No sé cómo lo hizo. Pero desde el primer momento llamó mi atención,
Suena a cosas de película, pero al vela aquel día nublado y gris sentada sola en el parque, rodeada de niebla y mirando al suelo, algo me dijo que me acercara, sin embargó no me atreví.
Sin saber por qué, me quedé unos veinte minutos observándola. Parecía una escena de una película, ella no notaba mi presencia, estaba en su propio mundo lejano al nuestro.
Entonces levantó la cabeza y me miró directamente a los ojos con los suyos rojos e hinchados. Supe que había estado llorando. Pero simplemente decidí irme. Ella no quería mi presencia, lo veía en sus ojos, y yo no quería incordiar.
Sin embargo estuve días sin poder borrarme esa mirada azul y fría de mi mente. Una mirada tan fría que helaba la sangre, que sentías que el mundo se congelaba. Durante una semana entera cada vez que cerraba los ojos, la veía, veía esa mirada, esos ojos que decían "vete" y "quédate" al mismo tiempo. Aquellos ojos que mostraban el reflejo de un alma rota, tan rota que cortaba, aquellos ojos desconcertantes.
Nunca antes había visto a esa chica, pero no sería la última vez que la vería.