20.- Frenesí (1/3)

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Tragué saliva. Simulé que no estaba asustada ni nerviosa ni a punto de echarme a llorar. Primero terminé de subir al último piso, luego me recosté en la baranda que daba a la escalera.

—Serva, qué bueno que estás aquí— le espeté— ¿Por qué no dejas de jugar con Cecil? Estamos en una misión importante.

Miré la cintura de Cecil; su cuchillo no estaba en su funda, sino que a un par de metros a un costado, derritiendo la alfombra con su ácido eterno. Él mismo podía mantenerse de pie, Serva solo lo tenía sujeto para evitar que se escapara. Tampoco podía ver rastros de sangre por ningún lado ni la alfombra manchada a sus pies.

—Cecil está bien de momento— confirmé, aliviada.

—No me importa su tonta misión— aseguró Serva— Liliana, solo me importa batirme contigo. Una pelea a muerte, no como las prácticas; un duelo de verdad.

—¿Y si me niego?— alegué, aunque ya me imaginaba su respuesta.

—Degollaré a tu amigo aquí.

—Te expulsarán de la organización— alegué.

—No lo harán si no hay testigos. Ustedes se encuentran en una situación bastante arriesgada, es de esperar que se equivoquen y mueran a manos de sus enemigos.

—¡Serva, tú siempre sigues las reglas! ¡¿Qué hay de no matarse entre sombras?!

—Sigo las reglas que tienen sentido— me corrigió— nunca atacaré a un compañero durante una misión, como tú. Pero en un lugar totalmente ajeno a la organización como este, no veo razón para dejar pasar una buena pelea. Tú eres fuerte, estás por alcanzarme, pero te falta convicción. Por eso se me ocurrió esperar una situación como esta. No puedes escapar y dejar a tus amigos, no puedes decir que no ¡No te queda de otra que enfrentarme con todas tus fuerzas!

Sin decir más, le dio un golpe a Cecil en la cara para arrojarlo a un lado y se disparó hacia mí a toda velocidad. Durante el instante en que la vi aproximándose, pude ver una sonrisa torcida en su cara. Serva por fin me mostraba su verdadero ser.

Apenas acercarse lo suficiente, me mandó cuatro tajos de ninjato en un parpadeo, me rodeó y continuó atacándome a toda velocidad por un costado. Era un enorme contraste con la enorme espada de Trenak, pero ya había peleado decenas de veces con ella y sabía qué esperar. De inmediato saqué mi Nube extendida, cerré los ojos y atajé sus apuñaladas con el mango de Brontes.

Poco a poco fui ganando velocidad. Lo malo es que ella también. Se acercaba y se alejaba como quería, me rodeaba, me atacaba por la espalda e incluso saltaba sobre mí. De encontrarme en buenas condiciones, esa habría sido una pelea dura; la herida en mi espalda la volvía casi imposible.

—Serva me va a matar— pensé— en cualquier momento me va a matar, no hay nada que pueda hacer para evitarlo.

No era como en las prácticas; ya no se frenaba, no consideraba la vida de la otra persona, su objetivo era matar y disfrutar el momento. Sus tajos se hacían más rápidos, más fuertes, pero por lo mismo su defensa sufrió un poco. De repente vi una apertura. Arremetí, pero ella esquivó y se alejó.

Me costaba respirar, la herida en la espalda me dolía mucho. Esperé que Serva volviera a atacarme, pero se quedó a una distancia prudente, observándome con desagrado. Cecil le arrojó su cuchillo ácido, pero ella lo esquivó sin problemas.

—¿Estás herida?— me preguntó.

—¿Te doy lástima?— inquirí de vuelta.

Ella suspiró, claramente desilusionada.

La Helada Garra de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora