Capítulo 51

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El frío y la humedad habían hecho meya en los presentes, el sonido del mar golpeando el barco era la única realidad tangible en ese momento. La deshidratación comenzaba a apoderarse de sus mentes, haciéndoles dudar hasta de sí mismos, pero no, el agua era real, un martirio constante que les recordaba aquello que anhelaban, un tesoro que estaba tan cerca y a la vez tan lejos. El agua.

Melia, quien aparentaba una falsa salud y fortaleza, invertía las últimas fuerzas que le quedaban en un sueño febril que la desesperación había traído a su mente. Lanzando una última mirada a su hijo, el cual yacía inconsciente abrazado a su amada, entonó una melodía de desesperación, sintiendo como cada nota que vocalizaba rasgaba su garganta, desgarrando el sonido de las olas a su paso.

Las mejoras en las defensas de Kattegat habían avanzado a pasos agigantados en cuestión de pocos días, la colaboración de guerreras y sirvientas había dado sus frutos. Sin embargo, no solo Kattegat se preparaba, en la playa, la pequeña aldea trabajaba en mejorar sus defensas, Ligia se había asegurado de ello. Los sonidos de madera y hachas, de los trabajadores, se mezclaba con las espadas y escudos de las guerreras que entrenaban en la plaza frente al gran salón. Metis y Estigia se encargaban de entrenar a los habitantes de Kattegat que así lo deseasen, en su mayoría guerreros y escuderas jóvenes, los mayores preferían observar la técnica de ambas guerreras. Ligia, por el contrario, se encontraba junto a Ondina, enseñando algunas técnicas de lucha tango a Gunnhild como a sus escuderas. Todo bajo la atenta mira de Björn, que observaba todo sentado en un tronco junto a la entrada del gran salón. Ingrid se mantenía en silencio, estudiando a los presentes desde un lugar apartado en la oscuridad del propio salón.

― Demasiado lenta ― Ondina retiró su daga del costado de la escudera.

― Sois fuertes, pero os falta agilidad ― Ligia movió la mano ligeramente ― Reaccionáis tarde a los ataques ― Explicaba mientras esquivaba los golpes de Ondina sin siquiera levantar su hacha. ― No sois corpulentas como vuestros oponentes en combate ― Alzó su brazo, bloqueando el ataque con el mango de su arma. ― Usar eso a vuestro favor ― Con un ágil movimiento de muñeca, atrapó la espada de Ondina con su hacha, arrancándosela de sus manos y lanzándola lejos de ella. Desplazando el peso de sus pies, giró sobre sí misma, deteniendo el filo junto a la nuca de la armera. ― Sorprender al oponente.

― ¿Podréis enseñarnos? ― Gunnhild observaba sorprendida, pero con un deje de preocupación en su voz.

― La habilidad la poseéis, solo os falta práctica, y en eso podemos ayudaros ― Respondió Ondina, mientras unos pasos acelerados se hacían hueco entre los espectadores.

― Bien, se acabó el espectáculo por hoy ― Ligia se adelantó al ver llegar a Kendra.

― Acaban de llegar ― Informó al estar junto a su reina.

― ¿Alguna novedad? ― Björn se había acercado a la espera de nuevas noticias.

― Sí ― Ligia observó tras Björn ― Vayamos a un lugar más privado ― Giró sobre sí misma tras observar por última vez a Ingrid.

El viento golpeaba fuerte en lo alto del acantilado, pero era el único lugar seguro que había contemplado Ligia. No sabía explicar por qué, pero tenía una extraña sensación sobre Ingrid, e intentaba mantenerse lo más alejada posible de ella, sin embargo, siempre se las arreglaba para dejar a alguien vigilándola.

― ¿Vas a decirme ya que ocurre? ― Björn se sentó en una roca cercana.

― Ya te he dicho que no me fío de ella, pero insistes en ignorarme ― Comentó más como recordatorio hacia ella, que como reprimenda hacia él. Björn suspiró con fuerza. ― Anoche mandé una mensajera a mi reino, a por refuerzos.

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⏰ Última actualización: Jul 11, 2022 ⏰

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