Notaba la cabeza ligera, como si estuviera flotando en algún tipo de masa densa, como gelatina. De repente, mi madre apareció ante mí y me dijo algo que no pude comprender. Le pregunté qué estaba pasando, y solo negó con la cabeza antes de desaparecer.
De repente, estaba en el Refugio, sentada en el sofá, y Berta estaba haciendo una posición de yoga delante de mí, mientras hablaba en un idioma que yo desconocía. Samu fumaba, mirándome, y de repente escuché la ventana que había detrás de mí romperse. Me giré, y...
Un zarandeo en mi hombro me hizo abrir los ojos, y me di cuenta de que estaba en un coche, pero tenía mis dudas sobre si lo que estaba viendo era real.
—Prohibido dormirse —me regañó Jan—. Si yo he tenido que levantarme a las cinco y me estoy manteniendo despierto, tú también.
—Pues vete a dormir —balbuceé, aún medio dormida.
—Yo lo haría encantado, pero creo que al resto de coches de la autopista no les haría demasiada gracia, por no hablar de papá y Montse —respondió, divertido.
—Ni se te ocurra, que te veo capaz —dijo papá, y Jan se echó a reír.
Me incorporé en el asiento, estirando mis brazos para desperezarme mientras soltaba un gemido. A mi izquierda, pese a que no podía verlo porque había una montaña, el sol estaba empezando a levantarse por el horizonte, lo delataban los colores morados y anaranjados del cielo. Miré a Jan, que conducía con una sonrisa, y recordé que estábamos llevando a mi padre y a Montse al aeropuerto.
No tenía ni idea de dónde estábamos pero, a juzgar por lo que ponía en el reloj del coche, apenas nos quedaba media hora hasta nuestro destino.
—Menuda siesta, ¿eh? —comentó Montse, y solté una carcajada.
—He soñado cosas muy raras —respondí.
—Suele pasar —contestó ella—. Yo tengo sueños más raros en la siesta que por la noche. Son de esos de los que te despiertas y crees que sigues soñando, como claramente te ha pasado a ti.
Intenté hacerle una foto al amanecer, pero solo podía verlo a través de la ventana de Jan, y el muy pesado no paraba de mover la cara para salir en la foto. Al final le terminé pidiendo a Montse que la hiciera desde atrás. La subí a Instagram, porque Carlota decía que últimamente no daba señales de vida en redes, y así al menos no se podría quejar.
Llegamos al aeropuerto a las siete de la mañana. El vuelo salía a las nueve y media, pero mi padre ya estaba estresado porque decía que llegaban tarde. Aun así, tardaron poco en facturar las maletas, y pronto ya nos estábamos despidiendo de ellos antes de que cruzaran el control de seguridad.
Jan y yo nos quedamos de pie, mirándonos con cara de dormidos, sin saber muy bien qué hacer hasta que Jan habló.
—¿Quieres ir a Barcelona? —propuso.
Levanté las cejas porque, aunque estaba agotada, la idea era sugerente. Llevaba años sin ir —al ir hacia el pueblo había pasado por ahí en tren, pero eso no contaba— y, ya que estábamos a quince minutos en coche, podíamos aprovechar para hacer una visita.
—Dicen que es imposible aparcar —apunté.
—Bet me ha dicho que hay una zona cerca del centro con un parking gratis.
—Así que Bet, ¿eh? —Sonreí con picardía al decir el nombre de la chica de su clase con la que se había enrollado estando de fiesta—. ¿Estáis saliendo?
—No te pases —respondió, como si estuviera diciendo una locura—. Nos estamos conociendo.
Al parecer, mi pregunta no era tan loca porque, casi sin darse cuenta, Jan me estuvo hablando de ella durante todo el trayecto hacia Barcelona. Yo seguía tentada a contarle lo de que Mariona pensaba en él, pero seguía callando porque no habría sido justo para Jan, y menos teniendo en cuenta que mi amiga no tenía las cosas claras.
—Ahora que lo pienso, sí que había hablado con ella antes, después de un examen de Física —comentó mientras aparcaba—. Menuda paliza me pegaron en ese examen, creo que la profe me aprobó por lástima.
—Pues para "estaros conociendo" hablas mucho de ella —comenté, divertida.
Jan se sonrojó e hizo como que estaba concentrado en aparcar.
—Déjame en paz —murmuró, fastidiado, y reí.
Pasamos toda la mañana dando vueltas por Barcelona. Jan parecía haberse olvidado de que había dormido poco, porque no paraba de proponer sitios a los que ir. Fuimos a una zona llena de tiendas de manga, que a Jan le gustaba mucho, y me hizo entrar en todos los locales. Ni siquiera conocía la mayoría de las series de las que él me iba hablando, pero algunas de ellas las habíamos visto juntos de pequeños.
Comimos en el centro, y por la tarde queríamos visitar más sitios pero estábamos agotados y, teniendo en cuenta que teníamos un trayecto de hora y media hasta casa, decidimos que ya era hora de irnos.
Me volví a dormir en el coche, aunque al principio me había parecido imposible porque Jan tenía puesta música electrónica a todo volumen para mantenerse despierto.
Llegamos a casa a las cinco. Jan se fue directo a hacer la siesta, pero yo quise aprovechar la tarde. Estuve merendando con la abuela, que estaba muy preocupada porque su hijo y su nuera todavía no habían dado señales de vida, y ella le tenía pánico a los aviones —algo curioso teniendo en cuenta que nunca se había subido en uno—.
—¿No recuerdas lo de ese avión que se perdió? ¿Y si les ha pasado lo mismo?
—Abuela, eso fue hace años —le recordé—. Y si salió en todas las noticias fue porque es algo que no pasa a menudo, por no decir casi nunca. Si no han dicho nada es porque todavía no tendrán conexión a Internet.
—Sigo sin fiarme —negó con la cabeza.
Por suerte, mi padre no tardó en mandar un mensaje diciendo que habían llegado bien, y que ya estaban en el hotel.
—Haz eso de llamarlo para que lo pueda ver —me pidió la abuela.
—¿Una videollamada?
—Eso.
Así que llamé a mi padre y le dejé el móvil a la abuela para que hablara con ellos. Cuando terminó, me lo devolvió y anunció que, ahora que ya se había quedado tranquila, se iba al centro del pueblo a tomar algo con sus amigas.
Yo subí a mi habitación, seguida por Canela, y me senté en el escritorio. Abrí el portátil para ponerme a trabajar, pero no llevaba ni diez minutos en ello cuando ya estaba mirando el móvil otra vez, dudando entre si mandarle un mensaje a Pol o dejarlo estar.
Era incapaz de concentrarme, y tenía un artículo que escribir, así que me estaba empezando a frustrar.
No podía seguir así.
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¡Hola hola y feliz miércoles! ¿Cómo lleváis la semana?
El capítulo de hoy ha sido cortito, pero ya os adelanto que en el que viene aparece un personaje nuevo, os va a encantar JAJAJAJAJ
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Hasta que acabe el verano
RomanceLa vida de Nora en Madrid es fácil y tranquila: tiene buenos amigos, una madre con la que se lleva más o menos bien, y una carrera prometedora. Un verano, la noticia de que su padre va a casarse la arrastra de vuelta al pueblo en el que vivió sus pr...