Ojos de canica

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"Y es que con esos ojos de canica, me vuelves loco señorita..." Esa estrofa sonaba por mis audífonos cuando como por acto del destino cruzamos miradas por la calle. Tú estabas pedaleando en tu bicicleta y pasaba apurada con mis libros y documentos en las manos. Nos quedamos viendo unos segundos, os suficientes como para distraerte del camino y que chocaras contra un poste de luz. Te caíste y yo corrí en tu ayuda. Por suerte tenías casco o te hubieras abierto la cabeza contra el pavimento. Alzaste la mirada maldiciendo en voz baja y ahí, por segunda vez, hicimos contacto visual; justo a tiempo para que el coro de la canción se repitiera,

- ¿Estás bien? ¿No te lastimaste muy feo? ¿Necesitas algo? -pregunté angustiada.

- No, no, estoy bien, gracias. Es que no pude ignorar esa mirada tuya -dijo levantándose junto con su bici. Yo me reí como reacción nerviosa y él copió mi acto.

-Lo siento, no quise incomodarte.

-No, no, está bien. Soy Neila, un gusto -dije extendiéndole la mano.

-Javier, el gusto es mío.

-Bueno, perdona, pero tengo que irme, tengo que llegar a un lugar y voy tarde. -Dije recogiendo mi bolsa y metiendo los documentos que cabían mientras el solo me veía- Adiós.

- ¡Oye, espera!... En realidad, sí necesito algo -dijo tocándose la nuca con la mano.

-Sí, dime, ¿qué puedo hacer? -pregunté preocupada, pensando en que se había lastimado.

-Necesito... tú número, si no es mucha molestia.

Eso me sorprendió, nunca me habían pedido mi número. Pero, siendo sincera conmigo, sí quería volver a ver esos ojos.

-Ammm, claro, ¿por qué no? ¿Tienes dónde anotarlo?

Le di mi número y nos despedimos, cada uno por su lado. Y me quede pensando en que sus ojos eran todo menos canicas. Eran enormes ventanas del alma adornadas por largas y pobladas pestañas. Y con una sonrisa corrí hacia la dirección del café, donde tendría lugar mi entrevista de trabajo, esperando a que él llegara a llamarme.

...

Yo venía pedaleando y pensando en mis cosas cuando cruzamos miradas. Sus ojos, su mirada, no dejaban ir a la mía. Me distraje unos segundos, los suficientes para no darme cuenta del poste de luz frente a mi camino. Choqué con él y me caí de la bici, golpeándome bastante; por suerte hoy si traía casco puesto, o estoy seguro que me hubiera dolido mucho más. Maldije por haberme caído en plena calle y al alzar la vista me encontré con esos ojos enmarcados por una expresión de preocupación.

- ¿Estás bien? ¿No te lastimaste muy feo? ¿Necesitas algo? - "Dios, su voz también es hermosa. Estoy seguro de que estoy muerto y un ángel ha venido en mi ayuda o he tenido suerte divina para que ella hubiera ido a mi rescate."

- No, no, estoy bien, gracias. Es que no pude ignorar esa mirada tuya - "No puedo creer que eso haya salido de mi boca, seguro soné como un idiota." Ella rio y yo hice lo mismo por inercia. Hablar con alguien parecido a un ángel me ponía nervioso, ella era realmente hermosa, incluso su risa nerviosa era encantadora. Seguro parezco un tonto embobado.

-Lo siento, no quise incomodarte.

-No, no, está bien. Soy Neila, un gusto - "Oh Dios, su mano es muy suave, su piel es tan lisa, y está fría, pobre seguro corre rápido para que el aire enfrié así sus manos. ¿Por qué estoy pensando eso? Debo presentarme, vemos, di tu nombre"

-Javier, el gusto es mío. -Bien, ya sabes su nombre y ella el tuyo. Qué bonito nombre, es muy singular, como ella parece ser, pero hablo de singular en el buen sentido.

-Bueno, perdona, pero tengo que irme, tengo que llegar a un lugar y voy tarde. -"¡No, por favor! No te vayas, quiero conocerte. Quiero seguir viendo esos hermosos ojos tuyos. ¡Pídele su número, vamos!"

- ¡Oye, espera!... En realidad, sí necesito algo -"¡Que nervios!"

-Sí, dime, ¿qué puedo hacer? -

-Necesito... tú número, si no es mucha molestia. -Ojalá no crea que le quiero hacer algo. Espero no parecer ese tipo de persona.

-Ammm, claro, ¿por qué no? ¿Tienes dónde anotarlo?

"¡Sí! Tengo su número, estoy siendo bendecido por fuerzas celestiales."

Ella se veía apurada así que no le quité más de su tiempo, nos despedimos y ella corrió apurada para doblar la esquina y perderse entre la gente de la calle. Me quedé unos momentos recreando todo lo que había pasado en menos de 10 minutos, pero no pude quedarme ahí parado como tonto porque yo también tenía algo que hacer.

El resto del día pensé en ella y en cuando sería el mejor momento para llamarla. Incluso me planteé en pedirle ayuda a algunos amigos del trabajo, pero preferí no hacerlo. Yo tenía que hacerlo solo.

Así que decidí llamarla cuando llegara yo a casa, ni muy temprano ni muy tarde, si no contestaba solo intentaría un par de veces más para no parecer un acosador o algo por el estilo. Aunque solo imploraba para que contestara. Me armé del valor que me había invadido esa tarde para hablar con ella, tomé mi celular y marque con dedos temblorosos el número. Esperé uno... dos... tres... cuatro toques y cuando pensé que me iba a mandar a buzón se escuchó como descolgaba la persona de la otra línea.

- ¿Hola? ¿Quién habla?

-Hola, soy Javier, el chico de la tarde...

M, Chamay bat.

Relatos escritos con una taza de café y un poco de música.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora