« Capítulo dos ».

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Cada vez que tomaba las guardias, pensaba que serían aburridas, pero siempre me equivocaba; Charles -Charlie, como me gusta llamarle-, casi siempre hacía guardia conmigo en las dos torres delanteras, Norte y Oeste, las dos que quedaban estaban detrás del refugio, allí casi siempre estaba todo muy tranquilo, aún así, debíamos vigilar a los infectados, ¡qué me voy del tema! A lo que me refiero, es que es divertido matar el tiempo con él... Matar, una palabra muy usada en estos tiempos, su significado no ha cambiado, sigue siendo el mismo claro que sí. ¡Tengo que dejar de ser tan distraída, Dios! Es un chico muy bueno y divertido, cambió mucho desde que llegó ya que nunca hablaba, hasta que lo agarró Sam, ahora están juntos, hacen una linda pareja.

-Eh, Bella, mira mi puntería; ¿a que le doy al infectado de allá? Ése que tiene un arma - Me apostó, ¿acaso sabía dónde se estaba metiendo? ¿En qué terreno? Con una sonrisa torcida, le contesté:

-Te apuesto mi desayuno, un poco de café, a que fallas por mucho -Contraataqué.

Los siguientes minutos fueron divertidos. La risa en estos momentos, en éstos días, era una melodía preciosa y oculta. Para lograr que alguien deje salir de lo más profundo, la risa, había que hacer muchas tonterías, por lo que cuando sale sola... es lindo permanecer en silencio y oírla, nunca sabes cuando dejarás de reír. Cada minuto, cada sonrisa, cada momento de alegría y unión, era muy valioso.

- ¡Fallaste, Charlie, habíamos quedado en que tenías sólo un tiro! -En realidad no habíamos dicho eso, pero no quería perder, no me gustaba.

- ¡Claro que no, le di en la frente Isabella, eres muy ciega eso es lo que pasa! Pero, porque eres tú, te dejaré ganar y te quedarás con tu desayuno.

-Oh, pero qué lind... -Un grito de ayuda me interrumpió.

Mis ojos al primer lugar que viajaron, fue a la reja, no. Seguía intacta, luego se posaron en la entrada del refugio, no había venido de adentro, ¿qué demonios?

Cargué el arma una vez más, a pesar que ya tenía balas y miré a Charles antes de cerrar mi boca cual tumba. Quizás había sido nuestra imaginació... ¡maldición el grito de ayuda otra vez!

A través del visor que el arma poseía, intenté buscar por el bosque que rodeaba el refugio, para ver si encontraba algo. ¡Oh sí, qué despistada soy! Nuestro refugio está en el medio del bosque, ¿qué bosque? Sí, en uno de Noruega señoras y señores. Qué olvidadiza soy, Dios Santo, debería decirle a mi hermano que me de algún golpe para acomodar mi cerebro. Oh sí, no pregunten cómo llegué aquí... en otro momento prometo contárselos.

¿Dónde estaba? El bosque sí, no había nada en él, sólo infectados y más infectados... esperen, ¿qué es eso? ¡Dios mío, un chico está corriendo hacia aquí! Creo que está herido, no puedo ver muy bien desde el visor, pero está cojeando... sí, está herido. Su rostro está bañado en barro, así como su ropa, parece que estaba camuflado o algo así, no tenía armas, pero sí una mochila. Camiseta y pantalón negros, el cual está rasgado en la pierna derecha... quizá eso tiene que ver con el cojeo. ¿Por qué corría y pedía tanta ayuda?

-Maldición, hay un chico allí, pero no entiendo de qué huye... -Gruñí para mis adentros; había hablado con voz fuerte y clara, cual sargento, para alertar a Charlie quien ahora también estaba mirando hacia allí.

-Infectados... ¡son muchos, Bella! -Gritó él, yo di un salto en mi lugar.

Cuando era pequeña temía de ellos, me asustaba el simple hecho de imaginarlos comiéndose mi piel... ¿por qué querrían matarnos? La piel humana y la carne son feas, no tienen buen sabor, ¿por qué nos ven sabrosos?

Esas palabras siempre salían de mi boca, dirigiéndose a mi hermano mayor, quien siempre estuvo conmigo -y está- protegiéndome.

Ahora comprendo que no saben lo que hacen, que se guían por instinto, el aroma de los vivos (nuestra carne) para ellos es una delicia. Tienen hambre, son los cazadores, nosotros su presa. Pero no, esta vez, la presa va en busca del cazador, esta vez todo es diferente; esto no es como cualquier película de terror donde mueren todos, esto no es un documental, maldición, ¡esto es la vida real! Ellos invadieron nuestro mundo, nuestro hogar y está mal, nosotros se lo demostraremos. Ojo por ojo, diente por diente.

En los siguientes minutos, todo pasó tan rápido que ni siquiera puedo describirlo con exactitud. Charlie y yo disparando hacia el bosque, tratando de matar a los infectados que corrían detrás de un chico que se dirigía hacia nosotros; las mujeres que estaban dentro del refugio abandonaron sus tareas, para ocupar el "patio delantero", querían ver lo que sucedía...

Lo bueno fue, que nosotros pudimos acabar con la oleada de infectados, sólo eran doce o tal vez más, el chico llegó "sano" y salvo a nuestro hogar y pudimos rescatar una nueva vida.

Sin pensarlo dos veces, bajé con rapidez la escalera improvisada y, dejando el arma junto a unos arbustos, me aproximé al chico que estaba tirado en el suelo, tratando de recuperar el aliento; las mujeres estaban a su alrededor, atendiéndolo y revisando sus heridas, preguntándole quién era y cómo había oído de nosotros, por lo que tuve que abrirme paso entre algunas para poder lograr verlo de frente y tener una mejor vista del recién llegado.

Hm, pierna lastimada, el sangrado se detuvo pero parece ser profunda y si no la sanamos rápidamente se pondrá peor y se infectará. Un cuchillo en sus bolsillos, un machete entre sus manos, en la mochila -según pude oír decir a Yavanna, quien se encargó de asistirlo- tenía algunas latas y una botella de agua casi vacía, no traía armas de fuego, tampoco municiones; sus brazos estaban bañados en barro, parecía que se había revolcado en el lodo cual cerdo, pero hay que admitir que es una buena táctica de camuflaje.

Mis ojos subían por todo su cuerpo, inspeccionándolo, tratando de descifrar quién era con tan sólo ver su cuerpo, o lo que tenía a simple vista. Cuando llegué a su rostro, me detuve mirando sus ojos, no me concentré en ninguna otra cosa, eran azules cual agua del océano, brillaban y estaban inquietos, en cualquier momento saltarían.

Isabella, maldición, te están mirando, ¿por qué no dices nada? Estás muda, sin aliento, ¿qué demonios te sucede?

No sabía lo que me ocurría, lo único que puedo explicar o contar, es que sus ojos atraen a los míos de cierta forma, es como si estuvieran hechos para mí. Es como una conexión rara, que nunca jamás sentí con alguien. Estaba perdida en su mirada, no podía despegarme de ella; sentía que estaba en el borde del abismo, apunto de caer, y el que me sostenía era ése desconocido, si me apartaba de sus ojos, de ésa mirada, caería.

Volví a la realidad cuando lo oí hablar, aún así, seguía arrodillada frente a él, cual médica inspeccionando a su paciente; todas las mujeres se habían ido de allí, para seguir con sus tareas y a mí me habían dejado sólo con él y sus pertenencias, tenía que preguntarle quién era, de dónde venía, cómo nos había encontrado... si quería quedarse.

Sí, que se quede, debe quedarse, necesitamos más... más chicos como él que se destaquen en... lo que sea que se destaque ése chico, pero no podía irse, no podía dejarme. ¡Pero qué demonios dices!

Su voz era gruesa y trasmitía respeto cuando la oías, además sonaba como una orden cada vez que pronunciaba algo, o eso creía; me lo imagino cual sargento, dando órdenes a soldados, entrenándolos para la guerra... se vería tan lindo con ése traje... ¡Eh, eh, eh!

-Mi nombre es Mathias Fell; gracias por salvarme.

Mathias... Mathias, sí, combinaba con sus ojos perfectamente. Ése nombre era hermoso, igual que él.

«Comenzar de nuevo».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora