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Siempre supe que ingresar a esta organización, era la sentencia de muerte directa, y que nuestras vidas terminarían siendo más cortas de lo que debía realmente seria.

No pensé con claridad, aquella furia interna que sentía por haber perdido a todas las personas que amaba me lleno de tanto odio y rencor que no pensaba con claridad lo que hacía.

Aquellos nuevos conocidos siempre se mostraron amables ante mí, pero eso no me importo ni un poco.

O eso fue lo que pensé creer.

Había dejado bien en claro, que no quería que nadie se me acercara, humillaba, ofendía, y maltrataba a todo aquel que intentaba siquiera acercarse a mi nadie de este lugar me importaba, aunque la única persona a la que le guardaba respeto era al patrón por ser mi salvador, pero después los demás por mi podían desaparecer, no tenían ningún peso emocional para mí.

Éramos pocos, aquella vez en la que ingrese, pero poco a poco la familia fue agrandándose, hasta ser enorme y poderosa.

Nos dividieron en rangos, cada uno más poderosos que los otros, y sobre todos ellos, estábamos yo y aquellos molestos pilares.

Todos tenían compañeros de combate, y algunos trabajaban en solitario, como yo.

Quien se negaba más que rotundamente a tener compañero.

Pero vaya la sorpresa que me di, al darme cuenta de que a pesar de mi frialdad mi corazón seguía siendo humano, y era capaz de seguir amando a alguien.

A alguien del que jamás imagine sentir algún aprecio.

Tenía que ser consciente, no sabía básicamente nada de él.

Solo sabía que era monje antes de ser pilar, de que era ciego, y religioso.

Después de eso, no sabía absolutamente nada más.

Eras el más poderoso entre los pilares, tu tamaño y agresividad física engañaría a cualquier, pero quien diría que tras esa mascara y cuerpo de asesino se escondía una dulce y gentil persona que solo le importaba ayudar al prójimo.

Al principio me parecía fastidioso todo aquello, y lo molesto que eras, siempre intentando estar detrás de mí, como si fueras mi sombra, y yo mandándote por un tubo una y otra vez, y tu ahí manteniéndote firme en tus convicciones de querer ayudarme, aunque yo no quisiera recibir tu ayuda.

Me sorprendía lo insistente que podías llegar a ser, pero con el tiempo te diste cuenta de que eso no me interesaba, el afecto, preocupación y deseos de ayuda que sentías por mí.

Pero ahora me arrepiento tanto de no haber podido haber hecho algo.

Los demás siempre te tuvieron mucho cariño y respeto, y casi todos los nuevos reclusos estaban tras de ti, lo que me daba mucha rabia y celos, al inicio no lo comprendía, pero con el pasar de los días me di cuenta de lo que realmente me pasaba.

Me negaba a pensar que estaba enamorado de otro hombre, aquello era algo abominable, e impensable para mí.

Pero decían por ahí que nadie manda al corazón.

Una vez este se enamora es imposible olvidar lo que se siente.

Eras demasiado encantador, dulce para este mundo lleno de injusticias y maldad que no merecías ver todo lo que sucedía, te gustaba ayudar a la gente.

Tu encanto siempre llamaba la atención de los demás, y eso no me gustaba, quería que esa atención me la dieras a mí, pero yo era el peor que no daba aquel paso y te decía lo que sentía o me acercaba a ti.

Por cobarde.

Pero una cosa si podía agradecerte, y eso es haberle brindado aquella tan delicada luz a mi vida que se había apagado, y protegieras aquello que yo no pude hacerlo.

Todo te lo debo a ti Gyomei Himejima, el pilar de la roca.

Nunca estuvo entre mis planes conocerte, más eres el mejor regalo que la vida me dio. 

Bird  (HimeSane) [KNY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora