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Thaile.

El siguiente día, la alarma suena y me despierta con el cuerpo adolorido, recordándome la intensa tarde de ayer. A pesar del dolor, sé que no puedo perder tiempo, así que me esfuerzo en prepararme rápidamente, con la esperanza de que sea la última vez que tenga que enfrentar esa situación.

Mientras me cepillo los dientes, escucho el anuncio de una funcionaria:

—Correspondencia de última hora de ayer, señoritas.

El trío de chifladas se muestra emocionado al escuchar el anuncio, y me doy cuenta de que están esperando sus cartas. A Kenny le entregan un sobre manila de donde saca dibujos infantiles, que la hacen sonreír con ternura. Perica y Barbie también reciben sus cartas, que empiezan a leer con avidez.

Una custodia se acerca a mí, sosteniendo una caja negra acartonada con el logo de Victoria's Secret. Me siento confundida al ver el paquete.

—¿Y esto? —pregunto, apartando el cepillo de dientes en el lavamanos.

—No lo sé, pero parece que son flores. ¿Por qué no abres la caja y lo averiguas? —responde la funcionaria con una expresión que mezcla curiosidad y diversión.

Con una mezcla de intriga y desconfianza, escupo la espuma y abro la caja. Mis ojos se agrandan al ver el contenido: una decena de conjuntos de ropa interior de alta gama. Dentro de la caja, una pequeña tarjeta dice:

"Con mucho odio, Marc."

No sé si sentirme ofendida o halagada, si agradecerle o salir de aquí y estrangularlo por este 'detalle'. El gesto me confunde profundamente.

—Dios, se nota la calidad —dice Perica, tomando una braga negra de seda y extendiéndola sobre su entrepierna—. Yo solo consigo las del mercado de pulgas.

Se la arrebato con un calor estúpido en las mejillas.

—Parece que alguien se portó bien ayer —se burla Barbie—. ¿Será que me las modelas, reinita?

—¿Nos regalas un par a cada una? —insinúa Kenny, con una sonrisa traviesa.

—¡No y no! —respondo, cerrando la caja con frustración y maldiciendo al remitente.

Dejo la caja sobre mi litera mientras me dirijo al comedor. Esta vez, el desayuno consiste en una avena que huele a podrido, provocando arcadas que trato de disimular. La comida es repugnante, y no tengo intención de comerme esta porquería. Me obligo a tragar un par de bocados para evitar levantar sospechas, pero en mi mente, solo deseo que el día pase rápido para poder salir de aquí.

Barbie comenta mientras mira hacia el televisor encendido por una custodia:

—La verdad, nos dejaste impresionadas anoche con tu exposición sobre hackeo. Pero una cosa es la teoría y otra la práctica.

El televisor muestra la imagen de Marc siendo entrevistado en el barrio donde crecí. Mi estómago se revuelve al ver su rostro en pantalla. ¿Qué diablos está haciendo allí?

La noticia destaca una jornada intensiva organizada por las organizaciones que apoyan la candidatura al Senado del secretario, destinada a ayudar a niños y adolescentes en esos "barrios marginales".

—Nuestro objetivo es brindarles a estos jóvenes oportunidades que, por diversas circunstancias, sus padres no pueden darles, evitando que recurran a otros recursos... delictivos —dice el secretario. Ruedo los ojos ante su evidente indirecta. —Trabajamos de la mano con psicólogos, trabajadores sociales y miembros del consulado para quienes no tienen papeles.

—Sin duda, una labor muy admirable, señor —adula la periodista—. Pero cuéntenos, ¿qué pasó con la señorita Mitchel?

El secretario desvia la mirada y hace una pausa incómoda mientras en la pantalla proyectan fotos nuestras. Las presas en el comedor me observan con una curiosidad sin disimulo.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora