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Siempre he pensado que Kaku se ve increíblemente lindo mientras duerme, la expresión en su cara es de completa paz. Algunas veces quise acariciar sus mejillas, su cicatriz y solo tal vez sus labios, el problema es que cada vez me descubrió antes de siquiera poder decidir si hacerlo o no. Desde donde estoy es mucho más fácil hacerlo, y aunque no puedo tocarlo él nunca me descubre…

–Todavía eres tan imprudente como siempre, aunque eso es lo que te hace ser tú… yo te ayudo, kaku.

Ahora se quedó dormido y por primera vez en mucho tiempo pudo verme además de sentirme, lo malo es que no sé sí esto me alegra.

En cuanto recuperó la conciencia lo primero que sintió fue calidez, calidez en su cuerpo y cara. Lo segundo que noto fue que estaba tumbado. Y lo tercero fue la molesta luz en sus ojos así que  tuvo que intentar abrirlos.

La vista del cielo que sus ojos entrecerrados le ofrecían lo dejó sin aliento, estaba despejado salvo por unas cuantas nubes, lo particular es que el suave movimiento de las nubes, el apacible calor del sol y la tenue brisa del viento hacían la combinación perfecta para crear calma y hacerlo sentir tan relajado.

Empezó a considerar seriamente quedarse recostado ahí hasta que los recuerdos empezaron a llegar como pequeños flashbacks.

Recordaba estar peleando con Takemichi, después nos unimos para sabotear a Sanzu, luego me enfrenté a él, aunque acabó hiriendome.

Sanzu y Takemichi peleaban en la cabina del tren así que tuve que subir a ayudarlo. Logré echar a Sanzu, pero aún teníamos que detener el tren y… ¡AY DIOS!

¡Ahora lo recordaba!

¡TENÍAMOS QUE DETENER EL TREN!

Por fin se paró y empezó a analizar sus alrededores, volteando hacia todos lados frenéticamente como un desquiciado, se dio cuenta de el lugar en el que estaba, un enorme pastizal de hierba alta donde él estaba justo en el  medio. Si bien el pastizal era precioso, sentía como si la hierba comenzará a ahogarlo.

La calma de momentos atrás se esfumó. La desesperación y pánico se hicieron aparecer, no tenía idea de donde estaba, como llego o como salir.

–¡Takemichi! –Empezó a gritar al aire. Conforme más gritaba podía sentir como el aire comenzaba a faltarle y la ansiedad iba en aumento.

Si esto era un sueño no le gustaba para nada.

Entre sus gritos pudo ver una cabeza que sobresalía de la hierba acercarse, como estaba lejos no podía distinguir bien quién era, claramente era más bajo que él porque solo se le veía de los hombros para arriba.

–A parte de imprudente, también eres despistado Kaku.

Conocía perfectamente esa voz, pero no podía ser de quien creía ¿no?

El individuo se iba acercando más y más hasta que pude reconocerlo. El brillante cabello blanco, sus pendientes característicos, los inconfundibles grandes ojos violetas y su piel canela, definitivamente era el. Quien se acercaba era Izana Kurokawa.

–Tu… –El shock lo hizo retroceder, no podía ser él, él murió ¡El mismo vio cómo murió! –Esto no puede ser real, tiene que ser un sueño –Fuera un sueño o no, era cruel porque tenía al amor de su vida fallecido justo en frente de él y lucía exactamente igual a la última vez que lo vio en aquel frío ataúd de mármol.

–Soy yo y soy real kakucho– Dijo Izana calmado mientras seguía caminando entre la hierba.

–¡No es cierto! ¡Yo te vi morir, prepare tu funeral y te sepulte! –Grito alterado mientras negaba con la cabeza. –¡Tú estás muerto y yo tengo que despertar y regresar con takemichi! –Cada paso que Izana avanzaba era un paso que Kakucho retrocedía.

Izana cada vez se acercaba más y Kakucho simplemente no podía dar crédito a lo que veía, seguía intentando convencerse de que esto era un mal sueño, una ilusión, pero todo se miraba y sentía tan real.

–Yo no dije que no estuviera muerto, Kakucho –Dijo Izana claramente indignado. –Y esto no es un sueño –Ahora su tono cambió a uno mucho más serio, llevo sus ojos violeta a los ojos heterocromáticos de Kakucho y con esa mirada tuvo para saber que esto no era un mal sueño.

Ambos dejaron de moverse quedando uno frente al otro con las viéndose fijamente.
Kakucho siempre fue un libro abierto para Izana, así que la confusión y el pánico en los ojos del más alto le fueron fáciles de ver.

–Es impresionante cuan despistado puedes ser – Con el dedo extendido trazó en Kakucho una línea recta que iba desde su costilla derecha, hasta su hombro izquierdo.

El tacto de Izana se sintió tan real que ahí se acabaron todas sus dudas. Esto no era un sueño, era real.

Cuando volvió a verse a sí mismo y miró la herida ahora cicatrizada justamente por donde pasó el dedo de Izana fue que recordó lo que sucedió.

Recordó cómo Takemichi no pudo detener el tren solo, así que le ayudó. Recordó cómo su herida no paraba de sangrar y como aceptó que iba a morir, cómo aventó a Takemichi, cómo detuvo el tren con ayuda de Izana y cómo perdió el conocimiento…
–Yo…yo morí ahí ¿verdad? –Pregunto en un susurro y levantó su mirada a los ojos violetas de Izana –Estamos muertos ¿verdad? –Pregunto ahora con la voz tan clara como pudo, aun teniendo un nudo en su garganta. Izana lo miró con lástima y ojos vidriosos, llevó sus manos a las mejillas de Kakucho y acunó su rostro con mucha suavidad.

Izana se acercó hasta que sus narices rozaran y sus respiraciones se mezclaron. El tacto de Izana en las mejillas de Kakucho se sentía reconfortante, tan agradable como poder recostarte después de un largo y cansado día, tan agradable y cálido que quería llorar.

Quería llorar porque lo extraño tanto, porque no pasó ni una noche sin desear abrir los ojos y volver a descubrir a Izana observarlo mientras dormía, por todas las tardes en las que intento tocar la guitarra de Izana solo para sentirlo cerca, porque cada que de despertaba en las mañanas él no estaba para molestarse porque otra vez le había quitado la cobija. Quería llorar porque la vida sin Izana fue dolorosa…muy dolorosa.

–Estamos muertos, Kakucho –Respondió en un susurro contra sus labios –Te estuve esperando y aunque te extrañe tanto, me habría encantado que me hubieses hecho esperar más…–Izana deposito un suave beso en los labios de Kakucho.

Fue un corto beso, pero fue lo suficiente para que a Kakucho se le escaparan las lágrimas.

–Idiota, tu no tenias porque recibir las balas por mi. –Respondió entre lágrimas.

–Ey, estás llorando igual a cuando eras un niño. –Izana apartó con delicadeza cada lágrima que bajaran las mejillas de Kakucho. –Y yo soy quien tiene que secarlas, parece que nunca creciste, bebe llorón.

–Bienvenido, Kakucho…–Dijo Izana cargado de cariño a los ojos del contrario.

Y por primera vez en mucho tiempo, Kakucho se sintió en casa, porque a pesar de que jamás había estado ahí, su hogar era al lado de Izana.

–Vamos, el resto también te está esperando– Y sin más Izana tomó la mano de Kakucho para guiarlo por ese inmenso pastizal.

Pastizal // OneShot KakuizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora