Se me oprime el pecho por un sentimiento indescifrable. Un sentimiento que me corroe y amplifica la música en mis oídos.
Soy un mísero polvo en un planeta hecho de tierra. A eso se resume mi existencia.
Siento el compás inocuo de la melodía surgir por mis manos, un repiqueteo de dedos guiado persistente en mi cabeza.
Mi mente delinea tu rostro indiferente de mis mierdas. Indiferente a mis pesares. Imagino momentos imposibles y disruptivos de mi serenidad.
Ni escribir mil páginas ordena las ideas incesantes que descontrolan mi cerebro, las millones de palabras (no) dichas y los errores en bucle. Jamás con el tiempo paralizado, las manecillas del reloj marcando las doce en puntos y un inasequible silencio será suficiente para detener el frénesis de mi mente acelerada que es recubierta de un involuntario rostro sereno e inamovible mutismo.