JŪ ICHI

1.2K 140 29
                                    

Obito no despertó.

Él dormía todo el día, todos los días, y ni siquiera Tsunade sabía cuándo despertaría. Ella le explicó que había utilizado los restos de las células de su abuelo que quedaban en el cuerpo de Obito para que estas se multiplicaran, ordenándoles restaurar el cuerpo de Obito, pero había límites. El Omega no recuperó su brazo ni ovario derecho, la Alfa le contó que aquel era un órgano muy frágil, que un accidente de tal magnitud lo haría inviable, para rematar, el útero de Obito también había sido gravemente dañado, las células trataron de arreglar el desastre, pero no eran mágicas.

¿El resultado? Obito nunca tendría un celo, ni cachorros, y seguramente tampoco un compañero. Eso si es que algún día despertaba.

Kakashi estaba tan preocupado por él, le llevó semanas de insomnio sin despegarse del Omega hacerse a la idea de que aquella podría ser una espera muy larga, puede que interminable.

Lo visitaba todas las tardes, poniéndolo al día sobre cómo Minato-Sensei estaba llevando la aldea por el buen rumbo, cómo le había sugerido unirse a ANBU para distraerse y había aceptado...

De cómo Kushina llevaba a un niño en su vientre y pocos eran los que lo sabían, y que él era el protector de la Omega mientras Minato guiaba la aldea. Llamarían al niño Naruto en honor a Jiraiya-sama, ¡El escritor de su libro favorito fue el maestro de Minato-Sensei! También era un Sannin legendario tal y como Tsunade-sama.

—Llevas mucho tiempo durmiendo, Bobito... ¿podrías despertar, por favor, por mí? En una semana cumpliré 14 años y me gustaría celebrarlo contigo, incluso si no me importa cumplir años.

Kakashi estudió en silencio la posible reacción del Omega hasta que la puerta se abrió. El albino se tragó el gruñido que subió por su garganta cuando el encargado de la fisioterapia apareció en su campo visual con una sonrisa radiante.

—Hatake-kun —saludó con una leve reverencia y se acercó al Omega postrado en la cama.

—Hori-san —pronunció el Alfa apretando los dientes.

El castaño le sonrió una última vez y comenzó su labor, moviendo y flexionando las extremidades de su amigo como si fuera un muñeco de trapo, masajeando sus músculos y lo peor de todo, contaminando el dulce y adictivo aroma a pasto recién cortado e inarizushi con el amargo, simple y desagradable del café.

Odiaba al Beta con todo su ser.

Tras quince minutos más de tortura el más alto se despidió con una nueva sonrisa, deseándole una buena tarde, Kakashi se odió un poco por detestar a semejante rayo de luz.

—Por Kami-sama, despierta Obito, no podré soportar más baños de esponja.

°•.°•.°•.°•.

Kakashi suspiró, nada interesante ocurría, eso era bueno, pero también tedioso.

Kushina se encontraba tejiendo una bufanda de tonos verdes, se veía graciosa estando sentada a la mesa con su gran vientre redondo, se encontraba en la recta final del embarazo.

Solo faltaba un mes para la ansiada fecha de parto, y su Sensei estaba más nervioso que la misma Omega, quien daría a luz.

Aún recordaba el día en que se enteró de la noticia: los ojos de su Sensei más brillantes que nunca, su aroma potente denotando lo orgulloso que estaba de tener un cachorro y la sonrisa tonta en sus labios.

Kushina no tuvo ni que decírselo, lo llevaba escrito en la cara, literalmente. Kakashi tuvo que aguantar la risa durante quince minutos para no destruir su fachada de Alfa serio al ver a Kushina con las palabras "embarazada" en la frente y "bebé" y "a bordo" una en cada mejilla.

El amor con colmillos. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora