Contrato entre amantes.

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Era de noche. Prisionera en su mundo. El mundo del olvido, allá en las nubes, el cielo terrenal. Un ángel le acompañaba, lleva tiempo siendo su amigo, su acompañante, simplemente eso: Ángel. ¡Qué noche tan oscura! Protagonista de un extraño accidente, el accidente que la volvería la jefa, le daría las riendas, el poder. Siempre se trata de poder. Poner en claro quién manda. A veces el amor es eso, un contrato, un acuerdo, un estatuto, un decreto. El amor lo impone quien domina, pues quien domina decide cómo ha de amar el amante.


Era de noche. ¡Ah qué noche! El ángel y su compañera estaban en el bar de Las Palmas, ubicado en la calle de los bares, donde siempre abunda la noche y escasea el día, donde la gente solo va a barrer los pensamientos y los recuerdos y los sentimientos. Ahí estaban sentados, bajando la escalera del cielo, volviendo a sentir el aroma de la tierra que se pisa, lo sólido del suelo, el olor a cigarrillo, el sabor de una buena cerveza.


Era de noche. Ellos seguían ahí sentados, taciturnos. De pronto, el silencio irrumpió la mirada de la acompañante del ángel, justo precisamente cuando empezó a divisarse una figura por la entrada. ¡Qué figura tan misteriosa y a la vez tan conocida! En el fondo, ella conocía ese cuerpo, esa mirada, aquel cabello dorado. El sopetón terminó por espabilarla. Ella exclamó su nombre.


No había adonde huir. No podía huir. El ángel buscó saludar a aquel hombre que turbaba la noche negra. Ella se quedó congelada, buscando al menos ayudar a que su mirada lograse escapar, una mirada fugitiva de aquel hombre impertinente. Pensaba y pensaba y pensaba. ¿Qué podrían tanto hablar aquellos dos? ¿Por qué el ángel la señalaba? ¡Rayos! De pronto se acercaron.


En aquel momento, algo comenzaron a hablar, el acompañante del ángel y el recién llegado. De todo lo que hablaron no diré nada, porque no recuerdo nada, en mi memoria solo conservo la discusión del alineamiento del contrato.


– ¿No me jugáis una broma? –preguntó él.


–Por supuesto que no –replicó ella.


–Sois una nueva raza de mujer. Jamás me había tropezado con una igual.


Ella aguardó silencio. Mientras que en sus pensamientos afirmaba tal declaración.


–Detesto ver a los otros coquetearte, que jueguen con picardía, con la mirada, con la sonrisa. Me hiere que me tratéis como nada cuando creí que había ganado algún título en vos. –expresó él.


–No coqueteo con nadie, tampoco juego con picardía, ni con la mirada, ni con la sonrisa.


–Pensé que, cuando aquella vez me dijiste para hablar, era para demoler lo poco se había cimentado –dijo él–, fue estúpido lo sé, no debí nunca proponerte tal propuesta, ahora que lo pienso. Creo que ahora siento algo por vos.


–Yo también.


– ¿De...verdad? –interrogó sorprendido.


–Sí, de verdad.


–He llegado a creer que jugáis conmigo. ¿No olvidarás nada de esto para mañana? Si así será...que este ángel sea testigo, que la noche negra sea testigo, la luna, el cielo, las estrellas y esta cerveza. No quiero que el alba borre esta tertulia noctambula.

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⏰ Última actualización: Apr 28, 2015 ⏰

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