Decisión

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Este fanfic lo escribí días antes de que se anunciara el fallecimiento de Technoblade, por lo que nunca me atreví a publicarlo. Está incompleto, ya que solo tiene tres capítulos escritos. No sé si algún día lo continúe, pero de todas formas quería publicarlo.

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La calma nunca ha sido una opción en ese mundo. La tranquilidad con el tiempo se volvió más una señal de peligro que de paz. Era como si después de la tormenta no esperaran un arcoíris, sino, algo mucho peor peor.

    No era como la sangre que se perdía entre la blanca nieve. Las memorias seguían merodeando en las cabezas de todos. Las explosiones, los fuegos artificiales, los gritos, la sangre... Todo parecía repetirse una y otra vez.

    Mantener una postura neutra a tales situaciones era suficientemente merecida para que estuvieran en tu contra o por lo menos estuvieras en la mira. Es por eso que Technoblade nunca compartió su punto de vista con nadie, ni siquiera con su viejo amigo Philza, que ni siquiera tenía la menor idea de porqué eran amigos. Ni siquiera encontraba alguna memoria de la primera vez que lo conoció. Philza simplemente siempre estuvo allí, al menos a la vista de Technoblade que mantenía sus pensamientos ocupados en cosas más importantes.

    Sus cabellos rosados se elevaban junto a la ventisca en aquel frío día de invierno, donde era muy fácil resfriarse y salir de casa era un suicidio; no solo por el frío, sino también por la neblina y lo fácil que podían camuflarse sus enemigos en ella. Technoblade era lo suficientemente inteligente para usar esto a su favor, es por eso que él no temía. Era el resto que debía temer por él.

    Se quedó mirando al horizonte encontrando el momento perfecto para salir en busca del caos, más conocido como Dream.

    —¿Crees que haya alguien cerca?

    La voz de Philza lo sacó de sus pensamientos.

    —No lo sé. Está demasiado pacífico para ser real —Technoblade suelta un suspiro y mueve sus dedos ansiosos por la barandilla—. Tengo que irme.

    —Podrían venir en cualquier momento.

    —Podrás con ellos. Después de todo, es a mí a quien quieren. 

    El de cabello rosa se acerca a su caballo acariciando su pelaje como si tuviera todo el tiempo del mundo. Debería partir ya.

   —Phil, si no regreso... —el rubio se quedó expectante— Volveré pronto —dice arrepintiéndose de sus palabras anteriores.

    Se monta encima del caballo sin decir una palabra más y se pone en marcha hasta su destino, la prisión.

    Technoblade nunca le había dado tantas vueltas al concepto del bien y el mal. Para él, aquellas palabras no eran nada más que tonterías de simples humanos que trataban de buscarle un sentido a todo cuando en realidad nada tenía sentido. Es por eso que no le importaba las acciones que habían llevado a Dream a terminar en prisión. Él solo le estaba haciendo un favor por ser de las pocas personas que no lo habían traicionado, y porque tener a Dream de su lado no le venía nada mal.

    La seguridad de la prisión era extrema, por lo que escapar de allí era imposible, menos para Technoblade. Era el único que tenía la audacia de romper el sistema. Tantos años de entrenamientos no serían en vano.

    Así es como cuando la luna estaba en su punto más alto, Techno empezó a adentrarse en la prisión ignorando la seguridad. No era fácil y mucho menos rápido. Tardaría mucho, pero saldría de allí junto a Dream y los dioses volverían a encontrarse.

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    Dentro de la prisión el tiempo parecía ser infinitivo. Los segundos parecían años y los años parecían días. Preocuparse por el tiempo era algo inútil generalmente. Dream había perdido la cuenta hace mucho tiempo.

    No entraba ni un rayo de sol y su piel ya había perdido cualquier rastro de color tornándose de un color grisáceo. Su cabello había crecido demasiado en todo ese tiempo que le llegaba incluso más abajo de los hombros, estaba maltratado y sucio. Su apariencia era lo más parecido a un vagabundo.

    La imagen de Dream antes denotaba terror, si alguien lo viera ahora lo único que podría sentir era pena por su horrible estado. Menos Sam. Sam era la única persona que se burlaba de él. Sabía que sus fuerzas no le alcanzaban para matarlo y había dejado de temerle desde hace mucho. Sam era el dueño de la prisión y él único que lo veía a diario porque ese era su trabajo, su único trabajo.

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Murder MysteryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora