✎ Capítulo 04 ‧₊˚

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Felix ya se había marchado a su departamento, puesto que era bastante tarde. Seungmin aún no aparecía, y eso empezaba a preocupar a Jeongin, puesto que era muy tarde como para que su hyung estuviera en la calle.

Los sonidos de unas llaves tintineando le hicieron estar alerta. Seungmin había llegado.

4:30 a.m. 

—Vaya, al fin te dignas a aparecer —dijo Jeongin, con un tono de voz frío. Estaba lejos de ser cariñoso como solía ser con su hyung. Estaba enojado, triste, decepcionado, al ver a Seungmin con su ropa mal acomodada oliendo a alcohol y un poco de labial rojo en su blanca camisa—. Creí que no llegarías hoy.

Seungmin alzó su mirada y caminó a pasos temblorosos hacia Jeongin. Lo envolvió con sus brazos. Aquel acto causó repulsión en el menor. No le gustaba aquel perfume barato de mujer que emanaba la ropa de Seungmin. Jeongin lo sabía, sabía que su hyung había estado con alguien. Pero, tal vez, no quería aceptarlo.

Sabías todo desde el principio y, ahora, ¿me culpas de todo a mí?

Estoy lejos de las cosas malas que te has imaginado, de la mala amabilidad.

Repentinamente, Jeongin comenzó a sentir una insólita humedad en su camisa. ¿Acaso Seungmin estaba llorando? Alarmado, levantó la cabeza del mayor, la cual estaba hundida en su cuello. Lo miró a los ojos.

Podía sentir el dolor de Seungmin. Podía verlo en sus orbes marrones.

—Perdón —dijo Seungmin, en un susurro. Sorbió su nariz mientras continuaba sollozando en el hombro de Jeongin. Se sentía el cabrón más grande del mundo por dañar los delicados y genuinos sentimientos de su dongsaeng,  por haberlo ensuciado con su pecado y, sobre todo, por tratar de cortarle las alas a ese ángel.

—¿Perdón? ¿A qué te refieres? —Quería hacerse el desentendido. No quería escuchar nada. Sabía que su corazón era débil; por lo que acabaría perdonándolo. Y lo que más le dolía era saber lo mucho que sufriría por su partida; pues, desgraciadamente, cada vez lo amaba más—. No tengo nada que perdonarte.

—¡Claro que sí! —afirmó Seungmin. Se separó de Jeongin y agarró sus hombros con fuerza. Sus orbes marrones, llenas de lágrimas, se posaron sobre el menor—. Debes perdonarme por haber sido tan idiota, por lastimarte de esta manera. No es justo para ti.

Los ojos de Jeongin se cristalizaron. ¿Qué podía asegurar que Seungmin no estaba mintiendo? Jeongin quería, necesitaba poder creer esas palabras; quería creer esas dulces mentiras.

Así que estoy feliz, por favor, no huyas, no trates de dejarme.

Está bien, está bien, conozco a tu corazón.

Está bien, está bien, está bien.

Demuéstrame todos tus secretos.

—Por favor, Jeongin. No te vayas jamás, no me dejes. —Su voz comenzó a quebrarse en ese momento y las lágrimas brotaron con más intensidad de sus ojos.

Jeongin lo rodeó con sus brazos y besó su frente.

—Jamás lo haría —respondió Jeongin, en un susurro mientras sentía cómo Seungmin se iba calmando de a poco entre sus brazos.

No todo es lo qué parece.

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Playboy ꒱ SeungInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora