Mucha suerte.

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*Por cualquier motivo legal, esto es una historia llena de ficción, totalmente irreal, algo que jamás le podría suceder a ningún ser humano por culpa de ninguna empresa grande, porque ellas siempre velan por el bienestar de todos sus empleados y empleadas*

Hola, acabo de tomarme mi medicación. Os cuento con total sinceridad lo que he tomado: un orfidal, dos lexatines, un antidepresivo y la píldora. Voy a casarme y me gustaría ser madre, pero no puedo hacerlo aún porque mi vida carece de estabilidad económica. Estoy cerca de los 30 años y ya estoy segura de que cuando tenga nietos, estaré muerta o con la cabeza totalmente ida por la vejez. Soy experta en deprimirme con estas cosas.

El Lunes me despidieron. Ella prefirió decir "prescindir", también prefirió decir que contarían conmigo en el futuro (mentira), pero que de momento ya no me necesitaban más (verdad).

"Lo siento, aquí tienes tu sueldo, adiós y mucha suerte".

Ese mismo Lunes lo terminé hablando con un psiquiatra. Le dije a mi prometido que no quería seguir viva, que nuestros planes se habían ido a la mierda, que ya no tendríamos el dinero que esperábamos tener para hacer nuestra vida juntos, que nunca volvería a ser contratada porque no había sido capaz ni de durar un mes en un simple trabajo, que era una completa y absoluta inútil. Él se asustó y me llevó a urgencias.

No sé ni qué hora era cuando hablé con el psiquiatra, apenas recuerdo nada porque sentí que mi mente se había ido muy lejos y había dejado un envoltorio vacío. Le dije algo de que todos estarían mejor sin mi, que era un estorbo y que me quería quitar de en medio. Me preguntaron qué método de suicidio había pensado utilizar y esa pregunta me impactó. Luego escuché algo de que ahora se me abrían oportunidades a algo mejor, que no todo estaba acabado, que tenía una pareja que me quería, una familia muy preocupada por mi y que ya era un paso grande haber acudido a urgencias antes de hacer una locura. Me recetó antidepresivos y a casa, los cuales compré en una farmacia de guardia, aún con la pulsera de urgencias puesta y todavía sintiendo que no estaba dentro de mi cuerpo, un zombi harto de llorar y con la cara roja. En casa me arranqué la pulsera de un tirón y me dejó marca. Una nimiedad.

Ahora, os hablo de mis sentimientos: vacío, inutilidad, rabia y tristeza, mucha tristeza.

He llegado a pensar que estarían mejor sin mi. He llegado a decir que mi pareja se merecía algo mejor, poniendo en peligro el amor más sincero que he sentido en toda mi vida. He dicho por redes sociales que pensaba en terminar con todo, le escribí a mi madre mensajes por Whatsapp que prácticamente eran de despedida, motivo por el cual ahora estoy con ella, en la casa de verano, para que no esté sola.

Voy a suspirar un segundo.

Mi móvil se llenó de mensajes, he estado deprimida muchísimas veces y mal incontables veces, pero la gente notó que algo muy malo estaba pasando y por eso todos se volcaron tanto. Me asustó darme cuenta de que realmente casi termino todo por un trabajo dónde ni si quiera me explicaron qué había hecho mal para estar de patitas en la calle.

Ahora, paremos un momento con esto de hablar del suicidio. Sí, digo suicidio, tal cuál.

También me sorprendió la cantidad de mensajes de personas diciéndome "he pasado por lo mismo", "a mi también me despidieron sin motivo"...

Nos usan y nos tiran. Para ellos, jamás hemos sido humanos y están deseosos, babeantes de que la tecnología avance lo suficiente como para no necesitar nada que respire o necesite descansos para usarlos en sus comercios y fábricas.

He llegado a trabajar 6 horas seguidas de pie, sin un sólo descanso, sin poder comer o beber agua y mi situación es la versión más suave y la más light de todas las cosas que he leído, porque estas personas preocupadas por mi me han ido escribiendo, contando anécdotas y que por respeto, no contaré, pues es decisión de ellas contarlo.

Y yo también podría contar, pero prefiero deciros cómo me sentí mientras trabajaba. Y sentía que la vida se me escapaba de las manos. Miraba a lo lejos y pensaba en lo corta que era la vida y que por los dos duros que necesitaba para crear mi futuro estaba perdiendo la oportunidad de estar con mi pareja, con mi familia, con mis amigos, con mis mascotas. Porque luego, en mi "tiempo libre", sólo pensaba en el trabajo, no lograba desconectar y por tanto, vivía por y para el trabajo, obsesionada con hacerlo todo bien. De lo que me sirvió darle vueltas y vueltas a eso...

También pensaba mucho en que estaba trabajando en algo que no me gustaba, que no me llenaba, después de haber estudiado tanto para intentar conseguir el trabajo que realmente quería, pero bueno, lo hacía con un objetivo, tenía un plan...

Y entonces, prescindieron de mi. Mi salud mental, que me la estaba jugando ya, me la cargué del todo y aquí estoy, vigilada por mi preocupada madre, que no puede dormir por las noches por miedo a encontrarse a su hija muerta por la mañana y con mi pareja muerta de miedo si tardo un poco en contestar el móvil.

No se merecen esto.

Y yo no me merezco sentirme así, pero tengo tanto miedo al futuro que acabo absolutamente deprimida y no valoro lo bueno de mi alrededor, porque tengo un montón de cosas buenas. Soy consciente de que las tengo y no han parado de repetírmelo, lo cuál me ha llegado a cansar e incluso cabrear un poco...

En resumen, pensar en matarme por haber perdido un trabajo de mierda es algo que jamás debería habérseme pasado por la cabeza. Pero tengo miedo del futuro que nos espera y eso es suficiente como para que no pueda a veces envolverme en la felicidad de los recuerdos de Berlín, mi compromiso y el concierto de My Chemical Romance... y de vivir del presente, de disfrutar de los rayos de sol, del mar, de la piscina, la deliciosa comida, de los vestidos de verano, de los paseos, de los juegos de mis mascotas, de las bromas de mi hermano pequeño, de la juventud y del amor incondicional que recibo todos los días. Sólo pienso en qué me han despedido, todo el rato, en bucle y en cuando conseguiré volver a trabajar.

Y esto es lo que nuestra generación tiene ante nuestras narices, tenemos estudios, tenemos capacidad, tenemos ganas, tenemos planes, pero la maquinaria nos destruye, nos da la mayor precariedad, los peores sueldos y cuando nos han exprimido y finalmente nos tiran, acabamos pensando cosas que no son ciertas, como que no servimos de nada y que nos tenemos que matar porque sólo somos un maldito estorbo. Prescindibles.

Cogeré esa suerte, ex jefa, me hará falta.

Te amo, mi prometido.

Te quiero mucho, mamá.

Saldré de esta.

PrescindibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora