Cold Feelings || [ Binwoo +18 ]

Capítulo 84

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« Noveno Acto: Guerras »

« Sujeto: T0døs »

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"Dicen que en la guerra todo se vale, que cada quien juega sus cartas y ajusta sus apuestas; se venden amistades, se traicionan juramentos, y hasta el amor se convierte en arma. En la guerra no existen los inocentes, solo los que sobreviven y los que caen. Dicen que en la guerra todo se lave, incluso el amor. Que mentira tan grande".

El día comenzó como cualquier otro en la escuela, con el bullicio de estudiantes apresurados y las risas despreocupadas llenando el aire. La rutina era reconfortante, monótona, con los profesores revisando listas y los alumnos lanzándose miradas furtivas. Sin embargo, algo en el ambiente se sentía fuera de lugar. Era un frío sutil, una sensación de que algo siniestro se cernía sobre ellos, pero nadie lo notaba realmente. Hasta que los altavoces crujieron y una voz metálica se hizo presente:

—¡Atención, estudiantes! —anunció la voz con un tono sorprendentemente alegre, pero con un eco inquietante—. Favor de dirigirse al auditorio para un evento muy especial. —De inmediato, una melodía extrañamente alegre, casi circense, comenzó a sonar, haciendo que las sonrisas se congelaran en los rostros de algunos alumnos. La música era demasiado feliz, demasiado fuera de lugar, y eso generaba una incomodidad que se asentaba lentamente en sus mentes.

Los estudiantes se levantaron de sus asientos y, como una fila de ovejas, avanzaron hacia el auditorio. En susurros, se preguntaban qué podría estar ocurriendo, pero nadie sabía con certeza. Dentro, las luces parpadeaban al ritmo de la música, iluminando el escenario donde Jinwoo se encontraba sentado frente a un piano. Cuando sus manos comenzaron a deslizarse por las teclas, la atmósfera cambió. Las notas eran suaves, pero melancólicas, como si hubieran sido arrancadas de un viejo cuento de horror. Y, sin embargo, en el fondo del auditorio, alguien dejó escapar una risilla tonta, como si no comprendiera lo que estaba sucediendo. En el instante en que el sonido salió, pareció resonar más fuerte de lo que debería, como si las paredes lo hubieran devuelto con un eco burlón.

De repente, la puerta lateral del escenario se abrió y Dongmin apareció. Con un violín en la mano y una sonrisa que parecía fuera de lugar en su rostro, se unió a la música, haciendo que cada nota se enroscara con las del piano en una sinfonía perturbadora. La melodía era hermosa, pero había algo casi retorcido en ella, como si estuviera diseñada para calar en los huesos de los presentes y arrancarles una parte de su tranquilidad. En algún lugar de la multitud, un par de risas enlatadas resonaron, como si una invisible audiencia estuviera disfrutando de un espectáculo grotesco.

La música llegó a su fin y, de golpe, todas las luces se apagaron. En la penumbra, hubo un momento de silencio absoluto. Y entonces, las luces se encendieron de nuevo con un brillo deslumbrante, revelando a Dongmin sentado en el borde del escenario. Sus pies colgaban despreocupadamente, balanceándose de un lado a otro, y en su rostro había una expresión de satisfacción tranquila, como si fuera el anfitrión de un programa nocturno.

—¡Buenas tardes a todos! —saludó Dongmin con un tono exageradamente cordial, llevándose el micrófono a los labios—. ¡Gracias por asistir a mi pequeña charla! —De fondo, sonó un ruido de aplausos grabados, aumentando lo absurdo de la situación.

Las risitas incómodas comenzaron a surgir en el auditorio, como un murmullo nervioso que se extendía entre los estudiantes. Dongmin sonrió, claramente disfrutando del desconcierto.