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Ciudad de Ark, reino de Zoren - Palacio Imperial

El sonido de una taza estrellándose estrepitosamente contra el suelo arrancó a Maylea de su conversación con la princesa Gardenia, quien se encontraba sentada en un sillón junto a ella y Lady Candace, y que por supuesto también giró el rostro hacia la entrada del salón cuando la emperatriz madre dejó caer su té.

Lo que vieron entonces causó tal impresión que el grupo entero de jovencitas se puso en pie de inmediato, seguro que los arreglos florales y el color de los manteles del baile de invierno podrían esperar. Sir Jomark acababa de irrumpir en la habitación, en compañía del emperador, el rey de Eskambur y unos cuantos hombres más, todos completamente sucios y heridos, sin embargo quien lucia en peores condiciones era Lucien.

—Pero ¿Que ha pasado? —Interrogó Ariadna caminando con premura hacia su hijo.

—Estoy bien, madre —Dijo él para tranquilizarla —. Ahora lo que necesitamos es donde recostar a Lucien.

—Mi madre no está aquí, gracias a los dioses —Habló el moreno tras revisar el salón con los ojos.

Pues lo último que necesitaba en ese momento eran los gritos histéricos de Leonor jugando a su papel de la madre perfecta.

—¿Eso es una flecha? —Interrogó la princesa Rose caminando hasta él.

—Estoy bien —Contestó con la mayor parte de su peso aún apoyada en Sir Jomark, dado que su brazo derecho se encontraba rodeándole los hombros.

—Necesitas ver a un doctor —Dijo Ariadna viendo cómo su hija revisaba a Lucien con la mirada —. Deben curarte las heridas —Indicó —. A todos. Así podrán sentarse y explicarme cómo pasaron de cazadores a presas.

—Sencillo, habían rebeldes en los bosques de Briella, el grupo más grande que he visto después de los que aparecieron en el coliseo —Expuso Theo que había caminado hasta el bar para hacerse de una copa de whiskey.

Su esposa, a diferencia de la de Lucien había corrido a su lado preocupada por las diferentes heridas que le destacaban en el rostro.

—¿Rebeldes a una hora del Palacio? Imposible —Su madre negó con la cabeza, incrédula.

—Dioses, ¿Intentaban matarte o algo así? —Preguntó Rose con los ojos sobre la herida que tenia Lucien en la pierna —. Los decapitaremos a todos —Aseguró con un deje de molestia.

—Por supuesto que si, pero en cuánto terminemos de interrogarlos —Contestó Theo tras darle un trago a su copa —. Por cierto, gracias por preocuparte por mi, hermanita —Sonrío sarcástico.

—Tu tienes una esposa —Se defendió la rubia.

—Lucien también, ¿O no, Reina Maylea? —Los ojos azules de Theo se intercalaron entre su hermana y la doncella que permanecía de pie junto al sofá al menos a cuatro metros de distancia de ellos.

Maylea separó los labios para decir algo a su favor, pero sintió las miradas de todos atravesándola como si se tratase de alfileres a un muñeco de algodón. Lo que sea que dijera terminaría por ser usado en su contra, así que permitió que el silencio se instalara en el salón, el tiempo suficiente como para que fuera incómodo y alguien tuviera que intervenir.

—¿Los capturaron a todos? —Preguntó la vocecita de Gardenia, que ese día sonaba un poco más fuerte y clara de lo común.

—No, como dije eran muchos. Matamos a unos cuantos, capturáramos un par y el resto se escapó. Estaban haciendo una especie de ritual cuando llegamos, quemaban hiervas y tenían cadaveres cerca al río —Explicó Theo —. Cité a un consejo de seguridad en media hora, así que debería ir a cambiarme.

OSBORNE: El destino de una dinastíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora