Capitulo ²⁴

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Los rayos del sol se filtraban por el cristal transparente de la ventana llegando a sus párpados aún cerrados, sus largas pestañas parecían hilos de oro a la luz matutina y sus orejas parecían de felpa tan suaves que daban ganas de acariciarlas, aunque el propietario de esos dotes no tenía una opinión tan buena sobre la luz que sus ojos adormilados estaban recibiendo. Sabía que debía despertar, pero no quería, sin embargo muchas veces no es cuestión de querer sino de hacerlo.

Abrió sus ojos dorados lentamente para voltear a ver a sus lados, su visita aún no se acostumbraba pero hacía un esfuerzo por reconocer a la figura que había identificado a un lado suyo. Sabía que estaba en una sala de enfermería por lo blanco que era todo el lugar ahí, pero no podía decir lo mismo de su acompañante.

¿Qué pasa? ¿Por qué me siento tan cansado y como si mi cuerpo no pudiera moverse?.

Cuando su visita se aclaró y dejó apreciar al chico de cabellos y orejas rojos al que llamaba amigo, sus ojos se abrieron de par en par. Éste se encontraba cabeceando debido al sueño que le contrajo estar en vela, prácticamente toda la noche, y ahora cobraba más fuerza dejándole difícil el mantener sus ojos abiertos; sus orejas también reflejaban su desvelo pues siempre estaban hacia arriba y ahora iban en la misma dirección que la cabeza del propietario.

–¿K-Kirichima?– habló totalmente entorpecido, aunque no lo notó.

Pero su receptor sí, se despertó al oír su nombre —pues de momento no había notado el error— y rápidamente se paró de golpe gritando cosas sin sentido y mirando a todos lados. Hasta que se dió cuenta del lugar en el que estaba y todo hizo conexión.

–¿Kaminari?– gritó girandose tan rápido como se levantó –¡Kaminari!– grito de una manera no muy masculina corriendo a abrazar al recién despertado.

Sin medir sus fuerzas en ello.

Una mano empezó a arrugar su ropa, casi queriendo encajar las uñas en ella. El menor estaba agarrando con fuerza la remera de su amigo queriendo decirle que lo soltara, le estaba asfixiando, pero por la falta de aire no podía decir ni una palabra.

–Te extrañé mucho– dijo en medio de lloriqueos mientras lo abrazaba. Aunque en realidad sus palabras no tenían lógica, debido a que en realidad nunca se separaron, el blondo entendió lo que quería decir a la perfección.

En cuanto sintió un gran tirón se separó y entonces el más bajo pudo tomar una bocanada de aire.

–¡L-lo siento!– se disculpó mirando al rubio regularse.

–No pasa nada, yo igual te extrañé, aunque también extrañaba respirar– calmó a su amigo bromeando para aligerar el ambiente.

Y logró su objetivo ya que el más alto empezó a reírse junto al rubio sintiéndose menos culpable por casi asfixiar al rubio. Cuando se detuvieron sus risas se quedaron viendo un rato en silencio.

–Me alegra ver que estás bien, dentro de lo que cabe ¿cierto?– rompió el pelirrojo.

–Si, me siento mejor aunque un poco cansado– formó un lindo puchero que enterneció al más alto y le recordó la manera en como le llamó al despertar.

Eso hizo que se emocionara más y su cola se moviera frenéticamente e incluso sus orejas que en un inicio se encontraban abatidas, ahora estaban rectas mostrando su felicidad. El rubio al notar eso dejó de tallarse los ojos y le miró con atención.

–¿Qué sucede?– preguntó esbozando una sonrisa amable.

Es que ¡¿Cómo podía ser tan jodidamente hermoso incluso con una bata de hospital y un tubo conectado a su muñeca?! ¡Y en cima esas orejas que, extrañamente seguían abajo a pesar de su buen estado de ánimo, no ayudaban!

Mi Presa, Mi Conejito, MI DenkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora