Capítulo 14

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El trabajo en el ministerio se estaba tornando, cada vez, más complicado y cansado. Miranda Cavanaugh se la pasaba en reunión tras reunión, y eso significaba que también Mariana; apenas tenía tiempo de respirar. La crisis de Andrea, el memo sobre la investigación y la audiencia para testificar hicieron que la preocupación aumentara considerablemente. Ni siquiera la última conversación con Mark le ayudaba a tener algo de tranquilidad, sus sentimientos hacia él los hizo a un lado, por el momento, mientras resolvía lo demás. Como todos los días, aquella mañana de sábado, y siendo su día libre, Mariana pasó a la casa de los Green. Bien podría parecer que era una niñera, sin embargo, sólo era algo de precaución; quería cerciorarse de que Andrea estuviera tranquila en lo que pasaba ese asunto de deslindar responsabilidades. Necesitaba asegurarse de que no cometiera algún acto impulsivo y eso se convirtiera en una estupidez; estar bajo una investigación en manos de la ley mágica internacional era muy grave.

Cuando llegó, Robert Green la recibió con alegría, mientras que Mary, de inmediato, la invitó a desayunar, pero a sabiendas que rechazaría tal invitación, sólo le ofreció una taza de café. Subió las escaleras y tocó la puerta, esperó unos segundos antes de volver a tocar, pero no pasó nada. Por unos instantes, Mariana creyó que Andrea estaba dormida, pero su instinto le decía que no era así. Volvió a tocar con más insistencia sin obtener alguna respuesta, eso bastó para forzar la puerta en un movimiento de la mano. Al entrar, notó que no había nadie en la habitación; la cama estaba hecha. Buscó en el closet pensando que encontraría su escoba, pero estaba vacío. Al mirar en el escritorio, el emblema del ministerio le llamó la atención: era una notificación y era similar al memo que ella recibió; ya sabía que estaba bajo investigación.

—Ay, Andrea. Era precisamente esto lo que no tenías que hacer —suspiró ante este hecho. Bajó con rapidez hacia la cocina, los Green debían saber lo ocurrido.

—No tardaste nada. —Mary le ofreció una taza humeante. El señor Green ya no se encontraba en la casa—. ¿Estaba dormida?

—Ella... —Se mordió el labio buscando la manera de suavizar la situación—. Lo siento, señora Green. —Suspiró ante aquella disculpa vaga—, pero Andrea no está en su habitación.

—¿Qué?

—Temo que se fue. —Apenada, le mostró el pergamino, y por el gesto que hizo, Mariana supuso que no sabían nada.

—Merlín... —Se llevó una mano al pecho a causa de la sorpresa—. Ella...

—Tranquila, señora Green. —Trató de sonar segura—. Intentaré averiguar qué saben en el ministerio. ¿Me permite su chimenea? —Usando polvos flú llegaría más rápido, y quizás, no se toparía con la prensa.

—Mariana... —Antes de que la chica entrará a las llamas verdes, Mary la detuvo—, ella no usaría magia.

—Lo sé, es un punto a su favor. —Sonrió a pesar de la situación, luego se marchó.

Apareció en el atrio del ministerio, en el habitual caos matutino; para su fortuna, no se topó a nadie al elevador, y mientras escuchaba el característico sonido del traqueteo pensó en su amiga. Sabía que era alguien impulsiva, pero ¿huir? No, eso no era propio de ella. ¿Era consecuencia de su crisis? ¿Tanto le afectó la discusión con su hermana y Mena? Quizás. La voz de la bruja le avisó que ya estaban en el departamento de aurores, pasó de largo hasta la sala de entrenamiento. Sabía, por la propia Andrea, que los sábados los utilizaban para el ejercicio físico y revisar estrategias; aquellos días solían ser más tranquilos que entre semana, por ello, aprovechaban la oportunidad. Encontró a Alexander de pie, vigilando a sus estudiantes. No quiso interrumpir, pero apenas dio unos pasos, cuando él gritó su nombre.

El vuelo del fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora