Cumpleaños feliz

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Capítulo 5




Cumpleaños feliz





Severus se incorporó de su cama aun respirando agitado, podía sentir todavía el terror a flor de piel. Esas pesadillas eran tan reales, pero eran sólo eso. A su lado estaba Harry esperando pacientemente a que se recuperara de la impresión, varias veces le había confesado ese cotidiano sueño que le aterraba.


— ¿Te sientes mejor? —preguntó Harry besando su hombro—. ¿Quieres que te traiga un poco de agua?

— No, ya estoy bien... es que todo parece real.

— Lo sé, fueron día horribles, Severus, yo tampoco he podido olvidarlos pero afortunadamente nuestro hijo está sano.


Severus sonrió nervioso, no quería confesar que seguía aturdido por la pesadilla y no lograba recordar con claridad lo que había sucedido. Harry pareció notarlo pues deslizó sus dedos por el largo cabello de su esposo con profundo cariño.


— ¿Sigues medio dormido? —preguntó sin burla, al contrario, suavizó su voz sin preocuparle que Severus le observara confundido—. En verdad todo está bien, recuerda que cuando me puse el pijama para irme a la cama antes de tomar la poción, Ron y Draco entraron a la habitación para impedirlo.


Severus asintió, podía recordar ese momento aunque con bastante distorsión.


— El doctor Taylor ¿te acuerdas de él? —continuó Harry y ante el asentimiento de su esposo, continuó—. Llamó para decir que había sido notificado de un corazón para Archie, regresamos enseguida al hospital y todo salió bien.

— ¿Pero cómo?

— ¡Ay Sev, amor, ya no te voy a dejar tomar de esos whisky! —rió Harry—. Todo se te olvida, bien, otro niño de la edad de Archie sufrió un accidente y sus padres donaron los órganos, era un squib. Su corazón no tenía magia pero era un receptáculo adecuado para soportarla. Taylor dijo que conocía un medimago especialista en donaciones mágicas, que no era un procedimiento muy común pero podría hacerse en nuestro caso especial. Impregnaron el corazón con mi magia y por fortuna la pudo albergar, gracias a eso es que nuestro bebé sigue con nosotros.

— ¿Pero cómo sucedió todo eso en el último momento? nunca creímos que fuera posible, ¿un squib de la edad de Archie, con su tipo de sangre y que su corazón aceptara magia tan poderosa como la tuya?

— No lo sé, quizá fue el milagro que siempre pedimos.


Severus frunció el ceño esforzándose por recordar, imágenes iban apareciendo en su cabeza, algunas confusas todavía pero las hizo a un lado cuando pensó en Archie. Su hijo seguía vivo.


— Nuestro bebé hermoso ¿dónde está?

— En el jardín en espera de su padre para iniciar su fiesta de cumpleaños. Y ya no es tan bebé, aunque sigue siendo hermoso, recuerda que hoy cumple sus once años y está feliz al esperar la carta de Hogwarts.


El rostro de Severus se iluminó, en su mente aparecieron los recuerdos de todos esos años en los que vivió al tope de la felicidad, con su hijo creciendo sano, no importaba que tuviera que tomar pociones de vez en cuando, y con Harry a su lado, tan hermoso y dulce como siempre.


— Vamos. —apuró poniéndose de pie—. No debemos hacer esperar a nuestro hijo.


Harry aceptó la mano que Severus le ofrecía y salieron a los jardines del castillo. Continuaban viviendo ahí por decisión en común, así Severus podría continuar dando sus clases, y además Archie se negó a mudarse a cualquier otro sitio. En ese momento era verano, el cumpleaños número once del niño, y todo mundo sabía que la carta debía llegar ese día.


Ron incluso se había inmiscuido en los archivos de Hogwarts alterando a la Profesor McGonagall, pero no estuvo conforme hasta asegurarse de que su ahijado no recibiría una decepción.


Al salir al jardín, Harry y Severus sonrieron, el lugar estaba lleno de niños de todas las edades, había globos y payasos y una mesa enorme de regalos.


Archie corría jugando con sus primos, había crecido bastante hasta llegar a la altura de los demás niños de su edad, aunque él siempre decía que quería seguir creciendo hasta alcanzar a su papá Severus. Su cabello también era más largo, y era en lo único en que no obedecía a su tío y padrino Ron, no aceptaría cortárselo como él, y lo mantenía rozando sus hombros.


De repente interrumpió su carrera, el rostro se le iluminó al dirigir su mirada a la puerta.


— ¡Papá! —gritó emocionado corriendo hasta él. Severus le recibió con un fuerte abrazo, realmente su bebé hermoso lo era cada día más. A pesar de haber adoptado su estilo, y de sus ojos negros tan suyos, las facciones de Archie eran idénticas a las de Harry y su sonrisa brillaba con la misma inocencia—. ¡Al fin saliste! ¿Dónde estabas?

— Perdona amor, pero me quedé dormido, si no hubiera sido por tu papi quién sabe hasta qué hora habría despertado.

— Pues entonces le agradezco mucho a papi por levantarte y traerte a mi fiesta. Vengan, aparté dos sillas para ustedes.


Archie llevó a su papá de la mano hasta los dos lugares que tenía de reserva para que vieran la función del payaso. Al niño no parecía afectarle que los demás amigos de su edad prefirieran seguir corriendo pensando que un payaso ya era cosa de niños pequeños.


Él se sentó entre sus dos padres sin importarle nada más, y reía con cualquier chiste, por muy simple que fuera y aplaudía hasta que las manos le ardían.


Eran las siete en punto de la tarde cuando fueron llamados para partir el enorme pastel de cumpleaños, y justo en ese momento Harry vislumbró un punto en el horizonte que le hizo sonreír.


— Sev... mira allá.


Severus obedeció, cruzó una mirada cómplice con su esposo y ambos acordaron no decir nada hasta que su hijo la descubriera.


Archie estaba partiendo un trozo de pastel cuando algo le hizo mirar al cielo y sus ojos se abrieron con emoción.


— ¡Lechuza! —exclamó feliz—. No esperó a que el ave llegara hasta él sino que corrió a recibirla. Sin embargo la lechuza también parecía tener deseos de jugar y revoloteó alrededor del niño sin soltar la carta de su pico.


Primos, abuelos y tíos gritaban emocionados, unos se unieron intentando cazar a la lechuza pero no fue sino hasta que ésta decidió no prolongar la espera que dejó caer la carta para enseguida desaparecer volando en las montañas.


— ¡Mi carta! ¡Es mi carta! —gritó Archie sin dejar de correr ilusionado.


Sus amigos le insistían en que la abriera pero el niño no quería hacerlo con ellos, regresó corriendo hacia los lugares de sus padres acomodándose entre las piernas de Severus con su espalda recostada en el pecho de su padre y así darles oportunidad de mirar el pergamino.


— ¿Te sientes bien? —preguntó Severus al notarlo respirar agitado.

— ¡Muy feliz!

— ¿Y porqué no la has abierto aún?

— Porque no sería lo mismo sin ustedes. Quiero leerla aquí contigo.


Severus sonrió conmovido, miró a Harry quien también estaba feliz. Supo que su esposo siempre habría tenido razón. No podría perdonarse no haber vivido ese momento con su hijo.


Juraste no dejarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora