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Eso era...

Algo más que amistad. Le quemaba la piel, le sacudía el corazón y le sacaba de órbita el cerebro. El señor Bridgerton no sabía exactamente cómo declarar aquel sentimiento, sin embargo estaba claro que por nombre eso no llevaba: amistad.

Todo este tiempo, ella estuvo ahí, de a poco le abrió su corazón y sin darse cuenta se mudó a ese pequeño hueco.

Habían cosas que pasaban y casi nunca uno les prestaba atención. ¿Así podía ser esa palabra que empezaba con la letra <<a>>?

—Penelope querida —entró Violet Bridgerton, quitándose el chal —, disculpa si he tardado pero tuve que salir porque...

Colin volteó a ver a su madre. Violet borró la sonrisa al encontrar el estado tan perdido de su hijo.

Necesitaba un momento para pensar con claridad la manera de resolver esa situación.

—¿Y Penelope? ¿Dónde está?

El tercer hijo de lady Bridgerton agachó la cabeza. Escondió la mano por debajo de un cojín, lo último que deseaba era que su madre lo acosara con preguntas y preocupaciones.

—Se fue.

—Colin —mencionó su nombre imaginando que algo había hecho su hijo para obligarla a irse.

—No pasó nada, me comporte.

—No te veo muy convencido de eso —replicó ella, tomando asiento a su lado.

—Madre.

—Tesoro.

—¿Cómo nombras algo que no es amistad pero tampoco es... es...

—¿Amor? —dijo Violet esperanzada. Si su hijo estaba enamorado y de Penelope, se ahorraría andar detrás de él para que buscara el amor.

El joven la miró y asintió.

—Bueno, sabes que es amor cuando deseas compartir todas las horas de tu existencia con una persona, cuando te hacen falta las palabras para expresar tus sentimientos y cuando deseas de todo corazón que esa persona te haga feliz y tú hacerla feliz.

¿Sentía eso por Penelope? Maldición, qué difícil eran las respuestas.

Debía admitir, a regañadientes, que en ocasiones anteriores él deseaba terriblemente seguir charlando con Penelope, porque las pocas veces que lo hacían eran en bailes o cuando se encontraban en algún evento o las veces que ella iba a la casa Bridgerton.

No podía visitarla, los demás iban a pensar que la cortejaba y eso...

Cortejar.

Cortejar a Penelope.

—¿Colin?

Sí. Eso era.

No la quería como amiga, la quería como algo más, la deliciosa y feliz sensación que ella le causaba era especial.

Y ella estaba más guapa, y probablemente muchos querrían su corazón. Él no sabía si ella lo quería, así que, tendría que ganarse su corazón y él entregarle el suyo si no es que ya lo había hecho.

—Me gusta Penelope —confesó tragando saliva —. No sé cómo, no sé cuándo, pero me gusta, miro atrás y... Madre, me ha hecho feliz con cada una de sus sonrisas, probablemente adoro el suelo que pisa.

—¿Y qué hace un hombre cuando una mujer le gusta? —preguntó Violet.

Colin, con esa sonrisa tan picarona y encantadora, le dio a entender una cosa absolutamente escandalosa y vulgar. Sin mostra vergüenza.

Cortejando A Penelope Featherington Donde viven las historias. Descúbrelo ahora