Capitulo 13 El don

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Sarah soltó una pequeña risita al ver la manera tan desesperada en que Denise se movía, ambas estaban en la habitación de la chica, una enternecida por el grado de incomodidad que la contraria presentaba, y la otra cayendo en un precipicio donde sus pensamientos opacaban todo lo demás a su alrededor. La situación se podía definir como que Denise estaba entrando en pánico por lo que ella consideraba "llegar tarde a la cena de su vida" por haber estado ocupada preparando un postre digno de la familia Madrigal.

La rubia caminaba de un lado a otro sin reparar en su presencia, mirando de vez en cuando si su vestido no se había ensuciado con el dulce sobre la mesa de la cocina, arreglarse le llevó más de lo esperado y al verse como una irresponsable por estar siendo impuntual, Sarah por su lado solo se empalagaba con el olor dulzón de pionono de arequipe, la verdad eso fue lo que le llevó más tiempo, preparar desde cero el arequipe y el ponqué había sido en extremo tardado, llevándole toda la tarde hasta que la altura del sol le mostró que ya la noche estaba cayendo y su puntualidad estaba siendo puesta a prueba. Denise había mejorado mucho en esos dos meses, la comida salada no le quedaba tan bien como le gustaría, pero se esforzaba demasiado en la preparación de los dulces que Sarah tenía escritos en su libro de recetas personal.

Sarah dio un par de pasos en dirección a la cocina, el postre se veía fenomenal y tanto ella como Denise esperaban que a los Madrigal les gustara.

Denise por su parte había dejado de lado su paranoia para bajar las escaleras detrás de Sarah y decidir que ya cada minúsculo cabello se encontraba perfectamente peinado, su ropa era muy bonita, los colores rojos acompañaban su figura y resaltaba sus facciones rubias, su rostro aún tenía una enorme mueca de incomodidad por el miedo de decepcionar a la familia a la que ella consideraba asombrosa, al ver a Sarah, la cual ya tenía entre sus manos el pionono para ayudarle un poco, la muchacha relajó su semblante.

-No estés tan nerviosa, Alma es muy comprensiva, no creo que le moleste unos diez minutos de retraso- mencionó Sarah pasándole el plato con el dulce encima, Denise quiso reír por su mala broma ya que esos diez minutos no eran el tiempo exacto que tenía de retraso, aun así, no dijo nada al respecto-. Ya, ya, relájate, verás que será una buena noche, sé que por esto-señaló el pionono- te van a perdonar. Lo que llegué a probar era muy bueno.

-Gracias.

-Denise-ella le miró-. No olvides divertirte.

La rubia sonrió contenta y miró el reloj en la pared, el sonido del tic tac señalaba que pronto serían las ocho, demasiado tarde para la familia Madrigal, pero aún a tiempo para probar el bocadillo que había hecho. Con una voz alegre se despidió de su casera y, con el pionono en sus manos, se encaminó a la casa Madrigal.

Muchas cosas pasaban por el pueblo, ya gran parte de los habitantes estaban desperdigados por las calles en busca de disfrutar la frescura de la noche, los niños corrían de un lado a otro por los juegos de las escondidas ya que, en sus propias palabras, la oscuridad era una excelente amiga en ese juego. Eso era antes de que llegara la hora de dormir claro, el sonido del reloj todavía indicaba que los minutos seguían pasando estuvieran ellos conscientes o no, era extraño como todavía podía escuchar ese tic tac, aunque el reloj de pared de Sarah no tuviera tanta potencia en el ruido que producía, Denise se sorprendió de que no fuera un producto de su imaginación, incluso su corazón parecía haberse unido a ese compás al conducir sus latidos a algo semejante a ese ritmo, volteó a ambos lados; no escuchaba música por ningún lado, por lo que tal vez solo eran sus nervios jugándole una mala broma.

Después de todo no había ningún reloj al que temerle.

Continuó con su camino, sus pasos eran precisos siguiendo el ritmo continuo de ese reloj imaginario, sus ansias eran cada vez peores, con cada pisada ese tic tac aumentaba, era tan fuerte que Denise se preguntaba como nadie a su alrededor estaba hablando de ello, sus oídos parecían inmersos en escuchar ese bombeo que se asemejaba al golpeteo de unas uñas contra una mesa de madera, no era tan malo como pensaba, solo algo intrusivo al no permitirse pensar en otra cosa, con cada bombeo su corazón aumentaba los saltos contra su pecho, como si el estar siendo perseguida por el sonido la inquietara, la sensación de miedo era exhaustiva, le dejaba el pecho con un dolor parecido al de una larga caminata, era estresante.

Sólo tú y nada más(encantó)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora