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Sus párpados pesan, todo a su alrededor es demasiado brillante y su pecho arde como si lo aplastaran. Es incapaz de abrir los ojos durante algunos segundos, adaptándose a la luz poco a poco y observando un bastó cielo brillante sobre el.
No sabe dónde está. Perdido e incapaz de reconocerse a sí mismo, su nombre parece casi borroso dentro de su mente, pero es capaz de pensar con ligera claridad cuando el sonido del agua irrumpe en sus oídos; Rubén. Finalmente, puede ponerse un nombre mientras se pone de pie de manera apresurada; ¿Donde esta? ¿Porque no puede recordar nada? Entonces nota que tiene algo entre sus manos.
Es una espada, de un filo peligroso y un brillo que a contraste con el iluminado lugar, le lastima los ojos, de un color azul transparente, la luz que refleja parecen como largos rayos de luz celestial, si es que algo como eso existía, sin embargo, tampoco tiene una respuesta a porque sostiene algo como eso.
La observa durante algunos segundos más, maravillado y confuso sobre su origen mientras trata de asimilar la poca (o quizá mucha) información que tiene. Cuando finalmente logra retirar la mirada de la espada, se aferra a ella y observa cuidadosamente alrededor, aún cuando la luz lo ciega, es capaz de ver diferentes estructuras desconocidas a su alrededor. Parecen castillos de un puro color blanco, con una majestuosidad que piensa jamás aver visto, y entonces, nota que el mismo está parado sobre una de esas tantas estructuras del blanco más puro, y casi puede ver su reflejo en el mármol. Sus cabellos, blanquecinos, no le son familiares, al igual que los ojos color oliva que se observan a si mismo de manera confusa y contrariada. Es el. Pero no se siente así.
Unas orejas de color castaño se mezclan entre su cabello y se mueven apresuradamente en todas direcciones, atentas y expectantes de encontrar algún sonido que le delate alguna existencia además de la suya. Pero por mucha atención que ponga, no puede escuchar nada, más que un ligero silbido que parece venir de todas partes y de ningún lugar al mismo tiempo. Finalmente, su vista recorre el lugar con más atención, y a lo lejos, en una estructura lejana pero todavía visible, observa un brillo de color azul marino.
Parece que se mueve, y tiene que entrecerrar los ojos para enfocarlo lo mejor posible, finalmente, puede notar que se trata de una persona, y siente como si un ligero alivio llegará a su pecho por algunos segundos; no lo conoce. No tiene idea de quién se supone que sea, y por si fuese poco, apenas y puede ver sus rasgos como para tratar de indagar más en su mente; que está en blanco.
La persona también parece desorientada, perdida, y no sabe si debería tratar de llamar su atención o quedarse quieto y tratar de evitarlo lo más posible, pero decide observar un poco más antes de decidir.
El desconocido también recorre todo con la mirada, sin embargo, tiene un ligero toque de calma y consiencia que le aturde. Aunque parece perdido, no parece exaltado. ¿Acaso sería el único que no supiera lo que pasa? Decide probar suerte, aferrandose a la espada que tiene en la mano y agitando sobre su cabeza la misma, con la esperanza de que algún brillo llegase a los ojos contrarios y le hiciera voltear. Y parece que lo logra, porque el de chaqueta azul deja de moverse, como si tratara de ubicarlo mejor con la mirada, y parece emocionado de verlo, con el mismo alivio que el había sentido antes.
El chico lanza su espada sobre su cabeza, como si quisiera también hacerle notar que estaba armado. Le parece bien, y ante la idea de que ninguno de los dos parece hostil, se relaja. Pero aún así, ahora ambos están en problemas, incluso pudiéndose ver, comunicarse parece imposible, la presión del lugar, su silencio, parecía aplastarte y obligarte a mantenerte en silencio. Pero eso no evita que quiera salir de ahí.
Mira a su alrededor, no hay algo como escaleras, o algún lugar por el que pueda bajar además de esa pequeña cascada de agua, que parecía terminar en algún tipo de estanque o piscina bajo la torre. No quiere mirar mucho, la altura, le provoca vértigo y la constante sensación del aire fresco a causa del agua le provoca escalofríos, pero cuando levanta la mirada, el chico de la chaqueta azul ya está a punto de tirarse por la cascada.
Debe hacer lo mismo si quiere seguir con vida; supone.
Y cerrando los ojos y encomendado a cualquier cosa a la que pueda encomendarse, se tira por la cascada sin pensar.
El aire chocando en su cara es la única sensación antes de sumergirse en el agua.
