001 (estrellas)

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Aún recuerdo a la perfección la sensación de tomar sus manos, el cosquilleo que subía por mí cuando lo tenía cerca, y las estrellas que decoraban su piel por todas partes.

Me senté al lado derecho de mi cama, estiré mis pies y sostuve la mirada hacia al otro lado de mi habitación, decidí explorar por un momento el eco de su voz que se hayaba guardado en mis recuerdos.

–¿Sabes que siempre me diste curiosidad? –preguntó, pero eran de esas preguntas donde se ubicaba un rastro de ironía.
–mmm, creo que sí, es lo que siempre le causo a las personas –contesté, ansiosa, esperando su respuesta.

–¿Por qué estás tan segura de causar curiosidad a los demás? –preguntó

–A ver, empecemos porque le doy una impresión a las personas cuando me ven, pero cuando pasa el tiempo la cambian, pero no lo cambian a algo exacto, sino por una confusión que se crean ellos mismos por tratar de descifrarme– Hice una pausa – y no, ni se te ocurra interrumpir–increpé.

Pueden pensar que soy mala, o muy buena, o quizá solo esté fingiendo ser buena, o quizá esté fingiendo ser mala...

–Bueno, a mí da igual pensar sobre ti– me interrumpió

–¡Qué bueno que te dé igual! Porque llevas más de 5 segundos escuchandome– le respondí – Y quizá tu tiempo se esté agotando, deberías irte ahora –Volví a hablar

–¿Me estás corriendo? ¿Es en serio? –increpó y se colocó justo al frente de mí.

–No te estoy corriendo, te estoy echando, como a los perros – Aunque, deberías quedarte a jugar conmigo y luego te suelto –Afirmé, tratando de mantener toda la seriedad posible.

–¿A qué quieres jugar? – preferí evadir la pregunta, tan solo di un paso hacia adelante para quedarme a centímetros de sus labios, y luego en un simple ademán junté sus labios con los míos, pero era una sensación extraña, no se sentía como cuando besé a mi primer pololo, pero tampoco se sentía el vacío que me causaba cuando intentaba besar a extraños, simplemente se sentía bien, y lo mejor de todo es que no sentía culpa, todos esos pensamientos vinieron a mí mientras lo besaba, así que no me percaté el tiempo que duró el beso ni el momento exacto en el que nos separamos.

–¿Besas normalmente a las personas que caen mal? – preguntó –
–¿te crees tan importante como para que me caigas mal? –Le dije, – es decir, que no soy importante pero me besas... Curioso eso–afirmó.

Mis sentimientos no son con base al deseo físico, me vale más cada palabra que me inspires que un beso y me importa más si haces que escriba un verso a que acaricies mi piel.

Porque los besos se van, las caricias se deshacen con el tiempo o son reemplazadas por otras, pero mi poesía siempre estará ahí para mí, recordandome todo lo que sentí.

Ciudad de papel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora