Capítulo 13

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Alex entró en la habitación, estaba dormida, y aun cuando le daba mucha pena despertarla, tenía que hacerlo. Volverían a casa y esperaba partir después del desayuno. Acababa de mandar una nota con un mensajero para que sus padres no enviasen los baúles que no se habían llevado, diciéndoles que ellas estarían de vuelta esa misma tarde.

En el reposo, sus facciones eran las de una niña, no se podía comparar con la expresión demudada de la noche anterior cuando entró en crisis. Se sentó sobre el colchón con sus caderas rozando las de ella. El calor invadió su corazón. La amaba. El pensamiento fue tan repentino como bienvenido. Sonrió. Era hermosa, pero no era su belleza la que le había robado el corazón en tan solo dos semanas. Era su forma indómita de comportarse, la manera abierta de mirarla. Sabía que no debía, pero igualmente lo hizo. Se inclinó sobre ella con un brazo a cada lado del cálido cuerpo. Retiró un poco la bata, y admiró los rosados pezones que se intuían bajo esa fina capa rosa que era su camisón. Le posó una mano sobre el cuello esbelto y lo acarició con delicadeza. Sus senos se veían tan suaves como la seda que los cubría. Ascendió por aquella columna de seda hasta la nuca, se inclinó sobre el tranquilo rostro, y apoyó sus labios sobre los de ella.

Era como ambrosía para sus sentidos.

El corazón se le subió a la garganta y el estómago protestó con ansias al tiempo que una potente erección se erguía en el interior de sus pantalones cuando ella respondió a su beso.

—Despierta, dormilona —susurró junto a su oreja—. Es hora de irse.

La acariciaban como si fuese de porcelana. Alguien susurraba junto a su oído, y, entre sueños, aún se arrebujó contra el cuerpo cálido que la abrazaba. Un rostro bello de ojos profundos y verdes como una esmeralda se cernía sobre ella. La besaba unos labios cálidos, y mariposas la acariciaban como acariciaría los pétalos de una rosa recién cortada.

Tímidamente abrió los ojos y centró su atención en la cabellera morena que se perdía en el escote de su camisón buscando y encontrando sus henchidos pechos. Una oleada de vergüenza la inundó. Por ella misma, por Alex, por lo sucedido en la noche. Un gemido estrangulado salió de su garganta, y sus ojos verdes se fijaron en los suyos.

—¿Cómo puedes acariciarme de esa forma? Soy una asesina —estalló

entre lágrimas, y todo su cuerpo se convulsionó.

El corazón de Alex se rompió en mil pedazos. Se sentó erguida sobre el colchón, la encerró entre sus brazos y la acomodó sobre su regazo.

—Mejor una asesina que una muerta —dijo con voz dura—. Ese hombre te habría matado a ti y a tu querida niñera después de conseguir lo que pretendía, sin remordimientos, ni conciencia —aseveró—. No tienes por qué sentirte como si fuese culpa tuya. No pediste a nadie estar allí, y agradezco a los cielos que fueses tan rápida de movimientos como para proteger, no solo tu vida, sino también la de otro ser humano —concluyó mientras intentaba calmar con su cuerpo los temblores de ella—. Así que cesa el llanto, regresamos a casa de mis padres.

Ella escondió el rostro en el cuello de Alex.

—Me siento basura. No puedo evitarlo. Cuando me acaricias, me olvido de todo. Cuando me besas, me siento limpia. Cuando me abrazas, me siento segura. Pero no soy capaz de ir más allá.

—Tendré que practicar en ese aspecto la paciencia. Pero ahora, levanta ese precioso culo de mis rodillas y vístete. Tenemos unas cuantas horas de camino.

Ella así lo hizo. Sonrojada desde el pecho hasta la raíz de sus rubios cabellos. Dio un paso hacia atrás y le volvió la espalda. Un gritito de sorpresa escapó de sus labios cuando sintió la palmada que le propinó a su trasero.

🔱 MY LADY 🔱 G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora