1- El comienzo

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La guerra hace tiempo que se terminó. La armonía vuelve a fluir en todas las partes del mundo. Pero aún muchos al oír algo sobre la nación del fuego, se les puede ver en su actitud, que hay cierto odio y rencor. Siendo honesta no los culpo, se de lo que mi propia patria fue capaz de hacer. Lo peor del caso, es que por un tiempo fui parte de todo eso. Me presento, mi nombre es Aiko, tengo 15 años y para mí mala suerte soy originaria de la nación del fuego. Tal vez se pregunten porqué estoy escribiendo todo esto, la razón en concreto es desvelar todas mis memorias, y tal vez poder apaciguar el caos de mi mente. También quizás, poder cambiar la percepción que se tiene sobre los maestros fuego. Está es mi historia.

El sol florece en todo su esplendor en lo alto del cielo. El calor es intenso, la brisa del mar lo hace apenas tolerable. A donde sea que mires hay arena, así siempre ha sido la isla Ember.

Ahí estaba yo, una pequeña pueblerina de solo 4 años de edad construyendo lo  que se suponía que eran castillos de arena. Una ola sobrepasó la orilla de la playa, llevándose consigo mi pequeño castillo y mis sueños de ser arquitecta.

Muy molesta, y empapada, me levanté para reclamarle al mar (Cómo si eso me fuera a funcionar). La ira se convirtió en miedo, al ver que se aproximaba una ola de casi dos veces mi tamaño (Claro, yo la ví muy grande en aquel entonces por estar muy chaparrita).

Sin tener mucho tiempo solo estiré los brazos para protegerme. En ese momento ocurrió lo que menos pensaba, de mis manitas brotó una llamarada que evaporó la ola y se extendió todavía más a lo profundo del mar. Me quedé estupefacta, fue algo asombroso en un primer momento, aún que en el presente creo que más bien fue una maldición.

Las personas alrededor mío quedaron sorprendidos, al fin y al cabo, no es normal que una niña tan chica pudiera usar fuego control, y menos crear una bola de fuego de ese tamaño. No pasaron ni dos segundos cuando un señor me sujeto del hombro.

– Oye niña, ¿Cómo te llamas?– Se veía algo intrigado.

Alcé la cabeza y lo mire fijamente. Parecía muy alto y musculoso. Tenía una barba de chivo muy rara. El pelo demaciado largo como para ser hombre, también tenía una colita de caballo muy chistosa. En lo profundo de su rostro se encontraban un par de ojos con un color ámbar, aquella mirada tenía algo que hasta la fecha me produce pánico.

– ¡Qué le importa!– Me solté de su agarre, le saqué la lengua y me fui corriendo. Después de todo, mi madre me había dicho que no hablara con extraños.

Con pasos torpes, pero acelerados llegué a mi casa. Mi madre estaba en la cocina, al verme dejando charcos por toda la casa me llamó.

– Aiko, ¿Te metiste al mar?– Me quedé quieta, sabía que sí le decía que si me metería en problemas.

– Ehh... ¿No?– Siempre fui terrible para mentir.

– ¿Cuántas veces te he dicho que no te metas al agua sino estoy yo o tu papá? ¿Qué pasaría si te lleva la marea?– Me fulminó con la mirada, no me quedó de otra más que agachar la cabeza. – Y el colmo es que dejas mojado todo el piso, te me vas a secarte y cambiarte ahora mismo.–

– Chi mamá.–

– Cuando acabes vienes a comer.–

Llegué a mi cuarto, una humilde habitación de 3 metros por 3 metros. Apenas cabía una pequeña cama y un mueble con ropa. Tome una toalla y me la puse como si fuera una monja de algún templo aire. Tenía algo de frío. Sin más me frote la cabeza y cambié de ropa. Era una playera y unos pantalones holgados de un tono medio rosa.

– Aiko, ven aquí un momento.– La voz de mi madre se notaba algo angustiada. Por lo que me moví rápido para saber que pasaba. Al salir del cuarto me topé de lleno con mi padre.

– Papi, ya llegaste.–

– Hija, necesito que te portes bien, ¿Si?–

Solo asentí, no sabía bien el por qué, pero tampoco pregunté. Avanzamos por el corredor hasta llegar a la sala. Quedé boquiabierta y me escondí detrás de las piernas de mi padre. ¿Qué se suponía que hacía el hombre de la playa en mi casa? Y al parecer no venía solo, a su lado estaba una mujer, que por cierto se veía muy linda.

– Realmente le pedimos una disculpa por lo que hizo nuestra hija. No es la forma en la que se debe de tratar a la familia real.–

Así como lo oyen, ese día le falte al respeto al mismísimo señor del fuego. Ahora me da mucha risa la situación, pero en ese momento me quería morir.

– No se preocupe, es solo una niña. No me sorprende que actuará así cuando un desconocido le trató de hablar.– Contesto la mujer. Volteó a verme y me dió una sonrisa cálida. Ella siempre fue de esa forma tan amable.

– No estoy aquí por eso. Sino por el potencial que mostró su hija está tarde.– Esa voz onda y grabé que me produce escalofríos salió de la persona que más odio en el mundo.

– ¿Potencial? – No me sorprende que mis padres no supieran lo de la ola.

– Por supuesto, su hija fue capaz de crear una bola de fuego bastante grande. Me interesaría desarollar su talento.–

Mis padres se miraron entre ellos, ¿Su pequeña Aiko haciendo fuego control? Eso resultaba algo imposible, ninguno de la familia era un maestro, solo eran simples pescadores. Seguían sin poder creerlo.

– Eso no puede ser posible. ¿Es cierto Aiko?–

– Chi.–

– No quiero presionarlos, así que los invito a comer. Después hablaremos sobre el asunto. Con su permiso, me retiro.–

Se marchaban por la entrada, hasta que yo sujeté el largo kimono de la mujer para llamar su atención. Giró hacia mi.

– ¿Sucede algo?–

– ¿Me puede decir su nombre?– Moví la cabeza a mi lado derecho.

– Por supuesto, mi nombre es Ursa.–

Ese día fue cuando la conocí, a la persona que me cuidaría como si fuera uno de sus hijos, la que me dió cobijó en los días fríos. Y tristemente a la persona que no pude cumplirle la promesa que le hice. Todavía me atormenta su espíritu de vez en cuando.

Avatar la leyenda de Aang: La historia jamás contada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora