Mara
Al día siguiente, cuando conseguí salir de la cama y bajar a desayunar algo, no me habría extrañado que cualquier miembro de mi familia me hubiese confundido con un fantasma o algo parecido. Tenía los ojos hinchados de haberme pasado la noche entera llorando y las ojeras ultra marcadas por no haber dormido prácticamente nada. Además el ser tan blanca no ayudaba nada a tapar esas imperfecciones con las que había amanecido.
Sentado en la mesa de la cocina, estaba mi padre leyendo el periodico como era de costumbre. Mi madre se encontraba acabando de guardar algunas cosas, entre ellas su querida thermomix, que se quedaron en nuestro antiguo hogar y que mi tía nos había mandado. La casa, aunque hacía ya una semana que nos habíamos mudado, aun estaba llena de cajas a medio deshacer tiradas por el suelo y había mil cosas que todavía echaba de menos porque seguían en Utah.
Mis padres se empeñaron en mudarse a Pasadena, California diciendo que era por trabajo y para estar cerca de los abuelos. Pero yo sabía que tenían la esperanza de que si comenzaban de nuevo en otro sitio arreglarian su matrimonio. Y desde que habíamos llegado no habían parado de discutir haciendo descansos cuando la abuela o mi hermano pequeño estaban delante. Según ellos era por el estrés de la mudanza,pero yo sabía que no era así.
-Buenos días - dije esquivando una caja que había en el umbral de la puerta.
-Buenos días cariño, ¿estás mejor?
-No - no servía de nada mentirle a mi madre, a la que me viera la cara sabría la verdad. Ella siempre se daba cuenta de todo.
-Bueno, tengo algo que te alegrará un poco. He hecho tortitas - dijo mientras se giraba con un plato lleno en las manos.
-No puedo decir que no a esa delicia - me encantaban esos círculos de masa. Mucho. Los adoraba -. Por cierto, ¿dónde está el enano?
-Ha salido fuera para jugar a baloncesto con el vecino de enfrente - dijo mi padre levantándose y viniendo hacía mí para darme un beso.
-La facilidad que tiene para hacer amigos es envidiable.
Siempre había sido así. Al contrario de mi hermano, que siempre había sido muy sociable y muy echado para adelante a la hora de conocer a gente nueva, a mi siempre me había costado. Era bastante tímida con la gente hasta que cogía confianza. Y la idea de tener que empezar dentro de dos semanas en un instituto donde no conocía a nadie me aterraba.
Mi padre se fue a trabajar a la empresa donde su amigo le había hecho el favor de darle un puesto y yo me senté a comerme mi desayuno. De momento mi estado de ánimo estaba controlado. Pero eso cambió drásticamente cuando mi madre también se fue. Me había quedado sola en la casa y mi cabeza, al no tener nada con lo que distraerse, se puso a pensar en todo por lo que mi corazón estaba roto en mil pedazos.
Estaba harta de ir llorando por las esquinas y de no hacer nada más que estar tumbada en la cama y solo levantarme para no morirme de hambre. Una semana se te puede hacer eterna cuando lo único que quieres es volver atrás. A ese lugar y momento en el que fuiste feliz.
Así que decidí subir a darme una ducha y espabilarme un poco. Cuando acabé resultó que me había sentado de maravilla y me vi con las fuerzas suficientes para arreglarme un poco. Dejé que mi pelo castaño claro se me secara al aire ya que tenía el lujo de que se me quedara completamente liso sin necesidad de secarlo con el secador o pasarme la plancha, y me puse un poco de corrector y rímel para resaltar mis ojos verdes.
No conocía mucho Pasadena. Solía ir cada año para pasar las navidades con los abuelos, pero a parte de su calle había visto poca cosa de la ciudad. Me vestí con un tejano corto y un top blanco, ya que aún hacía un calor horroroso, me puse mis AirFords y salí a dar una vuelta para despejarme y que me diera un poco de aire.
Empecé a caminar inmersa en la música que escuchaba gracias a mis queridísimos Airpods y no paré hasta que encontré un Starbucks cerca del centro. Tardé bastante en poder pedir porque el lugar estaba abarrotado, pero cuando por fin fue mi turno pedí un Frappuccino Mocca Blaco y salí con la idea de sentarme en algún parque a tomarlo tranquilamente mientras me mentalizaba para intentar superar la situación por la que estaba pasando y para empezar en un nuevo instituto, lleno de gente que no conocía, en breves.
Pero esa idea quedó descartadísima nada más salí de la cafetería. Iba mirando el móvil buscando una canción de Ariana Grande que me apetecía mucho escuchar cuando de repente me choqué con lo que parecía una pared humana y me derramaba toda la bebida por encima y al desconocido le salpicaba algunas gotas de mi desastre.
-Mierda, ¡lo siento muchísimo dios! - dije levantando la cabeza para poder verle la cara a la persona a la que le acaba de salpicar por accidente.
-La gente normal mira por donde va, ¿sabías? - me olvidé totalmente de sus abdominales cuando soltó aquellas palabras y en ese tono por su boca.
-La gente normal no es tan borde. Te he dicho que lo siento. Además tu apenas te has manchado, mírame.
-Lo haría pero eres demasiado bajita, me cuesta verte - ¿de qué coño iba?
-Mira me voy a casa porque la pereza que me está dando hablar contigo es impresionante.
-Sí anda, vete y cambiate, te has manchado un poquito.
Gilipollas
No le conteste y me di la vuelta para irme. Me puso de un mal humor increíble. El chico parecía más o menos de mi edad y la verdad es que era bastante guapo. Pelo negro, ojos azules, facciones marcadas, alto Pero al parecer era un capullo. Como todos.
Al entrar a casa me encontré a mi hermano pequeño en el recibidor, seguramente acabaría de entrar él también.
-Dios mío Mara, ¿qué te ha pasado? - dijo poniendo cara de horror al ver mi top blanco ahora marrón.
-Me he tropezado con un café en la mano - no me apetecía mucho dar explicaciones en ese momento -. Voy a cambiarme - dije mientras le pasaba la mano por el pelo de forma cariñosa y comenzaba a subir las escaleras para ir a mi habitación.
Estaba tumbada en la cama escuchando música mientras intentaba dibujar algo después de meses sin deslizar el lápiz por ningún papel cuando la voz de mi madre me llegó desde el piso de abajo.
-¡Mara, Aaron! ¡Bajad un momento por favor!
Al salir me topé con un hermano con cara de culo por haber tenido que dejar una partida de la play a medias. Me reí de él solo para chincharle más y nos dirigimos los dos juntos al salón.
-¿Qué pasa? - pregunté nada más entrar y ver a mis padres sentados en el sofá.
-Ya sabéis que mi viejo amigo Arthur Hudson me hizo el favor de darme un puesto en su empresa y que gracias a él ahora podemos estar aquí.
Gracias por nada Arthur
-El caso es que para agradecérselo esta noche vendrán a cenar él y su familia - continuó mi padre -. Así que vuestra madre y yo queremos que os arregleis un poco y nos ayudéis a prepararlo todo.
Tanto mi hermano como yo nos quedamos callados. No miramos y por su cara pude saber que a ninguno de los dos nos apetecía nada.
-Vamos chicos animaros. Además tienen un hijo solo un año mayor que tú, Mara. Así ya conocerás a alguien antes de que empiece el instituto.
Dios ahora tenía aún menos ganas.
ESTÁS LEYENDO
Déjame abrazarte
RomanceLa vida de Mara se desmorona cuando el chico del que creía estar enamorada la traiciona y para colmo sus padres deciden mudarse a la otra punta del país. Ya no tiene ilusión por nada. Ese brillo que iluminaba su mirada parece que se está apagando...