𝒯𝓇ℯ𝒸ℯ

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𝓢𝓪𝓲𝓭

—¿Amaneciste de mal humor?—fue la pregunta de Jessica cuando despertó ahí por las ocho de la mañana.

Realmente me había importado poco que lo notará, después de todo, apenas pude volver a cerrar los ojos. Aunque no hubiera una razón en específico, simplemente no paraba de pensar en las razones que pudo haber tenido Enric al haberse equivocado de número al llamar.

Ahí por las cinco de la mañana concluí que era un mentira y solo había esquivado mi pregunta una vez más.

Para el lunes, esperaba poder resolver algunas interrogantes, que, aunque no fueran necesarias, quería llegar a comprender. Sin embargo, Enric no apareció.

Le escribí y llamé un par de veces, pero había vuelto a desaparecer. Para el martes había creído que llegaría a su presentación del proyecto, por lo que hice lo necesario para averiguar la hora y faltar a un par de cursos. Pero, tampoco apareció.

Durante el final de las presentaciones, no había dudas que el suyo hubiera sido el mejor. Me acerqué al salón en donde habíamos trabajado en algunos detalles, aún habían algunas piezas incompletas, pero ya se podía admirar el espléndido trabajo.

—El mejor de todos, sin dudar, pero sin su creador para presumirlo—musito un hombre a mis espaldas dándome un buen susto, lo cual pareció divertirle—. Fidalgo, es su amigo ¿no?

—Eh, si.

Ese hombre parecía estar entre los cincuenta, sin embargo, esa vestimenta elegante combinada con unas gafas redondas fácilmente le podrían quitar unos diez años.

—Las mentes más brillantes tienen las peores tormentas—musito con la mirada perdida en el proyecto, luego me volteo a ver—. Salúdelo de mi parte. Sé que no le será problema retomar los temas, pero será mejor que no falte por mucho tiempo.

Solo me limité a asentir.

Para el miércoles, tras meditar toda la noche anterior en cómo dejar mi orgullo a un lado y hablar con Antonie, esperé el mejor momento para acercarme. Aunque siempre parecía estar ocupado rodeado de personas, al verlo despedirse de un grupo me apresuré a alcanzarlo.

—Oye—lo llame, aún sin saber bien qué decirle.

También pareció sorprenderse al voltear sobre sí y dar conmigo. Esto es realmente incómodo.

—¿Necesitas algo?—interrogó con un toque insolente en su voz.

Hago mi mayor esfuerzo para no insultarlo, o simplemente darme la vuelta.

—Yo...¿Sabes algo de Enric?

Por alguna razón mi pregunta pareció divertirle.

—Estudia en la facultad de arquitectura, tiene un lindo tatuaje en la espalda.., ¿necesitas más?

La tensión en mi mandíbula podría llegar a ser evidente, pero no me importaba. ¿Acaso lo hacía a propósito? Seguramente.

—No es a lo que me refiero—musite con mucho esfuerzo para no soltar una grosería—. Solo dime si sabes algo de por qué ha faltado.

Por un momento tuve la impresión de que se daría la vuelta o se reiría de mí.

—No te alteres tanto, rojizo, suele faltar cuando tiene más trabajo—Parece darse cuenta de mi sorpresa porque sujelta una pequeña risa—. Trabaja como ayudante de eventos o algo así.

—Entiendo—es lo único que puedo decir.

Después de todo, he descubierto algo más de él. Debí imaginarlo, pero es vergonzoso no haberlo sabido antes. Aún así, nada de lo que ha dicho me puede confirmar de que se encuentre bien o justificar el porque ha vuelto a ignorar mis mensajes y llamadas.

—Sí no surge nada más, me marcho-agrega rompiendo el incómodo silencio—. Nos vemos, rojizo.

—Said, me llamo Said—musité tarde, pues ya se había marchado dándome la espalda.

Al regresar al camino hacia la cafetería me encuentro con que los chicos me han estado esperando.

—¿Y eso?—interrogó Noel casi de inmediato.

No tengo ánimos para explicar las cosas, solamente quiero ir a comer algo y continuar con los cursos restantes hasta que se termine el día.

—No importa ya, vamos, que tengo hambre.

𝓢𝓸𝓵 𝓸𝓬𝓾𝓵𝓽𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora