La vida jamás había sido justa. Era cruel y despiadada. Y, entonces, llegó él. Dándole nuevos colores, nuevos paisajes y con ello emociones nunca antes nombradas. Él era su pequeño milagro, aquel que el universo le había mandado para poner un balance en su vida. Estaba seguro de por fin haber encontrado hilo rojo.
— ¿Entonces nos casaremos? — preguntó al Jimin.
— Sí, mi pequeño. No sabes lo feliz que me haces — dijo Jungkook esparciendo besos en la cara del rubio.
— B-basta me haces cosquillas — dice removiéndose.
La historia comenzaba en una pequeña fiesta de Halloween. Con cada paso que daban su hilo rojo se acortaba; jamás habían estado tan cerca de encontrarse. Ambos iban vestidos de conejos, y por obra del destino terminaron chocando, derramando así sus bebidas.
— ¡Jódete! — gritó el rubio. El pelinegro se iba a disculpar cuando de pronto sus miradas se entrelazaron y con ello sus almas. Se habían amado al primer roce, solo que ellos aún no lo sabían.
Después de ese inicio habían tenido bastantes encuentros, sus caminos no paraban de cruzarse. Era claro lo que el destino no les quería decir, aunque no para ellos.
— Puedes dejar de buscarme, ya llegué — susurra Jungkook a Jimin. Jungkook vestía su uniforme de futbol, americano y en la mano portaba su casco, Jimin por el contrario vestía un cárdigan color azul y un pantalón ajustado y traía en cada mano un pompón.
— N-no te estaba buscando — dice tímido el rubio.
— Haré como que te creo — suspiró — ¿Viniste a animar? Anotaré sólo por eso, sólo por ti.
— No, mi escuela va a jugar contra tu escuela.
— Que lástima, me hacía ilusión.
— S-si quieres puedo hacerlo —susurró.
Los humanos deberían de ser más conscientes con sus palabras, a veces podrían arruinar tu vida o determinar el rumbo de está; lo último acababa de suceder, ya no habría vuelta atrás. El universo se alineó para ellos después de todo.— ¿Cuál es tu actividad favorita además de bailar? — pregunto Jungkook a Jimin. Se encontraban en lo que era su primera cita, al menos oficialmente.
— Creo que hago un poco de todo, siempre que haya tiempo y ganas, ¿por qué no? El baile es lo único que me apasiona así que no tengo problema con lo demás.
— Dios mío, buen bailarín, excelente estudiante, multidisciplinario, precioso y además con una personalidad encantadora, me saqué el premio gordo, ¿verdad? — esto provocó una risa tímida en Jimin.
Por años y en algunas de sus vidas habían tenido que ser discretos en sus demostraciones de amor, después de todo, la sociedad se había tardado algo en aceptar que el amor era amor sin importar el género.El pelinegro se inclinó valientemente sobre el rubio, lo tenía sujeto de los hombros, según sus cálculos nada podía fallar. Ambos cerraron sus ojos, esperando el momento en el que sus labios se tocaran, y así fue... fue todo lo que prometieron los libros sobre romance, fue todo lo que ilustraron los cuentos y todo lo que dijeron las películas; hubo chispas, fuegos artificiales, todos dejaron de existir y las estrellas orbitaban por ellos, fue magnífico y mágico, la vida parecía agarrar un poco más de sentido.
El amor es tan precioso algunas veces, ¿recuerdan a su primer amor? ¿La primera vez que sintieron ese característico cosquilleo en el estómago? Las risas sin sentido, las promesas, las caricias... incluso las lágrimas... Jimin y Jungkook fueron todas las fases del amor.
— Dime si te hago daño o si soy demasiado brusco, ¿sí? — dice Jungkook encima de Jimin. Ambos se encontraban desnudos Sus pechos subían y bajaban agitadamente.
— Jungkook, confió en ti, entra en mí por favor, hazme el amor.
Ese día el orgasmo de ambos termino con un te quiero en la boca del otro.
Les gustaba creer en historias de almas predestinadas pero, ¿a quién no? creían que ellos eran una de esas parejas, condenadas a amarse en cada vida, a buscarse entre cielo e infierno y a reencontrarse incluso en la muerte.
— Si me muero, ¿prometes que me buscarás en nuestra próxima vida? Porque yo lo prometo — dijo el rubio mirando fijamente al pelinegro.
— Aunque no quisiera, nuestras almas no pararían hasta encontrarse de nuevo. Pero si de algo te sirve, viajaré hasta al mismísimo limbo para encontrarte.
Así pasaron los días, los meses. El rubio creía no ser digno del pelinegro, así que cambió, mejoró su vida, y a consecuencia, su mentalidad; porque si quería estar en su vida, tenía que ser lo suficientemente bueno él. El pelinegro fue punto clave para la vida del rubio...
— Temo que si te lo cuento termines por dejarme — sollozo Jimin .
— Cariño, nada en este mundo podría alejarme de ti, ni la muerte — dijo el pelinegro.
— Y-yo estoy roto, estoy manchado — termina por derrumbarse. El pelinegro lo acercó más a él, de ser posible.
— Jimin, no eres una persona rota, eres alguien demasiado fuerte para esta vida y tampoco estás manchado, eres lo más acendrado que he visto en todo el universo.
Los días fueron mejorando. Sus almas se volvieron una sola, y sus caminos apuntaban en la misma dirección, pero a los astros les gusta hacer de las suyas, y al ver su felicidad se encapricharon con ellos.
Era un día de tormenta, la lluvia no paraba, haciendo incluso imposible la visión al manejar. Pero eso no impidió que Jimin fuera en busca del pastel de cumpleaños de Jungkook , este último lo esperaba ansioso en su casa, pero al ver la tardanza esa preocupación iba en aumento; hasta que llegó lo inevitable: una llamada del hospital.
El pelinegro se despertó sollozando. Había soñado con su amado, el cual ya no se encontraba a su lado ni con vida.
A pesar de los años no había podido superar su muerte, el vacío que sentía todos los días le recuerda que había perdido a su alma gemela. Sollozando, le pidió al universo que se alineara una vez más para ellos. No pararía hasta encontrar al rubio, no importaba por cuántas vidas hubiera que pasar, lo iba a encontrar, se lo prometieron.
Con la cara de Jimin en sus pensamientos, soltó su último suspiro, y el universo se movió.