Insuficiente

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comenzó un estúpido domingo 12 de junio, ¿Vaya fecha no?

Antes que nada me presento, soy Susan, tengo 17 años y me dedicó a estudiar medicina.

Ahora, volviendo a mi narración principal, aquel día estaba tomando una ducha de agua tibia, que vaya, fue una ducha demasiado buena y relajante. Estaba a punto de salir de la ducha cuando escucho que llaman a mi puerta.

¡Toc, toc!

Seco mis pies para evitar resbalarme y camino hacia la puerta viendo por el orificio que había en medio, me asome y llegué a observar a un chico, al verle me acomode la bata y le grite desde adentro.
—Permíteme 2 minutos— Camine con paso veloz hacia mi habitación y tome mi pijama la cual estaba encima de la cama, me la coloque y caminé nuevamente hacia la puerta mientras secaba mi cabello con la toalla.

Abrí la puerta y me encontré con aquel rostro tan lindo, el chico era realmente bello, poseía un cabello castaño y unos ojos que parecían hechos realmente de miel, su mirada tenía un atractivo muy grande, tanto que era imposible no quedar prensada a ella, al ver a aquel chico intente abrazarle y besarle, pero él colocó sus manos impidiendo que me acercará. Ese joven de ojos color miel era mi novio desde hace 6 años, casi 7, fuimos novios desde la primaria, realmente éramos la pareja estrella de entre nuestros amigos por todo aquel tiempo juntos.

Le miré confundida pues no entendía su reacción, lo más lógico es que después de no vernos 8 meses viniera a mis brazos por algo de afecto, ¿o no?
Aclaro su garganta y me miró con nervios, conocía a aquel chico de pies a cabeza, algo le sucedía, se veía claramente que navegaba mucho en sus pensamientos, sonreí y suspire. —Ahora en que problema te metiste, Daniel.— Dije en tono burlón mientras camine hacia mi recámara para tomar dejar mi toalla colgada, tome mi peine y comencé a cepillar mi cabello.
Daniel entró en mi habitación algo nervioso intentando explicarme algo, pero simplemente no decía nada hasta que rompí aquel silencio. —De acuerdo, ya te estás comportando muy raro, ¿qué te sucede?—

Tragó saliva y soltó un suspiro pesado, realmente era malo lo que me diría, me prepare un poco para la noticia, quizás no había logrado entrar a la misma universidad que yo, no lo sé, pero ya me esperaba cualquier mala noticia.

—B-bueno... Lo que sucede es que...es...es.— Comenzó a tartamudear repitiendo palabras y en su rostro se notaba una inseguridad enorme, aquello me preocupó aún más, ¿en qué se había metido? —Cariño, hemos resuelto cosas peores, confía en mí— Dije en tono dulce mientras intentaba acercarme a el de nuevo.

—Ok, ok, como te digo esto... Ehm, digamos que acabo de entrar en un conflicto y creo que lo mejor sería que terminemos— Me respondió entre enredos y balbuceo, se notaba que no podía acomodar sus propias ideas, le miré confundida y suspire.
—¿Terminar en que sentido?— Pregunté en tono curioso pues no había entendido del todo sus palabras.

Él simplemente cubrió su rostro con desesperación, intentaba no estresarse a sí mismo, algo lo estaba afectando sin duda y tenía que descubrir el que era, tome las riendas del asunto y le arrastré tomándole de la mano hasta mi sala, ahí lo senté y le miré atentamente.
—Muy bien, me dirás qué está pasando, deja de darle tanto rodeo.— El simplemente apoyo su brazo en su pierna y se acarició el cuello, como si estuviera adolorido o cansado, yo por mi parte seguía sin entender nada, ¿por qué actuaba tan extraño?

—Mira, no quiero que te alteres, tú y yo siempre hemos resuelto nuestros problemas sin discusiones ni dramas así que quiero que te mantengas tranquila— Dijo en un tono de voz neutral, parecía que al fin se estaba tomando las cosas con madurez, aunque aquel tono de voz también me dio una idea de lo grave que era, ya que normalmente Daniel era alguien carismático.

—Claro, me mantendré tranquila, solo dime lo que te molesta— Al igual que él intente tomarme las cosas de manera sería, observe a aquel chico y su reacción solo fue suspirar de manera pesada, ya era la segunda o tercera vez que lo hacía, cosa que no era normal, él siempre ha sido alguien alegre, energético y como dije antes, carismático.

—Susan, soy gay— ¿qué?, ¿cómo?, ¿había escuchado bien?, quedé en shock, no sabía que decir ni cómo actuar, nadie te da una guía del que hacer si tu novio desde hace 6 años se vuelve gay, obviamente me enfade, pero intente tomarme las cosas con calma, después de todo le dije que me mantendría tranquila, respire profundamente e intente calmarme, pero era más que obvio que aguantaba mis ganas de abofetearle. —A ver si entendí, te fuiste 8 meses a Manhattan por un trabajo que tenía tu padre y vuelves diciéndome que eres gay, no lo entiendo.– Le respondí en un tono de voz un tanto molesto, era obvio que no podía tomarme aquella estupidez a la ligera, ¿cómo era posible que solo 8 meses bastarán para joderlo todo?, era algo estúpido.

—Si, básicamente, pero espera que te lo explicaré, estos meses que estuve en Manhattan por el trabajo de mi padre, conocí a un chico muy interesante, no te voy a mentir, el chico es muy lindo. Bueno, la cosa es que él también vive aquí en Baja California y creo que realmente quiero conocerlo a profundidad, sabes perfectamente que es raro que me interese conocer a alguien nuevo.— No pude evitar observar como sus mejillas se coloreaban de un rozado muy lindo, cosa que ya no pasaba conmigo, aparte era cierto, Daniel no era muy sociable, quizás tenía una gran personalidad, pero odiaba rotundamente hablar con alguien nuevo por el simple hecho de que no entendería sus bromas, aun así no lo aceptaba, no, solo hacía falta de 4 meses para cumplir 7 años, no me podía hacer esto.

—Pero no puedes tirar nuestra relación a la mierda, Daniel, ¡ya casi tenemos 7 años juntos!— Elevé mi voz, no iba a negar que me estaba comportando como una niña caprichosa, pero realmente, ¿quién guardaría la calma en una situación así? —Entiendo, sé que está mal, pero, ¡intenta ponerte en mi lugar!, Susan.— Se estaba desesperando, no quería discutir así con él, pero realmente no podía tomarme a la ligera aquella decisión de separarnos, realmente aún lo amaba, no quería que me dejara de lado, mi desesperación me creo un nudo en la garganta, tenía unas enormes ganas de llorar y aparte de todo eso sentía como mi respiración se cortaba, sintiendo como si me asfixiaran, era un sentimiento horrendo.

Después de 5 minutos en silencio no soporte más y comencé a llorar, él me miró con un rostro de arrepentimiento, se acercó a mí y me tomo de las mejillas, limpió algunas de mis lágrimas y me abrazo. —Disculpame, mi intención no era hacerte llorar— Dijo en un susurro mientras acercaba su boca a mi oído, correspondí al abrazo pues me hacía demasiada falta, aparte eso me dio tiempo para reflexionar y darme cuenta de que realmente me estaba aferrando a algo muerto pues una relación necesita que ambas personas se amen y era más que obvio que él ya no me amaba, ¿o si?

—¿Me amaste?— Pregunté en un tono de derrota total, estaba totalmente destrozada o al menos eso creía. —Siempre te he querido como una gran amiga, pues realmente siempre estás ahí, pero...no te voy a mentir, al tercer año juntos deje de sentir el mismo amor que cuando empezamos a salir.— Esas malditas palabras fueron lo necesario para mandarme a la mierda, le empuje con fuerza para alejarlo de mí, a lo que él respondió intentando abrazarme otra vez.

—¡No me toques!, ¡no quiero que me toques!— No quería verlo más así que con ira le tome del brazo y lo arrastre fuera de casa, le grite cosas horribles, pero no recuerdo muy bien el que le dije, mi mente estaba nublada por el enojo que sentía que ni siquiera podía pensar con claridad antes de hablar, cerré mi puerta con fuerza en su cara y me quedé en silencio al menos dos minutos antes de escuchar el como se alejaba.

Me pegue a la puerta de espaldas y me deje caer al suelo, eleve mis rodillas y me abrace a mis piernas mientras escondía mi rostro en ellas, las lágrimas brotaban naturalmente, no podía controlar la rapidez con la que salían y de nuevo sentía como mi propia respiración me ahogaba, era incapaz de pasar el aire regularmente, me costaba, se formó un nudo en la garganta tan doloroso que ni siquiera podía llorar como se debía, solo sollozaba y mi pecho... Mi pecho me dolía tanto que era un sentimiento comparado con el de un paro cardíaco, solo que a este dolor los doctores le llamaban el síndrome del corazón roto, me sentía inservible, ¿qué me faltó para hacerlo feliz?, para qué me amará, ¿qué hice mal?, ¿en qué me equivoqué?, me sentía insuficiente.

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⏰ Última actualización: Jul 20, 2022 ⏰

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Un mal sabor de bocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora