A de Amargado.
Amargo, esa es la palabra perfecta para Honduras, era un amargado que al principio no deja nada que desear y más encima deja mal sabor de boca, y un semblante de disgusto.
Para México fue exactamente los mismo, al principio, era como buscarle dulzura a un café negro puro y duro; así era él, pero ese sabor poco a poco fue cambiando su semblante y sabor, permaneciendo aún el sabor amargo, pero esta vez, con toques sutiles de azúcar.
Ahora, degusta el perfecto sabor a amargo de Honduras, amando las sutiles y transparentes acaricias de azúcar.
Disfruta de la presencia amarga, apática y antipática del mismo, porque sabía que era una sutil tapadera, detrás de eso había un punto dulce que México podía ver y sentir lo cálido.
Ni más ni menos, un perfecto balance si se lo preguntan.
B de Beso.
El primer beso, creo que fue demasiado cliché, como en todas las películas románticas que existen en el mundo.
La primera cita salió a la perfección, para luego los dos salir del restaurante en camino a un parque que estaba a unas cuadras lejanas del local donde pasaron su cita.
La luna, poco a poco hacía su aparición, dejando que las estrellas guiará el camino de la pareja; sus manos estaban juntas y sus dedos entrelazados.
— ¿Puedo darte un beso? — México freno su andar, provocando que el más bajo imitase lo mismo.
— ¿Qué pasa con vos?, ¿Y eso qué ahora buscas de mi respuesta?, Si sólo te la pasas robándome besos cada dos por tres. — aunque su semblante estaba marcado, sus palabras fueron dirigidas con cierta burla hacia el mayor.
— Es increíble que no sepas diferenciar entre un pico y un beso; estoy hablando de un buen beso, no de esos de chamacos infantiles. —
— Bueno Romeo... ¿qué esperas? —
Dicho y hecho, México despego sus manos para llevar las propias a las mejillas de Honduras, atrayéndolo a un verdadero beso, uno con ganas y mucho amor de por medio.
C de Calor.
Los días de invierno era la época favorita de Honduras, pero tenía un amor y odio cuando esta época comenzaba, le gustaba ya que su cuerpo se mantenía calmado, pero lo dejaba muy mal de salud.
— ¡México!, Ven. — Honduras se removió bajo las sabanas al escuchar las fuertes pisadas apresuradas de México, quien subía corriendo las escaleras, para luego verlo parado en el marco de la puerta. — abrázame. — le ordenó.
México hizo caso a la orden, metiéndose bajo la sabana y enrollar sus brazos en la cadera del más bajo, estando en la posición de cucharita, metió su nariz en el cuello de Honduras, proporcionándole de su calor.