A veces queremos continuar con nuestra vida, así sin más. No nos apetece pensar en nada.
Sin embargo, hay un día, un día cualquiera, en la que de repente hay algo que ha cambiado. No sabes muy bien el qué, solo que una pequeña presión se ha instalado en tu pecho y que tu cabeza no puede centrarse porque tiene un pensamiento en alguna esquina que no deja de molestar.
Hoy es uno de esos días. La presión en el pecho todavía es ligera, pero el pensamiento amenza con mostrar sus dientes. Claro que sé porque ha venido a molestarme. Hoy ya no sé si tu y yo somos suficiente. Me he dado cuenta de que a veces, cuando miro a mi futuro sigo sola, libre, viviendo mis sueños. Sueños que se trasladan de lugar, saltando océanos.
No sé si esta nueva idea ha nacido porque siento que me alejas o porque te estoy alejando yo. Caímos en un pozo negro, en el que las escaleras apuntan a una luz blanca infinita muy lejana. Y apareció una puerta, una puerta pequeña, en la que el precio a pagar es la soledad. Pero eso nunca me molestó. No podría calcular las distancias hasta ahí, solo se que podría llegar hoy o no llegar nunca, quizá incluso llegar mañana y decir seguir subiendo hacia esa luz que todavía se ve tan lejana.
Ya no somos dos. Hoy somo 3, tu, yo y ella. Y quizá seamos 4 si le contamos a él. Que dificil después de tantos años siendo tu y yo. Empezamos este proyecto juntos, pero te seguiste en solitario y me destrozaste, la confianza se perdió y que lenta es la recuperación. Las heridas siguen ahí, no son aún cicatrices. Y ahora me dices que te quieres ir. Que quieres descubir lenguas perdidas y encontrar una nueva vida, pero que volverás. Volverás en unos meses nuevo y con energía. Y yo seguiré aquí, con la misma rutina, la misma vida. ¿Nos gustaremos entonces?¿Seguiremos queríendonos?
Ni si quiera se si es eso lo que me preocupa. Siendo sincera, creo que me enamoraré un poco más de mí y de mi soledad. Fuimos muy felices juntas, y si te vas, no se si volveremos.
