¿Qué tal si reescribimos las estrellas?

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— ☆ —

"Algunos desean una vida sencilla y planeada,
Atada con un listón.
Algunos no quieren navegar en el mar porque están más a salvo en tierra.
Seguir lo que esta escrito"

☆ —

Era temprano por la mañana, el amanecer apareció tan brillante por la frontera fina de un mundo aún somnoliento. Pero las franjas naranjas del maravilloso poder solar nunca faltaban, nunca desearía que faltasen.

Nunca más.

Diana se quedó mirando un prado verde con grandes charcos de manchas blancas por sobre las altas montañas que adornaban la pradera, se sumergían entre grandes pinos verdosos de tronco grueso que emergían desde un suelo húmedo a causa de la lluvia intesa de días anteriores. Expandieron sus grandes ramas para alcanzar los cálidos rayos del sol mañanero. Sobre el hermoso valle nórdico que había llamado hogar durante tantos años. 

Su lugar favorito desde que tenía memoria.

Estaba tan sumergida en sus pensamientos, admirando la vista cautivadora frente a ella, tratando de desviar todo sentimiento negativo que se le ocurriese opacar el momento, pero no estaba sola. A unos pasos detrás de ella estaba Leona, tan solo a un centímetro de distancia, quien miraba la espalda de su novia con preocupación.

Leona suspiró profundamente buscando ser lo más paciente posible.

Habían recorrido todo el camino hasta aquí desde el pequeño pueblo, a petición de Diana, para tener privacidad. La más mínima que sea.

Pero cuando más avanzaban por los valles, más divagaban los pensamientos de Diana, así como sus mismas dudas florecían junto a las numerosas florecillas del ártico. Tan vírgenes aún, tan frágiles.

No, dudas no.

¿Miedos, quizás?.

— ¿Diana?.- La voz de Leona fué suave cuando habló, tratando de obtener alguna señal de la contraria, tan sólo una pizca de vida. Pero su pregunta fué respondida con un largo y doloroso silencio, ocultado tan solo por el sonido del viento que chocaba en sus espaldas. Leona no quitó la vista de la chica pálida.

Cuando no obtuvo respuesta alguna, dió un paso hacia su dirección y agarró la mano de Diana, deteniéndose a su lado. La mujer de cabello plateado la miró tan sólo de reojo, no se atrevió a dirijirle la mirada, no cuando su corazón ardía por las palabras que estaban por salir desde lo más profundo de su ser. Palabras que sabía quemaría, palabras tan crudas, pero que guardaban un anhelo único.

Ella miró hacia el río que fluía en armonía perfecta con los latidos de su inquieto corazón, llenó de aire los pulmones antes de soltar su verdad, apretando fuerte la mano de la solari.

— No puedo quedarme aquí.

La voz de Diana salió tranquila pero neutral, casi como si se tratase de una confesión sin arrepentimiento.

—☆ —

"Pero yo te seguiría a lo desconocido,
Hacia un mundo que llamemos nuestro"

—☆ —

Leona sintió que su corazón se detenía al escuchar tales palabras. Pero ella ya sabía esto, escucharlo en persona siempre dolía más que tenerlo rondando en la propia mente.

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