Capítulo 41

57 7 34
                                    

El frío de la celda se había acentuado con la llegada de la noche. Desde que había empezado a escuchar silencio, las alarmas en su mente se habían disparado. Los gritos ya eran un ruido habitual y menos terrorífico que la profundo calma que reinaba en ese momento pues lo gritos lejanos eran una prueba de que ella estaba bien, de que ella seguía resistiendo.

Continuó forcejeando las cadenas en un millonésimo intento por librarse e ir tras ella. El sonido de pasos acercándose lo hizo detenerse para intentar obtener indicios de lo que estaba sucediendo. La sombra que crecía en la pared opuesta a la celda hizo que se quedara sin aire, aunque no había sido la primera vez que la había visto.

Siguió con la mirada fija en esas manchas negras hasta que fueron reemplazadas por figuras de carne y hueso. Su labio tembló cuando su mirada enfocó a Mason, cargando el cuerpo débil, pálido e inmóvil de su Mitad Perfecta. Esperaba algún comentario sarcástico y sobrador de parte del guardián, como solía hacerlo cada vez que traía a Raven de vuelta a la celda.

Pero esta vez no hubo comentario alguno.

Una idea demasiado perturbadora le cruzó la mente.

—No...

No podía ser. Él seguía vivo, él seguía entero pese a los golpes. No podía ser verdad.

Mason abrió la reja y tiró el cuerpo al piso, con ningún tipo de delicadeza. La chica no emitió ninguna queja por el impacto, ni atinó a moverse ni siquiera un poco. Tenía los ojos cerrados, los labios entreabiertos y cuarteados, la piel carente de color.

Sin decir absolutamente nada, Mason cerró la reja y se perdió en la oscuridad.

—Raven...

Nada.

—No me asustes así... —volvió a tironear contra las cadenas en un intento por alcanzarla— Por favor, Raven.

Pero, de nuevo, nada sucedió.

Volvió a forcejear las cadenas, pero era inútil. El brazalete de metal se cerraba sobre sus muñecas con fuerza cada vez que las movía desesperadamente para liberarse. Necesitaba llegar a ella.

—Yo cuidaré de ella.

La voz que llegó a sus oídos lo hizo estremecer. Esa voz femenina que no escuchaba desde hacía tiempo...

—Estaremos juntas —añadió.

—¿Xiomara?

La figura de morocha se materializó delante de sus ojos. Se vería tan joven como la última vez que la había visto y llevaba la misma ropa que aquel día. El manchón de sangre a la altura de su cintura seguía ahí, como si no hubieran pasado años desde el incidente.

—Hola primito.

—¿Qué... qué haces...? —al muchacho le costaba decir una frase completa.

—Vine a buscarla.

—Pero... —al chico se le vino el mundo abajo cuando lo comprendió y las lágrimas se apoderaron del él de un momento a otro—No... es imposible, yo... —debió callarse un momento para no ahogarse—si ella está...

No podía decir la palabra siguiente.

—La conexión se rompió, Domynic.

La vampiresa comenzó a desatarle las muñecas para dejarlo libre.

—No, cómo...

—Le pediste a las brujas que encontraran una manera de separarlos—le explicó mientras se deshacía completamente de las cadenas—. Y lo lograron.

Mitades Perfectas: Condena [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora