Horacio no parecía querer despegarse de la tapa del vater a la que se aferraba como si su vida se fuera en ello. Cada vez que intentaba hacer el amago de levantarse, su estómago se revolvía, como si estuviera furioso con el pobre joven, y las náuseas le atacaban de tal manera que a los pocos segundos ya se encontraba vomitando, de nuevo.
Llevaba así alrededor de hora y media.
—Señor Pérez, ¿necesita ayuda?— le hablaban tras la puerta.
—Tranquilo, solo voy a echar las tripas por la boca— vaciló justo antes de que otra arcada atacara su garganta.
—En nada cesarán los vómitos, tiene el estómago vacío— escuchó— En cuanto esté listo debe descansar un poco, le traerán algo de comer para que recupere fuerzas. De momento no harán falta más extracciones, gracias por su colaboración.
—Griciis pir si cilibiriciín, mimimi— se burló con rabia en cuanto escuchó los pasos alejarse de la puerta— Cabrón.
En cuanto notó su estómago un poco más calmado, se permitió apoyarse en la pared, dejando su cabeza reposar en esta. Esperó unos minutos hasta confirmar que las náuseas habían parado antes de levantarse con sumo cuidado y salir de la habitación. Tal y como le habían dicho, se tumbó en la camilla de aquella sala para intentar descansar un poco, aunque la fatiga que sentía le hacía el trabajo más fácil de lo que parecía.
Habían sido tan solo dos extracciones, pero le habían quitado tanta sangre que Horacio pensaba que se desmayaría mientras veía el líquido rojo abandonar su preciado cuerpo. Por suerte, todo lo que le habían sacado parecía llegarles para sus pruebas, solo esperaba que saliera bien.
Descansó lo que parecieron horas, hasta que, como le habían informado, una enfermera llegó con la comida prometida, haciendo que el estómago de Horacio volviera a rugir, pero esta vez de buena manera. Sintió que se le caía la baba al ver el sabroso filete que adornaba el plato.
—¿No hay ensalada?— preguntó casi sin creérselo.
—Le hace falta más que eso para recuperarse— rió la joven.
El de cresta no esperó ni un solo segundo para devorar aquella deliciosa comida, sin importar la falta de modales que pudiera estar mostrando. Hacía meses que no comía algo tan rico como aquello.
—En cuanto termine podrá irse a su habitación.
—Gracias— dijo de forma casi inteligible mientras masticaba el pedazo de carne.
Volvió a quedarse solo en la habitación, aunque esta vez se encontraba feliz por el manjar que le habían dado. La única pregunta que le rondaba la cabeza era ¿de dónde había salido, y por qué no lo ponían como menú en el comedor? Quizás tenían muy pocas unidades y por eso las reservaban para ocasiones como aquella. En cualquier caso le daba igual, se había podido olvidar al menos una día de las malditas ensaladas, daba gracias por aquello.
En cuanto terminó recogió la bandeja, dejándola bien colocada en la mesa que tenía al lado de la camilla, y abandonó la habitación. Salió del Área Médica, notando como algunos de los residentes de aquella sección se le quedaban mirando, aunque intuía que, a aquellas alturas, todos los allí presentes conocían su condición de "salvador del pueblo".
Sin querer encontrarse a más gente, caminó a paso rápido hacia su habitación, tratando de no levantar demasiado la cabeza. No le apetecía averiguar si en el resto del Arca la gente le miraba igual que en el Área Médica, solo quería llegar a su cama y acurrucarse en ella, y así hizo, aunque no duró mucho. Al cabo de unos minutos unos pequeños golpes se hicieron presentes en su puerta. Soltó un cansado suspiro y se aferró aún más a su colcha, no tenía ganas de levantarse y enfrentar a quien fuera que estuviera del otro lado.
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ɪᴍᴍᴜɴɪᴛʏ |Volkacio|
Fanfictionꜱᴇʀɪᴇ ᴀᴘᴏᴄᴀʟʏᴘꜱᴇ ᴠᴏʟ.ɪ Año 2022 Una guerra nuclear estalla, dejando un rastro de radiación tan alto que el planeta Tierra deja de ser habitable, por lo que la poca humanidad que queda se resguarda en el Arca, un bunker subterráneo. Año 2100 Los sumi...