Habían pasado 2 días, o incluso más desde que dejé la isla. Ozai no me permitía salir de mi cuarto en el barco. Parecía más una prisionera, en vez de su invitada. El movimiento del oleaje me daba muchas náuseas, y de vez en cuando, me entraban fuertes ganas de vomitar.
Creo que desde entonces nunca me gustaron los viajes en alta mar. El hecho de que siempre se te mueva el piso, de un lado a otro, no es muy cómodo que digamos.
Ese día o noche, la verdad no lo sé por qué mi habitación ni siquiera tenía alguna ventana, ocurrió algo distinto a los días anteriores. La puerta se abrió, pude ver a Ursa y a un soldado que sostenía dos bandejas de comida.
– ¿Dónde quiere que ponga las charolas? Su alteza.–
– En la mesita de centro está bien.– Inmediatamente después de recibir la respuesta, el soldado colocó la comida en el lugar mencionado.
– ¿Necesita algo más?–
–No gracias, puedes irte a descansar.–
El hombre asintió, y se fue por dónde vino. No sin antes cerrar la puerta detrás de él.
Hubo un silencio, pero no de ésos incómodos, solo silencio. Siempre me sentí tranquila con la presencia de Ursa, y esa vez no fue la excepción.
– ¿Quieres comer algo?– Levanté la mirada para divisar lo que había en la charola. Había un jugoso filete, un plato de arroz y lo que parecía ser un conjunto de vegetales. Sin duda era diez veces mejor que las porquerías que me sirvieron los días anteriores. Creo que Ursa se percató de mi sentir, así que solo sonrió y me hizo una seña con su mano derecha. – Acércate, puedes tomar todo lo que quieras.–
No lo pensé dos veces, me fuí contra la comida como si no la hubiera visto en mi vida. Me llene los cachetes a reventar, hasta que recordé que ella estaba a lado mío.
– No tiene por qué darte pena, se que mi esposo no te ha estado alimentando bien.– Paso gentilmente su mano con una servilleta cerca de la comisura de mis labios. – A pesar de que ya discutí con él con respecto a eso. Aparte de que, sin ninguna explicación, te ha aislado del resto que va en este barco. Es algo inhumano hacerle eso a una niña.– Se notaba un tanto molesta.
– No me molesta estar sola, mis padres me dejaron muchas veces así. Fuera que estuviera en la casa o en la playa.– Lo pienso bien ahora, y eso suena muy deprimente.
Ursa me comenzó a acariciarme la cabeza, creo que sintió algo de lastima por mi.
– Apartir de ahora, ya no lo estarás. Siempre que necesites algo puedes contar conmigo. Me hubiera gustado que tú y mis hijos se conocieran hoy, pero por las restricciones que puso Ozai no fue posible.–
– ¿Cómo son?– Pregunté con ligero interés, mis padres me habían comentado que eran casi de mi edad.
–Bueno, Zuko es alguien muy dulce, siempre piensa en los demás antes que en él. Aún que a veces suele perder un poco el control cuando se enoja. Pero creo que él será un buen hombre en el futuro.– Vaya que no sé equivocó, muchos lo consideran el mejor señor del fuego de todos los tiempos. – Por otro lado está Azula...– Se enderezó poniendo la espalda muy rígida, hizo una mueca pensativa. –Ella, a pesar de solo tener 3 años, tiene actitudes algo extrañas. No quiero decir que sea mala, más bien que está algo confundida. Se que en el interior es alguien muy sentimental y tiene un lado amable, solo necesita trabajarlo.– Y lo sigue trabajando, solo que ahora bajo supervisión del loto blanco. Me duele mucho verla en ese estado.
La plática siguió y siguió, hasta que me empecé a tambalear de sueño, después de comer tanto. De un momento a otro, acabé de estar sentada, a luchar por no cerrar los ojos mientras recarga mi cabeza en el regazo de aquel ángel guardián. Mi visión se puso cada vez más borrosa, hasta que se oscureció por completo.
Lo que recuerdo después de ello, fue un ruido estrepitoso, se oían un par de gritos a fuera. Trate de abrir la puerta del cuarto, pero estaba atascada. Lo único que podía hacer era esperar. El alboroto se fue calmando, hasta llegar al silencio absoluto. Inesperadamente la puerta se abrió, del otro lado estaba Ozai y un par de soldados.
– Niña, levántate.– A secas y toscas palabras, se dirigió ese idiota a mí.
Solo obedecí, no sin antes chistar la lengua. Fui escoltada por los pasillos estrechos, una pequeñas líneas de luz comenzaron a surgir. El resplandor del sol se extendía por todos lados en el exterior del barco. Deslumbrada observé todo alrededor, y me quedé anonadada por el paisaje. Una ciudad enorme, combinada con la vegetación de la zona, mantenían un equilibrio perfecto.
– Bienvenida a la capital, mocosa.– Ese baboso, si hubiera tenido el entrenamiento que tengo hoy, en ese instante le partía la cara.
Me bajaron de la embarcación a empujones. En una de esas caí por la rampa, y rodé hasta el muelle. Ursa puso el grito en el cielo.
– ¿¡Porqué diablos la tratas así!? Ya habíamos hablado sobre eso.–
– Solo calla mujer, no es algo que te importe.–
– ¡Claro que me importa! Solo es una niña. Deberías tratarla como una persona, no como un animal.– Me hubiera gustado comentarle a Ursa que no se desgastará. Tratar de razonar con aquel tipejo, es como hablarle a la pared.
– Por ese tipo de cosas Zuko es un débil, solo lo malcrías.– Ni siquiera le dió tiempo de contestar a su esposa, me tomó por la parte de atrás de la playera y me cargó como si fuera un simple costal de papas.
Entramos a un edificio gigantesco. Los pasillos parecían infinitos, en cada habitación que viera, había chicas haciendo actividades diferentes. Algunas leían, otras practicaban gimnasia, por otro lado estaban las que lanzaban cuchillos y utilizaban otras armas, sin embargo, las que más captaron mi atención fueron las que hacían fuego control.
Bruscamente, el idiota del señor del fuego, dió vuelta en una habitación, pero no la midió bien y me estrelló la cabeza contra el borde de la puerta. A lo cuál me quejé y le metí un manotazo en el muslo. Sin pensarlo mucho, me lanzó indiscriminadamente a dentro del lugar. Rebote en el piso varias veces, como si fuera una piedra que lanzan al río.
– Aquí será el lugar donde pasarás la mayoría del tiempo, así que disfrútalo.– Ya veo de dónde Azula sacó lo sarcástica, parece ser algo de familia. Pero a diferencia de los comentarios de ella, este no me dió mucha risa que digamos.
–Su alteza, ¿Ese es el nuevo talento?– Un hombre se asomó por la entrada, sostenía un par de pergaminos, un pincel y un frasco de tinta.
– Así es, ponganla en las pruebas iniciales. Una vez tengan los resultados, avísenme. Después veremos qué hacer con ella.– Se fue sin siquiera dignarse a verme. Maldito desgraciado.
– Cómo usted deseé.–
El hombre de los pergaminos se me acercó rápidamente.
– Te doy la bienvenida a la Academia real del fuego para chicas, ¿Podrías decirme tú nombre?–
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Avatar la leyenda de Aang: La historia jamás contada.
AdventureTodos sabemos la historia de cómo el avatar, y su equipo, derrotaron al señor del fuego. Pero cualquiera de los testigos de la guerra de los cien años, tienen algo que contar. Aiko, una joven maestra fuego, vivió desde otra perspectiva estos acontec...