tal vez.

No lo conocí cuando entramos a preparatoria, como a todos les hago creer. No, a veces quisiera que hubiese sido así.

Si las circunstancias fueran otras, ¿no me habría enamorado de él?
Quisiera decir que no, pero me mentiría a mi misma, él es físicamente increíble, y sabe matemáticas, mi tipo ideal.

Unas semanas antes de ingresar a preparatoria, como la mayoría de los días, mis padres estaban discutiendo.

Yo estaba en mi habitación, ellos en la sala, yo trataba de ignorarlos escuchando música y haciendo algo de ejercicio, ellos subían el tono de voz cada vez más, la música y los latidos de mi corazón por el ejercicio no ayudaban a calmar el ruido de afuera.

Estaba harta, totalmente cansada de escuchar sus gritos, de oír como se insultan mutuamente, de esta casa del infierno.

Bajé furiosa con ganas de gritarles en la cara que dejen de ser unos terribles padres hijos de puta, que al menos me mostraran algo de respeto y pelearan en otra parte u otro lugar donde no pudiera verlos.

Pero algo en ese día cambió, significó muchos cambios, cambios tras cambios que llegaron a conocer a Connor, y me llevaron a mi situación de ahora.

No sé si esta vez estaban mucho más sensibles, o aparte de los problemas habituales ocurrió algo más, nunca lo supe, pero ese día fue distinto, de ser sólo gritos e insultos, pasó a ser golpes.

Al ver como mi padre soltaba el primer golpe, tumbando a mi madre al suelo, y ver como ella trataba de defenderse, arañandolo, golpes tras golpes.
Eso no era un agresor y una víctima, ambos eran agresores, ambos victimarios y víctimas de sus propias malas decisiones.

Me rompí, y traté de separarlos, me metí en medio y recibí un golpe en el brazo derecho, luego otro en el estómago, y una patada. Ninguno en su ataque de rabia se dio cuenta que estaba allí, hasta que les grité entre sollozos que pararan.

Al oírme se detuvieron, vieron mi estado y trataron de disculparse, pero no, ahora no, ahora no era sólo disculpas por molestarme con el ruido, fue más que eso, y esto si no lo iba a aceptar.

Subí a mi habitación, tomé mi abrigo, me puse mis zapatos y salí de allí sin más, escuchando a lo lejos sus gritos de súplica.
No tenía un destino específico, sólo necesitaba salir de allí.

Di varias vueltas cojeando por el barrio, tratando se contener mis lágrimas, haciéndome perder la visión, y chocando en el proceso con alguien, haciendo caer su bebida en mi pantalón.

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