Capítulo Cincuenta: Nuestro Sacrificio

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Aldebarán

—¡Rápido, hombre! —. Grité a mi hermano cuando un fuerte estruendo se escuchó contra la puerta del templo. 

Nuestro hogar.

—¡Ya estoy aquí! —. Lealtad gritó aceleradamente —. Los guardianes tratan de detenerlo lo más que pueden pero no durarán mucho, así que tenemos que darnos prisa si vamos a hacerlo—. Se colocó a mi lado y una vez que tomó mi mano, los ocho nos miramos sin decir nada al respecto.

La decisión ya estaba tomada.

—No lo hagan... —. Escuché su voz en un susurró suplicante, casi delirante.

Vi a mi madre tirada en el suelo con el pecho ensangrentado después de que mi propio padre le hubiese arrancado el corazón y devorado al instante.

—No está a discusión —. Libertad dijo con decisión.

Todos rodeamos a madre y aunque teníamos claro que después de esto no habría un "futuro" para nosotros, no importó. Cada uno conocía claramente cuál era el deber que teníamos para con el Páramo y la Tierra.

Somos los hijos de la Luna, oscuridad y luz de la noche. Nosotros, las ocho estrellas del invierno, nos entregamos hoy al cielo y damos nuestra vida a nuestra madre cumpliendo el juramento de honor y lealtad que cada uno prometió a ella el día que ascendió el sol por primera vez en la Tierra.

Mi hermana menor, Capella de Amor, fue la que siguió con la profecía que ya había sido decretada.

Con ferviente amor y en total libertad, entregamos hoy nuestra vida en sacrificio a nuestra amada madre.

Por un momento me detuve a ver a mi madre a los ojos y sonreí calmando su angustiado corazón que ahora era inexistente.

»No te preocupes, Luna. Nosotros seremos tu corazón por siempre«

Cástor de Honor, Proción de Lealtad y Pollux de Alegría eran los que estaban a la cabeza mirando con tristeza a nuestra madre que sólo giraba su cabeza viendo a los hijos que le quedaban, entregarse por completa voluntad a la muerte.
Betelgeuse de Justicia y Sirius de Bondad, por otro lado, se hallaban a sus costados tratando de calmarla con sus miradas llenas de ternura que siempre los habían caracterizado.

Yo por otro lado, Aldebarán de Sacrificio, sólo podía sentir un profundo sentimiento de desdicha sabiendo que una vez más, madre perdería aquello que tanto amaba.

Sus hijos.

—No te detengas, Capella —ordenó Betelgeuse cuando la voz de nuestra hermana tembló por su llanto—, o esto no funcionará.

—Él tiene razón —Cástor dijo con amargura—, no podemos flaquear. La vida de nuestra madre depende de nuestro sacrificio.

—Hay que hacerlo juntos —ordené viendo a Pollux quién sollozaba en completo silencio—, sin arrepentimientos y unidos como lo que somos. Hermanos.

Aldebarán tiene razón, unión es lo que Varulv nos enseñó. Honremos su legado.

Todos asentimos y una vez más dirigimos nuestra mirada al cielo al profesar.

Cielo etéreo, escúchanos.

Mis siete hermanos y yo nos miramos mientras repetimos juntos la última parte del juramento que habíamos hecho a nuestra madre. Jurando entregar nuestra vida por ella de ser necesario.

El Destino De Un Alfa © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora