Capítulo 2: ¡Feliz día de la Paz!

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Dentro de los muros que rodeaban gran parte de la ciudad de Buenos Aires, Thiago Bedoya Agüero se encontraba peleando contra un guardia civil. Con sus manos en frente de su cara para protegerse, utilizando el tan conocido peek a boo, Thiago observó a su oponente; el guardia era unos años mayor y tenía un físico mas definido que el suyo, pero Thiago sabía que su intelecto era superior. Con rapidez, amagó un golpe a la cara del guardia con la mano derecha mientras su izquierda concretaba un golpe en el estómago; cuando el guardia se encorvó, Thiago envolvió sus brazos en el cuello del guardia, cortando su respiración. A su costado, Esperanza pegó un grito. Pasaron solamente unos segundos cuando el guardia palmeó el brazo de Thiago y este lo soltó con una sonrisa ladeada.


—¡Menos mal que no te golpeó la cara! —Esperanza se acercó hacia él con una toalla en sus manos mientras él bajaba del ring—. Imaginate, hoy: fiesta, celebración, nosotros en la carroza como los más importantes... ¡Y vos con un ojo morado! —la chica le tiró la toalla a la cara mientras él reía—. ¿Con qué necesidad? Un deporte tan violento... ¿no era mejor hacer remo? Porque déjame decirte que te deja un lomo gigante.

—Nos levantamos con ganas de exagerar hoy —Thiago tomó un poco de agua, dándole una sonrisa a su hermana mayor—. Capaz que lo mejor es que para la próxima clase vengas vos también, ¿qué me decís?


Esperanza Bedoya Agüero era su hermana mayor, su única familiar viva. Cuando Esperanza tenía 17 y Thiago 13, sus padres murieron violentamente a manos de salvajes; desde entonces, Esperanza se había hecho cargo de él. Por suerte, poco después del asesinato de sus padres el gobierno les ofreció vivir en la urbe central, y los anotó en un programa que se centraba en ayudar a las víctimas de los salvajes: su hermana pudo estudiar en la universidad del NE mientras él estudiaba en el secundario, todo gracias a las becas del gobierno. Hace casi seis años que ambos vivían en el NE, y Thiago estaba agradecido por eso.

Había optado por cumplir con el entrenamiento básico que se le otorgaban a los guardias civiles durante el verano previo a su primer año en la universidad, así que durante los últimos tres meses había pasado todas sus mañanas en los gimnasios de la guardia aprendiendo cómo pelear, como usar armas y cómo tratar a los salvajes en caso de toparse con alguno. Esperanza se había opuesto desde que le dijo su plan en Diciembre, pero eso no lo había detenido. Por un lado, él entendía a su hermana: ella tenía miedo de perderlo, pero en el fondo, Thiago había decidido hacer el entrenamiento por ella, para asegurarse de que esté segura.


—¿Vos pensas que yo voy a subirme a un ring para que me rompan la cara por diversión? —Esperanza lo miró ofendida mientras ambos salían del gimnasio y se dirigían al NE—. Mira esta cara bebé, los chicos se mueren por esto —Thiago lanzó una carcajada, su hermana a pesar de ser una romántica empedernida no tenía novio, y tampoco le prestaba mucha atención a nadie—. ¿Qué te reís tarado? Me rompo una uña y me muero, mira que lindas las tengo... todas naturales por supuesto. Solita me las hizo especialmente para la fiesta de hoy —le mostró su mano derecha, moviendo suavemente sus dedos. Estaban todos con esmalte blanco, con el símbolo de la paz en el dedo índice pintado en naranja.

—Te quedaron lindas, sí. ¿Decís que Solita tiene algo libre después del almuerzo? La verdad que no me vendría mal entrar un rato al sauna. En la mañana entrenamos con Lobo y la verdad es que me dejó muerto.

—Con todo esto de la fiesta de hoy seguro que no tiene nada. Igual deja que yo hable con ella, porque viste que a mi me quiere y me tiene mucha confianza... tal vez por ser mi hermano capaz y hasta te hace un hueco.

—Te quiere y te tiene mucha confianza porque le pagas la mitad del sueldo —se rió Thiago—. Si vas todas las semanas a hacerte algo nuevo.


Defensa Alekhine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora