Capítulo 83

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Algo se acercaba. Lo sentía, lo sabía. Entre las risas estridentes y los murmullos indiferentes de la escuela, algo oscuro y peligroso acechaba, envolviéndolo en una atmósfera espesa, sofocante. Dongmin se detuvo en medio del pasillo, su cuerpo rígido, el sudor frío bajando por su nuca. No podía identificar qué era, pero su instinto le gritaba que algo estaba muy, muy mal. Ya no sabía si era solo su mente paranoica o si el peligro era real, pero estaba convencido de que algo se aproximaba, una amenaza inminente que no podía ignorar.

Su mente se había roto, y lo sabía. De verdad rota. Jamás pensó que llegaría a este punto; siempre se consideró una persona cuerda, alguien con control sobre sus emociones, pero ese control se había desmoronado como una torre de arena frente a la tormenta. Se mordió las uñas hasta hacerlas sangrar, golpeó su cabeza contra la pared hasta casi desmayarse, y hubo noches en las que estuvo a punto de saltar desde su balcón solo para acabar con el martilleo constante en su cabeza. Había llegado al límite, y lo peor de todo era que no tenía manera de escapar. Ya no se reconocía.

Las miradas de todos lo atravesaban, pero no eran sus compañeros quienes lo hacían sentir observado, eran esos dos ojos, blancos, brillantes y monstruosos, siempre presentes en cada esquina oscura. Los veía en las sombras, en los reflejos, en sus propios sueños. Al principio, aparecían solo en momentos fugaces, en los rincones de su visión. Pero ahora, estaban siempre ahí, las 24 horas del día. Los ojos lo seguían, lo acechaban, como un depredador jugando con su presa antes del golpe final. Podía escuchar su voz, suave pero insistente, y el sonido de dientes afilados rechinando entre sí, como un taladro perforando su mente. Estaba perdiendo la razón.

Dongmin solo quería paz. Quería silencio en su cabeza, y en su desesperación, había hecho lo impensable: había cedido a las exigencias de Rudeus. Se había convencido de que obedecerle era el único camino para obtener la tranquilidad que tanto ansiaba. Pero lo que lo aterrorizaba era lo que había hecho para alcanzar ese silencio. Namjoon... Namjoon se había convertido en daño colateral. Aunque había intentado convencerse de que no era más que un fastidio, no un verdadero peligro, Dongmin sabía en el fondo que lo había destruido. No era necesario aplastar su vida de esa manera, pero Rudeus había sido implacable, y Dongmin había obedecido, cegado por su deseo de paz. ¿Qué había ganado realmente?

El eco de esa pregunta resonaba en su cabeza, desvaneciendo cualquier justificación que intentara darse. Dongmin se detuvo, apoyándose contra la pared del pasillo mientras sus pensamientos se enredaban cada vez más. Había dinero, claro, mucho dinero, producto de todas las muertes, las traiciones, los secretos. Pero ahora, incluso el dinero le parecía inútil. Él, alguien que siempre había sido materialista, alguien que había amado el poder y el lujo, ahora veía todo eso como polvo en el viento. Nada tenía sentido. Nada era suficiente para llenar el vacío en su interior.

¿Por qué lo había hecho realmente? ¿Era todo una venganza sin propósito? ¿Una espiral de destrucción sin fin? Dongmin pensaba en las muertes, en el caos que había sembrado, pero todo eso le parecía ahora hueco. Solo había una constante en su mente: los ojos, la voz, el dolor de su propia locura. Nada más importaba. Ni siquiera Namjoon, ni siquiera el caos que había causado en su vida.

Pero entonces, algo cambió. En ese instante, sintió una nueva presencia, y supo que no era Rudeus ni aquellos ojos brillantes que lo acechaban desde las sombras. Era algo mucho más cercano, mucho más personal. Levantó la vista, su cuerpo paralizado entre el miedo y la confusión, y, por un breve instante, creyó ver una figura en el fondo del pasillo, observándolo. Era solo una sombra, pero no era como las demás. Esta vez, la amenaza era real, física, tangible. Se sentía distinto, como si esa figura pudiera atravesar sus pensamientos y rasgar la frágil cordura que aún conservaba.

Entonces, entre todas las voces que bullían a su alrededor, surgió una que lo ancló al suelo, que lo arrancó del abismo oscuro en el que su mente se había sumergido. La voz de Bin. Aquella voz cálida y tranquilizadora era como una luz salvadora que lo envolvía, lo protegía de los horrores que habitaban en las sombras. Era la única cosa que podía rescatarlo de su propia oscuridad.

Cold Feelings || [ Binwoo +18 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora