XIX

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             A los 7 años luna tenía una personalidad fuerte, tanto que solían llamar a sus padres cada ciertos días desde el colegio. Las causas variaban, podía ser que decidió trepar arboles del jardín del establecimiento o que se metió a una pelea alegando defender a sus amigos.

Rita apoyaba a Luna y cada citación parecía una pelea que solo llegaría a escalar a las manos, desde entonces acordaron que Alejandro asistiría a ellas, pero a su vez con el compromiso de defender a Luna. Ella había heredado ese carácter propio de Rita, lo cual era una de las que amaba más Alejandro de ella, ¿Cómo podría evitar que Luna no fuera así? Ella solo debía ser feliz.

Esto costó unos cuantos cambios de escuela, pero Luna se adecuaba rápido.

— Luna, eres muy valiente y fuerte —Dijo Alejandro mientras veían una película en la sala de estar— Eres como esa heroína, pero a veces debemos intentar ser cuidadosos y ayudar de forma que nadie se entere.

—¿Por qué debería no dejar que nadie vea, papá?—Dijo luna indignada—¡Todos seguirían haciendo cosas malas!

—Sí, tienes razón, así aparece en las películas— Le dio la razón— pero, a veces, hay personas que no les gusta cuando uno es fuerte y quieren hacer parecer que lo que haces está mal.

—¿Por qué?

—Bueno, algunos adultos quieren que los niños sean todos iguales, callados y obedientes—hizo una pausa—Y aunque tengan buenas intenciones o sea justo harán parecer que está mal.

—¿Como la mamá de Joaquín?

Joaquín fue el niño que empujó desde unas escaleras a la hija de Isidora. Luna lo tiró al piso y lo arrastró hasta la oficina del director mientras él la pateaba, pero no podía safar de su agarre. Fue expulsada por agresiva y en cuanto llegó la madre del chico intentó darle una cachetada. Rita casi la mata si no es por Alejandro, desde ese día acordaron que solo él asistiría.

Aunque si hubiese tocado a Luna probablemente no hubiese sido mejor su reacción.

—Exacto, hija— intentó morderse la lengua para no insultar su nombre— En fin, eso no significa que debas cambiar, de hecho me parece maravilloso como eres y como defiendes a tus amigos. También cómo puedes trepar árboles como mamá.

— ¿Pero cómo puedo hacerlo? —Luna estaba al borde de la confusión—No puedo dejarlos solos.

—Puedes intentar enseñar a tus amigos como defenderse, por ejemplo, no siempre debes estar al medio intentando pelear. Puedes acusar a los malos también.

—Jamás sere soplona, papá— Dijo tornando los ojos.

"De dónde salió ese carácter hija" pensó Alejandro.

—Sí, pero algún día si debes hacerlo, solo hazlo—puso las manos en sus mejillas e hizo que lo mirara— ¿Entendido?

—Sí.

— También, si te juntas con tus amigos, los malos evitarán meterse con ustedes si estan juntos —dijo mientras se echaba unas galletas a la boca— Quizás, incluso cambien y sean amigos.

—Pero yo no quiero ser su amiga si son malos.

—Muy cierto hija, papá tonto—dijo golpeándose suavemente en la cien— Entonces haz un plan, enseña y estoy seguro que siempre podrás ser fiel a ti misma.

Luna miró a Alejandro y le sonrió.

—Te amo papá.

Esa conversación nunca abandono la memoria de ambos, quizá Luna en ese momento se dio cuenta que ella solo quería proteger a los demás. Quizás mucho de ella era parecido a Rita, pero él le dio las herramientas para poder detenerse y pensar, probablemente nunca tendría el nivel de análisis y frialdad que tenía Alejandro, pero logró no ser expulsada desde esa conversación.

LA METÁFORA DE LA ESCALERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora