𝟎𝟗| 𝙲𝚘𝚛𝚊𝚣𝚘𝚗𝚎𝚜 𝚃𝚎𝚛𝚌𝚘𝚜

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Habían pasado casi una semana completa de aquella noche, Saanvi absorbida por sus emociones había estado casi en agonía, por lo que Tina y Carol sacaron el plan de ir a las piscinas, una idea brillante considerando el día soleado que les acompañaba. Al llegar, Saanvi se percató de que Heather era una de las salvavidas. Heather lucía un traje rojo demasiado coqueto, el pelo recogido en un chongo, un silbato colgando por su pecho y unas gafas de sol que le daban un aire de autoridad y misterio.

—Chicas, vamos a ponernos los trajes de baño —dijo Tina con entusiasmo.

—Vayan, yo me quedaré con lo que traigo —respondió Saanvi, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

—¿Estás segura, Saanvi? —preguntó Carol, con una ceja levantada. La castaña asintió varias veces, decidida.

Ambas chicas entraron a las regaderas, mientras que en ese mismo segundo, Saanvi se dio cuenta de que en uno de los camastros se encontraba la señora Wheeler, luciendo un traje de baño muy colorido. Saanvi la miró con el ceño fruncido, pues le parecía raro verla por allí, pero no le dio demasiada importancia. Después de todo, el día estaba soleado y no había nada mejor que pasar el rato con amigas junto a las piscinas.

Las tres chicas estuvieron charlando fuera del agua, disfrutando del sol y bronceando sus cuerpos. El calor del sol acariciaba sus pieles, y las risas llenaban el aire, creando una atmósfera de pura alegría. Tina y Carol, finalmente, no pudieron resistir más la tentación del agua fresca y se lanzaron a la piscina, mientras que Saanvi prefirió quedarse en la orilla, sumergiendo solo sus pies en el agua, disfrutando de la sensación refrescante en contraste con el calor del día.

Heather, la salvavidas, bajó de su trono en ese momento, habiendo terminado su turno. Con su traje rojo y su porte seguro, se mezcló con la multitud mientras las adolescentes y las señoras murmuraban entre sí, compartiendo chismes y risas. La atmósfera estaba cargada de entusiasmo y alegría, y Tina y Carol no eran la excepción.

De repente, un rubio apareció en escena, atrayendo todas las miradas. Llevaba unos shorts rojos, un silbato colgando de su cuello, lentes de sol que ocultaban sus ojos y un cigarrillo en los labios. Su torso y brazos, bien definidos, brillaban bajo el sol, y todas las chicas lo observaban con atención, sus bocas y ojos bien abiertos en asombro.

—No sabía que era salvavidas —soltó Tina desde dentro de la piscina, su voz llena de sorpresa.

—Yo tampoco —respondió Saanvi, tratando de mantener la compostura. Tina y Carol voltearon a verla, sus ojos llenos de curiosidad.

—¿Tuviste algo que ver con él? —preguntó Carol, con su tono insinuante.

—Llegué a verlos juntos un par de veces —añadió Tina, su voz cargada de intriga. Saanvi sintió un nudo en el estómago; no quería compartir más detalles, al menos no con ellas.

—Para de verlo, te lo estás comiendo con la mirada —dijo Carol con voz burlona, notando la forma en que Saanvi observaba al rubio. Estaba sorprendida de ver a Billy vestido como salvavidas.

—Esperen un momento —dijo Saanvi, poniéndose de pie y dejando a sus amigas atrás.

Forzó la garganta, decidida a acercarse a él, pero se detuvo en seco al escuchar el sonido del silbato. El sonido agudo resonó en el aire

—¡Oye, bola de sebo! ¡Nadie corre en mi turno! ¡Si vuelvo a advertirte, estarás vetado de por vida! ¡¿Eso quieres, bola de sebo?!— La voz de Billy resonó por todo el lugar, dirigiéndose a un pobre niño que corría por las orillas de las piscinas. —Eso pensé—añadió Billy después de que el niño negara con la cabeza, asustado.

𝗠𝗶 𝗣𝗿𝗶𝗺𝗲𝗿 𝗔𝗺𝗼𝗿; Billy HargroveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora