Capitulo 4

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.Zadckiel.

Después de ver cómo Ilaria se alejaba por las calles del pueblo acompañada por Aramis y Dyron, la preocupación comenzó a cesar en su interior efusivamente.

—Brío, Thex—llamó a dos guardias más que se acercaron rápidamente con las manos, una en sus espaldas y otra sobre sus espadas al reverenciarse frente a él—Ustedes vendrán conmigo, no llevaré a todos los hombres—ordenó.

—Cómo usted diga, joven Zadckiel—dijo Brío el guardia de tez blanca y ojos cafés inclinándose un poco hacia adelante.

Comenzó a caminar con una mano sobre la funda de su espada en dirección a la casa de reunión donde vería al mensajero. Zadckiel ya habia visitado este pueblo en el pasado, conocía las calles por las que iba y sabía a dónde ir. Minutos más tarde llegó frente a la puerta de aquella casa que buscaba.

No necesitó ordenarlo para que ambos guardias que lo acompañaban se posicionaran a ambos lados de la puerta por dónde entraría. No necesitaba decirles que esperaran, estaban entrenados.

Zadckiel entró a la casa. Un gran vestíbulo lo recibió, algunos retratos colgaban de las paredes, un piso superior en la parte de arriba, y una gran mesa en el centro del vestíbulo dónde se organizaban las reuniones. Escuchó la madera crujir debajo de sus botas cuando se adentró a la casa confundido al no ver a nadie.

—¿Hola?—dijo tratando de llamar la atención de la completa soledad que precensiaba.

Una soledad que cesó cuando entre las oscuridad que habitaba en una de las esquinas cerca de una ventana una silueta comenzó a levantarse.

—Tú debes ser aquel al que le llaman, joven Zadckiel, ¿No es así?—pronunció la silueta caminando hacia la luz que entraba por las ventanas.

La voz gruesa de un hombre había resonado por la habitación. Un hombre de barba gris, cabello atado en lo alto de su cabeza y ropas de cuero fino se acercó lentamente hacia donde Zadckiel lo observaba sin emitir un solo sonido o movimiento.

—¿Usted es el mensajero?—preguntó Zadckiel—¿Rhada...?

—Rhadamanthus Lhecrot—interrumpió el hombre antes de que Zadckiel se equivocara al pronunciarlo—Pero soy más conocido como el mensajero real y mano derecha de la reina Atrís.

Zadckiel escuchó atento antes de asentir con su cabeza mientras que él mensajero de nombre extraño se acercaba a la mesa detrás de Zadckiel. El hombre se sentó y le ofreció el asiento frente a él para que lo tomara.

—Por favor—le señaló a Zadckiel.

Este tomo la silla, la arrastró hacia atrás y se sentó frente al sujeto de mirada dura, como la de él.

—Nos informaron que la reina Atrís enviaría un nuevo presente al reino de Armar—comenzó —Supongo que debe ser algo sumamente de importancia ya que está aquí para entregarlo; no es el mensajero con quién suelo reunirme. Pero aún no logro entender el porqué.

Era una pregunta que se había hecho desde que había leído la carta, cada vez que la reina enviaba un presente a Armar, solía enviarlo un guardia, y ahora envió personalmente a su mensajero. No era algo normal y era lo que causaba la desconfianza en aquel encuentro. El mensajero lo observaba cauteloso, casi con la misma cautela con la que lo obsevaba Zadckiel a él. Era de esperarse, eran dos enviados a reunirse con personas de reinos diferentes.

—Pareces un chico rudo, valiente, y sobre todo, fuerte—empezó a hablar el mensajero ignorando el comentario de Zadckiel—Esa cicatriz era mortal, solo los Dioses sabrán como te la hiciste y sobreviviste—realizó una pausa—Te ví llegar aquí, ví como tus guardias obedecían tus órdenes sin quejarse, ví como te respetaban. Si, siento que te conozco bien, jóven Zadckiel

LA ESPOSA DEL REY {Los Cuatro Reinos #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora