Capitulo 18

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Los sentimientos te hacían débiles, frenaban tu potencial, eso pensó Uzumaki Boruto mientras era testigo de la desaparición de Annabeth a causa del doctor Espino, testigo de las emociones humanas que antaño poseyó.

La rabia, la impotencia, la tristeza y el miedo; emociones que alguna vez albergo como señal de humanidad. No sabía la razón, lo que lo hacía humano se iba desvaneciendo, se convertía poco a poco en algo que él desconocía.

Una máquina de matar, pensó. Luego se corrigió así mismo. Ya era una máquina de matar, un asesino que no sentía emociones a la hora de matar.

Escondido entre los árboles, observo la verdadera forma del doctor Espino, conservaba su rostro humano pero el cuerpo era de un enorme león. Su cola afilada disparaba espinas mortíferas en todas direcciones.

Bueno, decir que estaba oculto en la maleza era una burla a los shinobis, pues el ambiente donde se encontraba era contradictorio para la mente humana. Donde había un bosque, también se albergaba un bosque helado cubiertos de nieves.

El ruido de un helicóptero no lo desconcertó, pero era molesto para su oído. Justo cuando sujetaba la empuñadora de su katana, listo para derribar al objeto volador, oyó la llamada de un cuerno de caza que sonaba en el bosque.

Una sonrisa se formó en su impasible rostro, las felicidades no llegaron a sus ojos, resultando en una escalofriante sonrisa.

—¡No! ¡No, maldita seas! —grito Espino enojado—. Maldigo a los dio...

Se interrumpió de golpe cuando una ráfaga de luz lo atravesó. De su hombro broto en el acto una resplandeciente flecha de plata.

Espino retrocedió tambaleante, gimiendo de dolor. Y solto una lluvia de espinas hacia el bosque del que había partido la flecha. Pero, con la misma velocidad, surgieron de allí infinidad de flechas plateadas.

La mantícora se arrancó la flecha del hombro con un aullido. Ahora respiraba pesadamente. Percy intento asestarle un mandoble, sin embargo, el subestimo la capacidad del monstruo.

Espino esquivo su espada y le dio un coletazo a su escudo que lo lanzo rodando por la nieve.

Entonces salieron del bosque los arqueros. Eran chicas, más o menos de la misma edad que los semidioses que partieron en esta misión. El niño del mar reconoció a algunas, después de todo, no había olvidado los encuentros anteriores contra aquel hombre que su vida salvo.

—¡Las cazadoras! —grito con asombro, Annabeth.

Boruto era espectador de los sucesos, sin embargo, no entendía el cómo vio el futuro de un humano. La muerte estaba tocando los hilos de una humana.

—¡Vaya, hombre! ¡Estupendo! — murmuro Thalia al lado de Percy, aunque fue para sí misma.

Una de las chicas mayores se aproximó con el arco tenso. Era alta y grácil, de piel cobriza. A diferencia del resto, llevaba una diadema en lo alto de su oscura cabellera, lo cual le daba todo el aspecto de una princesa persa. Al menos a los ojos del hijo del mar.

—¡Esto es una interferencia divina! Va en contra las leyes antiguas.

—No es cierto—exclamo otra chica, lucia joven; aparentaba de doce años. Llevaba el cabello castaño rojizo recogido en una cola. Sus ojos amarillos plateado como la luna. Tenía un rostro hermoso que dejaba sin alientos a los mortales, pero su expresión era seria y amenazadora. Esa cicatriz que tenía en su ojo derecho—. La caza de todas las bestias salvajes entra en mis dominios. Y tú, sucia criatura, eres una bestia salvaje. —miro a la chica de la diadema—. Zoe, permiso concedido.

El legado de la profecía(Cancelado, remake:  "El que se rebela" )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora