Kyle nunca fue bueno haciendo amigos, pero tras mudarse a Everless se encontrará con muchas personas que le cambiarán la vida. En especial uno, Alex.
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La infancia traumática que tuvo Kyle lo dejó con una marca de por vida, un trastorno de ansied...
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Mientras el resto del mundo seguramente disfrutaba de beber hasta vomitar, drogarse, y bailar con música extremadamente fuerte, yo estaba aquí. Encerrado en un cuarto, sintiendome en el campo de batalla por la increíblemente realista calidad que tenía la pantalla gigante de Leo, el sonido eran tan bueno que incluso opacaba a la musica del patio, podría dejarme sordo, y eso me encantaba.
Estaba en mi máxima fase de concentración. Unos minutos más y podría abrir mi tercer ojo gamer.
Pero toda esta concentración se interrumpió de pronto, los vellos de mi cuerpo se erizaron luego de sentir una respiración caliente pegándome en el cuello.
—Hola... —Alex me habló directo al oído.
La sensación que me provoco me hizo pegar mi hombro a mi cabeza, inclinando por completo mi cuello hasta quedar con una vista en un ángulo de cuarenta y cinco grados.
—Alex, no te sentí llegar.
—Lo sé, eres todo un nerd. Solo tú podrías entretenerte de una manera tan aburrida y antisocial como lo haces ahora. No importa.
Se sentó detrás de mi, sus brazos me enredaron por los hombros y me llevó hacia atrás haciendo que perdiera la partida. Solté el control remoto y trate de liberarme de sus brazos porque estaba comenzando a hacerme sudar del nerviosismo.
Estaba invadiendo mi espacio personal más de lo que normalmente hacia.
—¿Me extrañaste?
—Ah... sí, claro Alex.
—Yo también te extrañé —me estrujó—. Más que tú, te lo aseguro.
Me hizo estremecer.
—¿Estás bien, Alex? Te noto algo... diferente. Extraño, invades más mi espacio personal que de costumbre.
—¿Tú crees? —se acercó más a mi cuello.
Yo me escabullí como un gusano, me levanté del suelo y fui a refugiarme a una esquina, quedé como un ratón asustado; arrinconado, huyendo de su presa carnívora que media mucho más que él.
Era obvio hasta para el más ingenuo —o sea, yo— que Alex estaba peor que de costumbre.
—Sí, y sigues haciéndolo.
Se levantó y camino, con dificultad, hasta mi.
—¿Por qué huyes de mí, Kyle?, ¿ya no me quieres?
—¿Qué? —pregunté anonadado, yo creía haber visto a Alex bajo los efectos de todas las drogas del mundo. Al parecer, me equivoqué—. No estoy huyendo de ti. En realidad, Alex, yo quería hablar contigo.
—Dime, espero que sea lo que creo —sonrió ampliamente.
—No —negué con la cabeza—, ahora no puedo hablar contigo. No hasta que estés en un estado óptimo.