Me desperté con calor, la cama estaba en llamas. Sin pensarlo, me agaché justo al lado de mi cama donde había un cubo de agua, que había preparado la noche anterior, ya que sabía lo que iba a suceder.
El desayuno es la comida más importante del día, y de la que menos tengo ganas. Me da arcadas, sobretodo con la leche. Pero habrá que alimentarse. Me coloqué los guantes y me hice mi deseado desayuno.
Mientras le daba sorbos a mi café matutino, miraba por la ventana. Ya hay gente en la calle, tan temprano, haciendo vida normal. Vida normal. No llevan guantes, ni capucha, y seguramente tampoco se les quemará la cama al despertar, seguramente no. Tienen una casa normal, un trabajo con el que ganan dinero, familia, hijos...
Una vida que no podría tener más allá de mi imaginación.
-Mierda, ¿no hay pan? - me decía a mí mismo sacudiendo los restos de la bolsa del pan anterior. No me han traído la compra, así que tendré que salir al exterior.
Me pare un segundo en seco, pensando la absurdez que iba a hacer. Iba a salir, solo a por...¿un pan? Creo que también era una escusa para respirar aire sin cenizas.
Terminé de tomarme mi espumoso café mientras leía un libro, de poesía. Me encapuché, me puse los guantes y salí a la calle.
Al exterior.
No solía hacerlo muy a menudo, podría poner muchas vidas en riesgo, Menos mal que el mercado estaba cerca de donde vivo, menos tiempo para poner en peligro a alguien.
Cada pisada era negruzca, el suelo quedaba chamuscado junto con la forma de mi pie. Lo mismo puedo decir del olor, a quemado. La gente se percataba de mi, me miraban extrañados, y lo entiendo, si yo me viera a mi mismo por la calle también lo haría, no les culpo.
- Buenas señor, ¿puedo preguntarle algo?
Era a mi, creo. Era un niño, pero lo ignoré.
- Perdone, me estoy hablando a usted...- hace un amago de agarrarme el brazo pero lo quito de su vista bruscamente. Eso estuvo cerca, muy cerca. Decidí mantenerle la conversación a una distancia precavida.
- Dígame.
- ¿Por qué sus pisadas son negras?
- Tengo los pies muy sucios.- mentí.
- ¿No se los puede lavar? ¿No es incómodo tenerlos así?
- No y no. Escúchame chico, es peligroso hablar y estar conmigo, te recomiendo que te vayas o vuelvas con tu madre.
- ¿Eres el héroe de los libros verdad?
Lo último que dijo lo oí sutilmente mientras me alejaba entre la gente. ¿Héroe de los libros? Tiene demasiada imaginación, pero me da curiosidad. Decidí ignorarlo después de todo, y seguir con la intención principal, aunque ya que estaba allí se me ocurrió comprar algunas cosas más que también hacían falta.
Estábamos en tiempos de crisis, después de ''Moth'' la demanda de comida había aumentado, y el precio también.
Todo iba marchando bien hasta que ocurrió lo que temiese que ocurriera.
Sin quererlo rocé la parte desnuda de mi brazo con un mantel del puestecillo. Y tardo momentos en salir todo ardiendo.
No sabía qué hacer, me quedé paralizado. Cuanto más me preocupaba y más nervioso estaba, más ardía, y con fuerza.
- ¡Ha sido ese chico! ¡Tú has provocado el fuego! ¡Sin vergüenza! - decía la Señora del puesto gritando y señalándome.
No podía, por la derecha estaban ayudando a apagar el fuego con cubetas de agua, y en mi izquierda se estaban dirigiendo a mi. No puedo irritarme. No puedo enfadarme. No es una opción. Empeoraría todo...
Pero no pude controlarme y termino quemándose todo el recinto. Por mi culpa. Todo mi culpa. No debería haber salido de casa. Noto mis manos ensangrentadas, y el olor a quemado del lugar me estaba dejando inconsciente.
No recuerdo nada más, me desperté en una celda. Supongo que los guardias me habrán traído, pero mis manos están vendadas, y del dolor me dan calambres en los brazos. Me quedé allí, un rato a solas pensando, que es lo que pudo haber pasado. Culpándome de todo aquello que había causado. Culpándome de que no debería haber salido de casa a por un estúpido desayuno. Pero ya era demasiado tarde.
- ¿Es usted William Dee?- un guardia se acercó.
- Si, jefe.
- Has causado un gran revuelo, me temo que tendrás que quedarte varios días en la celda hasta que algún pariente venga a por ti.
No tenía ningún pariente, pero no contesté y solamente asentí.
- Conocemos tu situación, ya ha pasado varias veces, así que no es del todo tu culpa, ¿comprendes?
- Sí, gracias.
Al rato me di cuenta de que habían pasado 2 días de aquello. Me trajeron el almuerzo y aunque le di vueltas durante un rato, lo devoré.
Olía asquerosamente mal así que me di un baño, una de las peores sensaciones que podría tener. Y no porque lo odie, que también, si no porque escuece en mi cuerpo, y se convierte en vapor. Ya por lo menos no olía a chamuscado.
Los guardias son los únicos que conocen mi estado y por qué, no me gusta estar mucho tiempo en celda porque sé que no es de tener buena reputación, pero no me queda otra. Y el trato no es malo.
Maldita "Moth", me las va a pagar.
Aún recuerdo a aquel niño que mencionó lo del héroe, ya vió que no lo era. Aunque sigo teniendo la curiosidad de que parecido tenía yo con un héroe de un libro. Lo único que provoco son problemas y más problemas.