Regazo

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Loid Forger tensionó su mandíbula sintiendo que se le dificultaba respirar, era como si el aire se sintiera caliente y pesado, lanzó una fuerte exhalación buscando recomponerse, pero tenía que concentrar todas sus fuerzas en apenas mantener la taza de té, entre sus manos temblosas.

Su última misión, los últimos instantes de ella le hicieron replantearse el sentido de toda su trascendencia, del legado de lo que lo que era ser Twilight, del sentido de su propia vida. Intentó dar un sorbo pero el líquido pareció detenerse en su garganta y tuvo forzarse a tragarlo, cerró los ojos un instante y allí observó de nuevo sus ojos, aquella mirada infantil llena de temor y desasosiego, de la que él era culpable.

— ¿Cómo pude hacerlo?—se preguntó en un susurró con una voz ahogada.

Aquella misión parecía una común, neutralizar dos objetivos para la seguridad nacional y obtener la información que poseían, se encontraban en una oficina de gobierno y Loid solo tenía que usar sus tácticas de infiltración y adentrarse hasta su oficina. Se disfrazó como personal de intendencia, una media hora más tarde había sobrepasado toda barrera de seguridad. Actuó rápido, sin razonarlo, sin piedad, siempre había estado convencido de que era lo correcto y cualquier acción admisible, necesaria. Eso hasta que el último de los funcionarios corruptos estuvo en el piso derribado por uno de sus golpes y esto desató un gritó de súplica detrás de él.

Un niño había presenciado todo, era hijo de uno de sus objetivos y sus ojos inocentes jamás sería una amenaza para Westalis, ni un traidor, ni un peligro para la nación, solo su padre, únicamente su padre con el que salía a jugar los fines de semana, con él que iría a cenar luego de que saliera de su trabajo, alguien que admiraba y quería.

El infante se lanzó con rabia hacia Loid, por un segundo el haber visto esa cara llena de lágrimas por parte del pequeño, lo hizo proyectarse a si mismo hace tanto años atrás, cuando lo perdió todo.

El niño comenzó a darle manotazos con más fuerza de la que esperaría, Loid lo apartó sin hacerle daño y se alejó hacia la ventana desde la que pegó un saltó, el ruido hecho por el niño fue suficiente para alertar a seguridad y ahora tenía que huir.

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Yor deslizó sus dedos con cierto placer culposo a través de la hoja afilada de su daga dorada, con la punta de su lengua rozó su labio inferior mientras retiraba el líquido carmesí que combinándose con agua se perdía para siempre en el drenaje del lavabo, esbozó en la oscuridad una sonrisa mientras ocultaba entre sus ropas sus armas saliendo del baño de la casa de los Forger, su hogar. Su expresión cambió de forma radical de una letal a una mirada tímida e ingenua. Entró a su habitación, guardó con cuidado sus armas y se mudó de ropa a un camizón rosado que le llegaba por encima de sus rodillas.

Entonces lo vio.

Loid salía de la habitación de Anya, un pequeña de pelo rosado de un matrimonio anterior que Yor ahora había adoptado como suya.

La gran mayoría del tiempo fuera de la actitud que tomaba para su trabajo en su alter ego de Thorn Princess, Yor solía comportarse de manera muy distraída, excepto por una cosa, el estado de ánimo de quienes quería. Ella había criado a su hermano pequeño toda su vida y por esa razón había aprendido a detectar casi de manera instintiva como estaban otros.

Loid parecía afectado, se encontraba preocupado por algo, lo podía observar en su mirada. Pasó por la habitación de Anya la pequeña dormía profundamente y era muy probable que no se hubiera percatado de la presencia de su padre en su habitación.
Loid ni siquiera la había notado, con una mirada en el vacío había tomado de la cocina un té de azares y se había sentado en el sillón para tomarlo.

Yor se preguntó que era lo que le ocurría, tal vez le preocupaba Anya y su situación en el Edén o algo en su empleo como psiquiatra, no estaba muy segura que hacía en él, no había conocido a ningún otro psiquiatra en su vida, pero parecía ser muy duro.

Él era un buen hombre, era honesto, bien parecido, un padre ejemplar y bastante dedicado a su trabajo, si con alguien tendría que estar emparejada, le agradaba fuera él.

— Yo soy su esposa— afirmó para sus adentros— creo que debería hacer algo al respecto.

La chica de pelo negro avanzó hasta el con aquel pensamiento en su mente invadiendola por completo, dispuesta a hacer todo aquello que estuviera en sus manos para hacerlo sentir bien.

Se sentó a su lado, respiró profundo, haciendo uso de su fuerza lo atrajo hacia ella, siendo más específicos, llevando la cabeza de Loid hacia sus piernas, recostandolo en su regazo, sin darle tiempo de actuar deslizó sus hábiles dedos atraves de su costado, subiendo por su cuello y tomando entre ellos mechones de su pelo en forma de suaves caricias, no había hecho algo así en su vida, pero le salía natural, como un pajarillo que extiende sus alas por primera vez y a los pocos segundos está surcando el cielo. Yor surcaba así su cuerpo, de una forma íntima, cariñosa y gentil y el cuerpo de Loid respondía a cada toque, dejándose llevar como una pluma en el viento.

Su mano acariciaba su quijada subiendo por su barbilla cuando él terminó de frente y ella así divisó sus labios, un cosquilleo internó se originó en la boca del estómago de la chica y se exparció con rapidez guiando sus movimientos hacia él, aproximadose hasta quedar a escasos centímetros, hasta sentir el calor de su aliento y percibir los latidos de su corazón, envolviendo su rostro con sus manos, ultimó súbitamente la distancia entre ambos.

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Loid no se percató de su presencia hasta que sintió que lo alcanzaba, lo tomó del cuello y lo llevó hacia ella. Paralizado, podría decirse que indefenso ante aquella atmósfera alrededor de esa mujer, permaneció estático dejándose dominar por el calor que emanaba de su piel, por tenerla tan cerca a ella, por el perfume natural de su cuerpo, se perdió en instantes en esas caricias sorpresivas pero tan reconfortantes que parecían reanimar las células de su organismo que luego de lo que aquella tarde había decidido morir.

Pensó entonces que la razón por la cuál se tenía que repetir varias ocasiones durante el día que todo esto era una actualización, era por qué le parecía más auténtico que todo hasta ahora en su vida.

Aquella niña durmiendo en la habitación definitivamente evocaba su preocupación paternal y Yor, está mujer y lo que hacía sentir con un simple roce, ella era definitivamente su mujer.

Tal vez quien era y lo que hacía era necesario, lo sabía, pero las cicatrices ¿cómo podría olvidarlas?

Entonces, ocurrió.

Por uno de esos instantes que se sienten una eternidad, provó el cielo atraves de sus labios, el calor que envolvió su cuerpo inmoló en cenizas cualquier pena y temor en instantes.

¿Quién querría pensar en algo más en ese instante? ¿Qué otra cosa importaría más haya de que nunca terminará?.




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