DIECIOCHO

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Abro los ojos y lo primero que pienso es que ojalá no lo hubiera hecho. No quiero...

No quiero levantarme, no quiero ver a Carlos, ni a Dylan. No quiero verme a mí misma, joder.

No quiero...

Ojalá... Ojalá no hubiera despertado. Ojalá... Ojalá no hubiera nacido, siquiera.

(...)

—¡Grace, Dylan está aquí para llevarte a las clases!

Me golpeo la cabeza con una almohada varias veces sin importarme que eso está intensificando mi dolor de cabeza.

Me pesan los ojos por lo poco que he dormido (bueno, y por lo mucho que he llorado) me duele el cuerpo entero, me duele la cabeza... Tengo un dolorcito molesto en el pecho, me cuesta poder respirar profundamente... En pocas palabras: mi ansiedad hoy está por las nubes y a la más mínima, va a explotar en un ataque de pánico.

Doy un brinco cuando llaman a la puerta e intentan abrir, pero el pestillo sigue puesto y no consigue abrir.

—Carlos, no me encuentro bien hoy... Dile a Dylan que no puedo ir. —hablo alzando un poco la voz para que me oiga desde el otro lado de la puerta.

—No soy Carlos, soy Dylan. Abre la puerta y hablamos.

Silencio. Mierda, ¿Que hago...? ¿Que le digo? Yo no puedo verlo, no ahora. Incluso escuchar su voz me ha provocado un vuelco en el estómago.

—Grace, no te lo digo más; abre la maldita puerta si no quieres que la tire abajo o que entre por la ventana. —pronuncia firme pero con un tono de delicadeza para evitar asustarme, o qué se yo.

—Te crees muy fuertote ¿No?

—Si.

—¡Pues que sepas que tus brazos están flácidos!

—¡Que mis... Abre la puerta y te enseñaré cómo están mis brazos! —grita pero me sorprende escuchar un tono de diversión.

Él... Debería estar enfadado. Joder ¿Por qué este tío es tan raro? Es demasiado... Bueno.

Me levanto de la cama y me miro al espejo, suspiro ante mi imagen de muerta. Me da vergüenza que me vea así... Pero tal vez eso sirva para que se asuste ante mi... ¿Fealdad? Y se vaya.

Quito el pestillo y no me da tiempo a agarrar el pomo para abrir, cuando este se gira y la puerta se abre.

Trago saliva mirandolo. Esta tan... Ojeroso.

No me da tiempo a decir nada más cuando me abraza. Muy fuerte. Demasiado fuerte.

—Dylan suéltame. —mi voz empieza a temblar, pero no porque se avecina un ataque de pánico sino porque se siente tan bien que me abrace que siento que me voy a romper.

—No.

—Dylan, ¿Acaso quieres que me dé...?

—No mientas, he aprendido a notar cuando puedo tocarte y cuando no. Y ahora si que puedo hacerlo.

—Pero yo no quiero. —lo empujo pero tiene demasiada fuerza.

Brazos flácidos ¿Eh?

—Si que quieres, en el fondo si que quieres.

—¿Y tú qué sabes? Sueltame, joder.

Lo empujo esta vez con más fuerza y cede. Me suelta y mi cuerpo se siente frío sin su calor.

Me mira sorprendido, con el ceño fruncido.

—Lo siento... —susurro, disculpándome por nada y por todo a la vez.

BAILANDO SOBRE EL MAR ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora