Parte única

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De todas las cosas que pudieron haber pasado, esta era sin duda la peor.

La peor sin duda.

Aquel inconveniente que, como piedra, traía ya incrustada en la planta del pie, le empezaba a arder cada vez más y le impedía concentrarse.

Dio un sorbo más a su café mientras fijaba sus ojos al celular que había en la mesa justo frente a él. Se había, en pocas palabras, atrincherado en la sala de juntas para esperar buenas noticias; solo estaba dispuesto a soportar buenas noticias a estas horas de la noche.

¿Era normal el retraso de la llamada? No, solo era un juego. Un puto juego que al agente de la división especial del gobierno no le hacía ni pizca de gracia. Mucha gente dependía de esa llamada, muchas vidas, puede que incluso la de él.

Había aceptado el trato porque, en primera, era su culpa que la organización clandestina se hubiese hallado con la información para destruir a la mafia. Lo menos que queria era que la organización más importante de toda Yokohama se le fuera encima al gobierno, mucho menos por su culpa; un error así bastaría para que; en términos medievales, le mandaran a cortar la cabeza. Por esa razon parte del trato requería discreción en lo que desmantelan al enemigo.

¿Quién mejor que La Agencia Armada de Detectives para este embrollo?

De todas formas, Ango Sakaguchi tenía contactos que le debían más de un favor.

Era una verdadera lástima que toda la misión dependiera de una única persona; un idiota que lo odiaba a muerte y lo haría sufrir todas las horas que fuesen posibles.

Obviamente tenía que ser alguien que pudiese contactar con la mafia, y no había nada mejor que un contacto directo; organizo absolutamente todo, hablo con ejecutivos, hasta se ofreció como rehén y creo toda una emboscada para desaparecer aquel grupo cuyo emerger fue un error. Había un solo problemín.

Dazai Osamu no podía, bajo ninguna circunstancia, perder la oportunidad de hacerlo sufrir. Asi que Ango tendría que aguantarse hasta que el castaño decidiese que era hora de confirmarle el éxito de la misión.

♣♣♣♣♣♣

-¡Pero por supuesto que conozco la importancia de esta misión! Hasta la simple duda ofende.

En todo el salón se escuchaba el dulce toque de las teclas de un piano; añejo, desgastado, pero que nunca fallaba en resplandecer de nuevo en cada reunion como en los viejos tiempos. Osamu recordaba ese piano, lo toco alguna vez de joven; recordaba sinfonías en su cabeza en secreto, sinfonías que muchos adorarían escuchar, pero no tocaría de nuevo.

Ahora, esas mismas notas aporreadas con tanta fuerza y sutileza a la vez, estaban escondiendo el barullo que estaba haciendo mientras trataba de comunicarse por el micrófono que tenía en la oreja izquierda. No era complicado, solo le gustaba ser melodramático.

-Si conoces la importancia entonces no veo que haces coqueteándole a mujeres que no te paran bolas- la voz gruesa de Kunikida a través de la línea fue la causante de que rodara los orbes y chasqueara la lengua para luego darle un sorbido a su bebida; casi intacta.

-Estoy mezclándome. Pero por supuesto, eso no lo entendería un agente que jamás a estado en estas fiestas- Osamu adoptó aquel tono burlón que utilizaba siempre que queria hacerle la existencia imposible a alguien; ese alguien, lastimosamente, era su compañero rubio de la agencia -¿Sabes Kunikida-kun? Podrias conseguir a la mujer ideal aquí, hay muchas damas hermosas y elegantes esta noche. Sin duda, alguna deberá estar dispuesta a cometer suicido doble conmigo- comento coqueto mientras arrastraba la voz y a la vez los ojos, deleitándose con la mirada de una hermosa azabache que danzaba al compás de la música cual bailarina.

Lovers (lemon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora